En la izquierda, se hiberna x Alejandro Baroni La interna de los
tupamaros se extiende y
reproduce sin pausa desde hace cuarenta años Es
una historia sin principio ni fin De
esas que ves por ahí Lo
único raro es que no imaginó Lo
que podía venir
Se
fue militante de un descontrol Pensó
que ser un héroe era así Peleó
con uña, dientes y el corazón Pero
nunca pudo salir Ya
no bastaba con dejarse llevar Ahora
había que seguir Poner
cabeza y aguantar el tirón Que
con la vida es así Hablaba
de lo bueno que puede ser Tener
fe y no tener religión Dejaba
alguna mente sin convencer Sólo
pa’ sentirse mejor Pero
a este tipo le gustaba escuchar Y
mucha gente le habló Muchas
historias tuvo que compartir Para
explicar su razón Hay
que tomarse un tiempo pa’ comprender Que
solamente sos lo que sos De
ahí a todo lo que tú quieras ser Eso
ya depende de vos Eso
ya depende de vos El profeta, por La Vela Puerca
1. Comentarios
sobre una autocrítica Luego
de los graves golpes sufridos en 1972, una generación autocrítica del
MLN (Tupamaros) reunida en Viña del Mar (Chile) se detuvo en los
aspectos ideológicos del Movimiento. Utilizó un ángulo
de corte marxista- leninista.
Por ejemplo, insistió primitivamente en el carácter de clase
social del movimiento, habló de “debilidades” y “desviaciones”
ideológicas, la inexistencia de un “partido” y la necesidad de
formar un “partido de clase”. Criticó, con más puntería, el
accionar despegado de “las masas” y el militarismo. Estas
líneas dieron pie a ser interpretadas y continuadas de muy diversas
maneras, tomándolas como una visión trotskista y clasista estrecha, o
adhiriéndolas a una posición, digamos cercana a las del partido
Comunista. Muchos interpretaron estas conclusiones como un ataque implícito
a los “viejos” dirigentes. Los documentos de Viña que llegaron a
Montevideo, sin embargo, no eran destructivos para con el pasado
tupamaro, sino más bien tenían un tinte respetuoso, lo que concurrió
a que algunos dijeran que era insuficiente autocrítica. Utópica tarea
es la de conformar a todos. En
el frente universitario de donde provengo, un ámbito de escasos méritos
militares y abundantes modelos proletarios, acostumbrado a los toques
marxistas, a una actividad gremial y masiva, estas introducciones fueron
bien recibidas. Abrían un campo teórico a explorar. Superaban la mera
rebeldía, un robinhoodismo, la expresividad de la acción más acción.
Siguiendo a Carlos Real de Azúa, superaban “el refugio en la
clandestinidad con todo su atractivo, la fascinación del secreto, el
aura del misterio, ingredientes monásticos e ingredientes militares en
contraste con las normas psicosociales de la vida burguesa y la conducta
masificada, el atractivo de una austeridad aún con mucho dinero
disponible, el brillo de la eficiencia demostrada, el honor de
reclutamiento que acompaña a la adscripción de todo cuerpo cerrado y
de acción difícil que importaron, si bien para una minoría, un
reclamo de extraordinaria sugestión”. Los reclamos con pasión,
creencia y convencimiento íntimo, el “había que estar”, el
servicio a los demás, en particular a los excluídos, la imprescindible
rebeldía encontraban una racionalidad para encauzarse. A
pesar del respeto y la cautela, el que llegaba al penal de Libertad a
comienzos de 1974 con tales lineamientos “revisionistas” y ánimo de
escucha, cargado de solidaridad y el afecto de los prisioneros en los
cuarteles, era recibido con desconfianza y piedras en la mano por buena
parte de los presos por un lado, presuponiéndole un ánimo destructivo,
o bien era inmediatamente rodeado por alguna otra “sólida”
camarilla correspondientemente “marxista leninista” que – de paso-
cómicamente observaba con lupa el “origen de clase” del portador
(un ejemplo descriptivo: estudiante pequeñoburgués impuro que se
demoraba en las descripciones y elegía las valoraciones con cuidado sin
confundirlas con las anteriores y, además, se cuidaba de atacar
personas) Ambas actitudes despreciables fueron cansadoras, al punto de
precipitar alejamientos y rupturas tempranas, ya en la cárcel. Me fui a
la mierda. Fue
enriquecedora la intemperie entre rejas, al aproximarse una diferente y
variada fauna y trabar amistades con otras jaulas del zoológico
bastante completo de la izquierda heterodoxa. De todas maneras, no fue
saludable abrir otras jaulas, más bien sospechoso. Como se sabe en
cualquier iglesia, no es necesaria ninguna definición “leninista”
para cultivar el control. Es sólo control. A
fines de 1974, y luego de la reunión del flamante “Comité Central”
del MLN en Buenos Aires, se producen importantes caídas de tupas en Montevideo, particularmente del area sindical de lo que era
el 26 de Marzo que se había incorporado a la organización de tipo
partidaria “MLN Tupamaros”. Parece ser que esto desencadena nuevas
divisiones y agrupamientos, uno de los cuales “renuncia” al MLN y
funda en París la publicación “Nuevo Tiempo”, se generan
acusaciones graves personales, otros van a Cuba, desde la cárcel de
Libertad se funda el movimiento seispuntista- composición teórica de lo comprobadamente peor del
MLN y el PCU (1) - en una historia aún por contarse, y para investigar,
como tantas. Todo esto en un ambiente tenso al interior del movimiento,
y durante la dictadura.
Aquí es bueno recordar que las posiciones más ortodoxamente
marxistas estuvieron ya presentes en el coordinador Tupamaro, aún antes de
la fundación precipitada del MLN, sólo que fueron derrotadas en
ese momento inaugural. Pero persistieron y luego afloraron algo cuando
“la jugada” de la llamada “carta de las masas” que propició la
creación del Movimiento 26 de Marzo en el Frente Amplio, fructificaron
más fuertemente después de la derrota militar en 1972, entre los
exiliados particularmente, que dispusieron de más tiempo y perspectivas
que los que permanecieron en el país, y coincidentemente tuvieron las
influencias de otras organizaciones armadas como el PRT-ERP argentino y
el MIR chileno, posteriormente aún más diezmadas que el MLN,
influencias diferentes que conviene evaluar por separado. Las
posiciones en el Coordinador Tupamaro
inicial, digamos las “pro- partido marxista leninista” para
simplificar corto y mal, fueron variadas y algunas dieron mucho pie al
simplista “hechos y no palabras”, tarjeta de presentación del
futuro MLN. La palabrería era sobreabundante, de manual,
y en algunos casos, tremendamente dependiente de versos,
campesinos, guerras, insurreciones y partidos ajenos. Aburría,
estancaba fácilmente y las sectas proliferaban entre puntos y comas. La
cáscara teórica avisaba sobre futuros problemas tales como el
militarismo, pero había común denominador contundente: el fierro, la
molotov y el atentado. Había que darle. En
su libro Sendic, Samuel
Blixen dice que las resoluciones de 1973 y 74 “afectaron
profundamente la estructura del MLN, precipitaron su división, ayudaron
al surgimiento de fracciones y fomentaron un parcial padrinazgo
cubano”. Blixen parece estar afiliado a las llamadas posiciones de los
“viejos”, que salió pública en el 73 con la “carta de los
presos” y que es fundamentalmente el pensamiento original del
movimiento y más particularmente el pensamiento de Raúl Sendic,
redactado por Fernández Huidobro.
El
libro es una biografía del Bebe
reconocidamente comprometida,
y no una historia de los tupamaros, y su aporte novedoso, a fines del
2000, es algún relato tangencial de las discusiones posteriores a la cárcel y pálidos
reflejos de la vida carcelaria (por ejemplo, una de las aventuras
represivas de la fracción seispuntista)
Blixen exhibe la coherencia ideológica del MLN desde su fundación,
pasando por todas sus etapas, incluso por las negociaciones con los
militares de 1972, con el
pensamiento estratégico de Raúl Sendic. Al mismo tiempo cita al Sendic
posterior a la cárcel, pudiendo sospecharse una autocrítica o ajuste
implícito del viejo y terco rebelde fundador sobre la lucha con armas y
el sentir del “pueblo”, que Blixen ve y no comenta: “que
ahora no lo usemos aquí (al método guerrillero), no quiere decir que
no sea válido en otro avance del fascismo, cuando el pueblo lo
reclame”.... “adecuar nuestro accionar a lo que acepte el
pueblo en cada etapa; y en ésta, transitar en la legalidad y
aprovechar para crecer” El
carácter de movimiento policlasista del MLN, denominado precisamente de
liberación nacional que debe “prepararse para hacer la revolución,
con o sin partido” (Documento 1), que ataca corrupciones, roba riqueza
excesivas, plantea una reforma agraria en los campos de Silva y Rosas,
negocia con los militares un plan pesquero y el establecimiento de
“kibutzims” tipo israelita en el norte trabajados por los presos
tupamaros, infiltra el pensamiento de los militares finalmente
redactores de los comunicados de febrero 73, establece un programa de
nacionalizaciones varias, banca, industria frigorífica, etc. todos
temas preferidos de burguesías nacionales y en ascenso, entronca desde
antes y luego de la cárcel con los planteos reiterados de reforma
constitucional con reforma agraria del rebelde procurador y la formación
de un “frente grande” más allá del Frente Amplio, otra idea de
Sendic. Pues
bien, fue una “ lucha con armas” como puntualizó el maestro del
distingo Real de Azúa en 1971,
y al mismo tiempo resultó ser una opción política permanente. Esa
oferta es detenida en el 72 y los locatarios de las cámaras de tortura
se apropian de varias de sus banderas, como hemos relatado en otro
lugar. En este sentido, es acertado denominarlo “partido político en
armas” como ha dicho Mauricio Rosencof. Si se leen los documentos de
la época, las Actas tupamaras, el
Documento 1, Treinta preguntas a un tupamaro, se puede resumir la
actitud de rebeldía, de rechazo a la palabrería, el hechos (entendidos
con armas) y no palabras, el origen campesino –por la influencia- del
Coordinador tupamaro, las luchas en el norte, el arroz, la impunidad y
violencia de los patrones contra los trabajadores y familias de estas
ramas, mundo algo aparte de Montevideo, irrepresentativo del país y más
cercano al resto de América Latina, que sublevaban. Es
para señalar la importancia asignada a la situación de los peones
arroceros y azucareros, por Sendic en su trabajo, como por Rosencof y el
MAC (Movimiento de Apoyo al Campesino) que integró el primer
coordinador.
Las discusiones acerca
de si partido o movimiento se
diluyeron momentáneamente con los resultados del robo de armas al club
de tiro suizo, que precipitaron uniones y divergencias. Luego,
complejamente la persecución, la autodefensa y la respuesta crearon la
dinámica hacia adelante.
¿Es
separable el estar en armas de los fines que se proclama? ¿es al mismo
tiempo un llamado a las armas, por ser un tipo de llamado a la rebeldía,
una toma de partido? Sí, es una parte del partido. La señal del
llamado a usar armas en cualquier acción política era distintivo del
movimiento, la adopción de la lucha armada como “forma principal”,
aunque no única fue sello de marca. Aún hoy, los tupamaros fueron los
rebeldes, aquellos nacionalistas que usaron armas “y se la jugaron”
con entrega e independencia de criterio. Esa es su tradición. (2)
La
reforma y las escopetas abajo
– y no tan abajo- estuvieron siempre en el pensamiento de Sendic, más
o menos atento a lo que el “pueblo” pensaba y estaba dispuesto a
hacer. Un
partido político es ante todo una opción para las gentes, una opción
política que se invita a acompañar. Podrá tener locales, comités
centrales, comisiones o tatuceras, una nueve milímetros en el bolsillo,
una molotov casera en la mano o mañas para manipular una asamblea, pero
la opción de ampliar la burguesía dominante, sustituírla,
democratizar las relaciones sociales, sin las restricciones de Arismendi
o Trías, con amplitud de objetivos y medios, sin considerar que la
izquierda sólo estaba donde estaban ellos, perteneció al MLN. Y es el
enfoque público que el senador José Mujica desarrolla a fines de
siglo, mereciendo ser correctamente denominado “el canario de
centro”, con gran éxito electoral particularmente en el interior, así
como el MLN inicial seducía a muchos nacionalistas y batllistas, en ese
orden, conversaba con casi todos los sectores políticos – como bien
lo sabía Amodio- y era un punto de referencia inevitable.
La
discusión metodológica, es metodológica,
acerca de si partido “antes”
de largar o no, pierde peso en esta historia. Se creó un partido
político, si bien no de tipo y estructura leninista, ni definiciones de
clase, con artesanías de acciones meticulosamente preparadas, imaginería
técnica, arrojo personal generoso, paladar por el riesgo y escaso
pensamiento fuera del núcleo dirigente.
Lo
que sí puede y debe discutirse es si era el mejor partido, si (la lucha
armada era) “el mejor instrumento para la movilización de las
masas”, si “la lucha armada (era) la única vía para la liberación
nacional y la revolución socialista”, o si el marxismo
evita la “debilidad” ideológica o ayuda a discernir el mejor
camino . Como adelanto para esta discusión, la soberbia iluminista con
modelos proletarios rígidos del PRT-ERP argentino no salvó a esa
organización de la demolición física y política. (3)
El giro que aporta la renovación del 73-74 a la interna del MLN
es una inspiración “marxista-leninista” sui generis,
una fuente ideológica de recibo pero insuficiente y errada en
varias aplicaciones, que había sido evitada expresamente desde la
fundación del movimiento en la letra de sus proclamas y en su
organización. Es también una más detenida atención a las condiciones
para la acción política e importa destacar una coordinación
establecida con Zelmar Michelini y otros exiliados influyentes. Pero no
aportó a la creación de un nuevo partido ni a un conocimiento
superior de las realidades nacionales. Cabe insistir, una cierta clase
de partido estaba ya creada y reconocida por mucha gente y lo sigue
estando. Esa era y es la característica distintiva que permite
sobrevivir al MLN a pesar de las divisiones, exilios y muertos. El
Movimiento fue más exitoso en la política que en lo militar.
Al
MLN lo identifica esa vocación amplia y genuina de reforma autónoma ya
descrita arriba, una vuelta de tuerca
que estuvo a punto de cristalizar en otras manos, a través de
aquellos que los combatían y torturaban, con grande preocupación del establishment
politico-militar, y lo invade un pasado ingenuo y en ocasiones
provocador a las fuerzas estatales, de lucha con armas. Reforma
nacionalista subrayada con armas más o menos contenidas, es lo que está
cosido en su orillo. (4) Más
que todo eso, una incitación a barajar y dar de nuevo. Las
“desviaciones” de una ideología, errores tácticos o estratégicos,
un enamoramiento extraño de
lo militar y el descreimiento en la democracia y sus reglas fueron aspectos y consecuencias de una clase de rebeldía,
una filosofía de la acción asentada en demasía en la voluntad y el
deseo, de confundir a un estado amenazado con un estado fascista.
Contribuyeron al cuadro unas incorrectas composiciones de lugar
con respecto a los poderosos y sus fracciones, los militares y sus
logias y las
“aceptaciones” esquivas de la sociedad civil.
Por allí deberían buscarse los orígenes múltiples de las
derrotas del 72 y 73 (5). Para corregir y complementar la nota al pie adelanto algunos
juicios que no quieren ser lapidarios: la heterogeneidad ideológica
es una virtud en demasiadas circunstancias y el partido “de clase”
estaba agotado en la década del 60 por las cuadraditas versiones pcu,
trotskistas y maoístas. Las estrategias ofertadas habían
vacunado a los sectores populares,
que devinieron inmunes a la “insurrección”
a la rusa, a la “huelga general” troskista o la guerra del
campo a la ciudad maoísta., las ofertas que los manuales aconsejaban
para toda circunstancia y lugar, remedios infalibles del vademécum de
moda. Las
derrotas se invierten y las victorias también. ¿habrá un fin a los
manuales de recetas? No es este el tipo de discusión ni el lenguaje
que estamos necesitando hoy, esto es el pasar todo por el filtro
de los manuales de guerrilla, de las enciclopedias marxistas-leninistas,
de los programas redactados en 1971, de la manija tradicionalista,
como desde hace cuarenta años se reproduce. Y no es consuelo
comprobar que en las fuerzas armadas se sigue girando alrededor de la
misma noria de ayer, haciéndose cargo de exabruptos de nostálgicos y
la mayoría esperando que vengan ordenes, cualquiera sean, para
obedecerlas. Cuarenta años después, para incitar a barajar y dar de nuevo, las armas no son necesarias. Sólo podré usarlas cuando estén cerrados todos los caminos. Y no sé. La guerra es insoportable para el que la vive, no la quiero. Taponeada la memoria, dormido el análisis, tributarios de un pensamiento único, cultivando diferencias personales irreconciliables, en la izquierda se hiberna (6). Este es el panorama cuando arrecia la pobreza y la marginación – sólo hay que mirarlas de cerca- hay fuerte desocupación y se afina la represión, instalándose una crisis, como hace cuarenta años hubo otra. 2. A
menudo he soportado reproches por errores que mis censores no habían
tenido la fuerza ni el talento de cometer.
Georg Lichtenberg, Aforismos Casi
a propósito apareció en estos días el libro de E. Fernández
Huidobro, En la nuca (Historia de
los Tupamaros). Es bienvenida su sinceridad. Si bien sus posiciones
eran conocidas, aquí las presenta en forma más estructurada, o mejor
dicho, en un solo libro, aunque extrañamente contradictorio, prematuro o inconcluso. Tal vez vinculado con ello, en el epílogo, el autor promete dedicarse a analizar la violencia, a la luz del pasado, presente y futuro. Habrá que esperar ese análisis. Mientras tanto, ya hay materia para conversar. Al
principio nomás, se despacha contra las autocríticas sobre el MLN del
73-74 con fiereza y en la segunda parte expone su propia autocrítica,
dedicando el libro a “la militancia de base”, la del siglo
veintiuno, a la polémica interna, cuarenta años después de aparecido
el Coordinador Tupamaro. El
autor no se fija en las acciones políticas ajenas y propias posteriores
a la dictadura, o no le interesan. Habla supuestamente de historia y se
frena más o menos en el 76, lo
cual no le impide recriminar que las otras autocríticas hayan terminado
en el 72-74 ¡pero es
precisamente después del 84 cuando
se ven los pingos autocríticos o los repetidores de lo mismo!
Sin embargo, EFH se queda en una nebulosa, en el pasado. El
MLN-después de la cárcel, a través de sus “viejos” dirigentes es
un modelo de autocrítica implícita, a pesar de los puteríos
internos disimulados por la dirección visible de “viejos”
luchadores (esto convoca inevitablemente el problema de la influencia
determinante de la dirección sobre el resto y a la pregunta de qué
pasará cuando “estiren la pata” los Mujica). Cambió notablemente y
también creció electoralmente, con peso propio y sin candidatos
ajenos. No es que no haya crecido antes, lo Entonces,
para aventar cualquier observación sobre estos cambios en la actitud
política, argumentar coherencia y demostrar que esto es más de lo
mismo, se explaya largamente sobre el viejo trabajo “de masas” del
MLN, la inserción , el apoyo que no fue escaso y una cantidad de logros
inobjetables. Que
no evitaron que los huesos dolieran mucho. Dolor, matáme pero enseñáme. El
autor encuentra su demonio y carga. Manufactura una “trenza” personal
contra las direcciones del 73 y 74 del MLN que estuvieron “volando teóricamente en Chile y Argentina”, recordando que Sendic pensaba que con quinientos combatientes fuera del país, el MLN no estaba
derrotado en esos años. ¿Qué
deseo expresa? ¿qué clase de voluntad sugiere? ¿alguna clase de
invasión militar? A los pocos que entraron al Uruguay con objetivos
militares los barrieron implacable y torturadamente. Hasta el 74, los
que actuaron como MLN fueron a parar al penal de Libertad, con suerte. Y
desde el 75 en adelante, la mano ociosa represiva, el estado cívico-militar
amenazado, siempre con un guiño de El
autor de En la nuca tiene de
donde agarrarse y “trenzar”, hay mucho flanco débil a mano. Hace
baza en una autocrítica libresca (posterior al 72), adornada con
esquemas y lugares comunes, angelical, descubridora de tapas de libros,
de autores desconocidos hasta el momento por los redactores, en
abundancia de juveniles vaivenes: hacia el trotskismo, de vuelta a la
liberación nacional, hacia el proletarismo,
de vuelta a la ideología, hacia el socialismo, de vuelta al
nacionalismo, hacia el partido de vanguardia, vuelta y entrada en
partidos democráticos y/o nacionalistas y tradicionales.
Sería muy bueno y mucho agradeceríamos que estos actores de
primera línea- las direcciones del 73 y 74-
desarrollaran su historia e ideas. Sería la mejor manera de
entenderlos, ¿qué balance se puede hacer al día de hoy?
Levantando las miras, muchachos. EFH
habla como un militar, les recuerda certeramente a los críticos que se
apoyan en el marxismo-leninismo que Lenin sabía poco y nada de
guerrillas y revela titulares sobre otras experiencias de lucha con
armas, incluído el relativamente sencillo ataque al palacio de Invierno
relatado por Trotsky en su oportunidad. Distingue lucha
armada de insurrección, guerra de lucha con armas.
Coincidiendo con el general, cita a
Queirolo: “a los ganadores no se le imponen condiciones” y,
en términos militares, considera a la tortura masiva como inevitable
para un Estado amenazado. No parece un improvisado en estos temas.
Reconoce que la toma de Pando del 69 “mostró que el MLN no estaba
preparado para ese nivel”, “planteó a quienes participaron en ella,
problemas y posibilidades nuevos: la concentración de hombres y medios
para una acción de esta envergadura; la aproximación al objetivo; la
coordinación de la maniobra; el control .. de territorio; la
retirada” apareciendo “
la diferencia entre lucha armada y guerra”. Es a partir de ese momento
que “los tupamaros comenzamos a quedarnos sin estrategia. Estábamos
todavía a tiempo, (luego)... será tarde”. El
plan Hipopótamo, redactado en
1970, según EFH sería el comienzo para obtener esa estrategia faltante
al intentar responder a la pregunta :
“¿qué distancia político-militar hay entre una acción como
la de Pando y una similar en Montevideo?” esto es,
¿qué debe hacerse para preparar “la insurreción de las
insurrecciones”? Intentando
encontrar una coherencia en el pensamiento del autor, este plan hubiera
elevado al MLN a la altura de las condiciones que se despliegan en el
71, luego de la fuga de Punta Carretas, descritas por EFH “ en que la
conjunción de la decisión del pueblo (‘pujanza’ del Frente Amplio,
‘combatividad imparable’ del movimiento obrero, ‘decisión
irreprimible’ del movimiento estudiantil) y la (decisión) del
fascismo producto ambas de
un largo proceso de acumulación, reconocía
la finalización de una etapa y el comienzo de otra cualitativamente
distinta”, que “no supimos ver” ... “con la consecuencia forzosa
de abrir ancha brecha al
avance de las fuerzas retrógradas”. El
autor repite un lugar común de la época y dice que “el
fascismo....fue dejando de lado las instituciones democráticas (en
especial a partir de 1968)..” Se
saltea la diferencia entre los escuadrones de la muerte y el conjunto de
instituciones democráticas que no eran ni debían ser denominadas
“fascistas”. Si bien las publicaciones tipo Azul y Blanco existían y las bandas armadas también, no debía
confundirselas con el Estado ni representativas de las FFAA y mucho
menos con los partidos mayoritarios de entonces. Este tipo de productos
teóricos achicó y mucho la capacidad de agrupar fuerzas. Una
pregunta posible es si en el 71, saturados, con tantos clandestinos chocándose
en las calles, ociosos, tanteando las realidades sociales a través del
informe interno y la prensa, con tatuceras al alcance de cualquier
declaración obtenida por la tortura, era posible, en ancas exclusivas
de la voluntad o el capricho, armar esa estrategia.
El plan 72, de quien EFH es autor, decía más o menos (digo de El
año 72 sólo trae recuerdos de disparadas y actitudes defensivas para
parar la oleada político-militar (en ese orden): campañas contra la
tortura, denuncias contra las bandas de la derecha, entierros y
terribles frustraciones. La política nos empezó a volver muy
lentamente. EFH
se pregunta si la victoria era posible, la entiendo como toma de poderes
en el Estado, pero no responde con claridad y una respuesta debe leerse
en entrelíneas: de haber tenido estrategia para tomar
Montevideo, a partir del 69, con la voluntad “irreprimible” de
obreros y estudiantes y la “pujanza” del Frente Amplio, la victoria
era posible, porque se contaba además con la voluntad solidaria de la
URSS, las experiencias chilenas previas a las huelgas de camioneros y
obreros del cobre contra Allende, el corrimiento temporal del peronismo
hacia la izquierda. La amenaza desde el Brasil no importaba demasiado,
podría cortarse la ruta 5 y frenar los tanques con los irregulares del
MLN y militares seregnistas. Pero,
de esta voluntariosa voluntad ya
el propio autor descarta la “ayuda desinteresada de la Unión Soviética”..
“todos reposábamos en aquella tranquilidad propia de una errónea
visión de la bipolaridad mundial reinante” y también borra la
posibilidad de frenar una invasión a Montevideo. No dice nada de las
otras condiciones de pujanza y valentía que sí existían en muchos
obreros, estudiantes y frenteamplistas, pero que estaban lejos de la
disposición y preparación
que requiere un enfrentamiento armado masivo (guerra- insurrección) Y
esto es central. Luego,
parece que EFH no cree que una victoria socialista fuera posible,
fundamentalmente por la situación interna del MLN, las traiciones de
Amodio y Píriz Budes, y agrega las autocríticas que significaron,
piensa, el golpe “en la nuca”: ¿cómo pudo permitirse que tales
personas llegaran a puestos de dirección?
Sin pestañear,
sostiene que en 1973 había quinientos combatientes en el exterior que
podrían haber evitado una derrota, revertirla,
o algo así. EFH
no puede zafar de la lucha con armas y se le escapa que el golpe, el
quiebre decisivo fue en febrero del 73, con el acuerdo Boisso-Lanza,
cuando Trabal voló, se cerró el Florida, que allí se roturó que no
habría divisiones en el campo de las FFAA, mal que le pesara al PCU
esperanzado en los Torres y Velazco criollos, y que las fuerzas
importantes agrupadas en torno a la Corriente y Tendencia sindical
revolucionaria no eran suficientes- y su composición de la situación
no era certero- ni la huelga general efectivamente pesada para revertir
la balanza cuyo platillo pesado ya contenía desde febrero a la dirección
de las FFAA triunfantes, el acompañamiento de la mayor parte de la
burguesía operante en el país, el desprestigio de la política y un
estado determinante de aceptación pasivo en mucha gente. Lo
que sí está claro es que el autor no considera con atención debida
las condiciones sociales y políticas para ver si una victoria-
cualquiera- era posible.
Prefiere, por formación, detenerse en
Si por victoria se entiende unos movimientos nacionalistas expresados en
las negociaciones del 72 entre el MLN y parte de las FFAA, que
no recuerda en esta autocrítica, es aceptable contestar que sí,
que esa victoria era posible. Allí se juntaron los dos “demonios”
para negociar (tupamaros y oficiales de las FFAA)
hasta que algunos generales y Bordaberry cerraron ese camino,
derrotando también las pretensiones liberales de Batlle y Vasconcellos
y otros intentos de Ferreira. Arribaron al acuerdo de Boisso Lanza en
febrero del 73, exacto mes del golpe de Estado. De paso, el movimiento
aparentemente personal que Amodio señala a sus visitantes en el cuartel
Florida que está promoviendo, concurre teóricamente en la misma
dirección al visualizar un acuerdo nacionalista con militares. El
autor permanece anclado en el mundo de la voluntad política, de sus
deseos de promover la “insurrección de insurrecciones”,
relatando una historia excesivamente centrada en la sapiencia y
existencia de los “viejos” dirigentes y en sus distracciones. Por
ejemplo, cuenta una: que el 16 de marzo de 1972 “los datos relevados
permitían tener la casi certeza de que Amodio- dirigente conocedor y líder
fraccional- detenido en febrero de 1972, se había quebrado y estaba
colaborando”. Eso fue antes de la segunda fuga en la que participa
Amodio, y antes
del ataque frontal al escuadrón de la muerte del 14 de abril, tras el
cual se produjo la respuesta de las fuerzas estatales militares y políticas.
Esta distracción es una evidencia que el resbalón hacia el
enfrentamiento decisivo en situación de debilidad (“garrafal
error”, fuimos“ciegos”) no
fue un error. Era inevitable, visceral, cargado por la historia y
dosificado por deseos profundos que desconozco. Con estrategia o sin
ella. 3. Lo
que sigue son recuerdos y valoraciones personales puestos sobre papel de
a poco, al sentir en el estómago su emergencia, sobre lo
vivido entre 1974 y 1979 en el celdario del Penal de Libertad. En
Las cosas del creer, Emilio de
Ipola se introduce en el rumor carcelario, aquel que puesto en Agrego
que la cárcel política también promueve una búsqueda compulsiva de
interpretación, de elaboración, predicción, novelización, sostenidas
con las informaciones
filtradas por los familiares,
La racionalidad, como es su costumbre, se movía entre los límites
infranqueables de los deseos, principios y sentimientos, éstos aguzados
y reelaborados por la prisión, la amenaza y el aislamiento. A diferencia de los chupaderos clandestinos, el que llegaba al Penal de Libertad, era reconocido como preso y existía entonces una relativa y delgada por momentos capa de seguridad ante la desaparición, si no frente a la re-tortura. La primera obligación del preso, la fuga, se comprometió y diluyó, el mundo interior absorbía demasiadas energías para la sobrevivencia psíquica, la Dirección militar de este penal había aprendido de las fugas anteriores desde Punta Carretas, y, sobre todo, no había ninguna clase de apoyo exterior para una posible evacuación. Un escape personal era improbable y la desaparición de una o dos personas sería un escarmiento para el resto. La consolidación política de la dictadura se trasmitía a través de los muros y alambrados, la pesada aceptación social pasiva del nuevo estado se sufría. ¿cuándo y cómo cambiarían las cosas? ¿cuándo y cómo sería la salida? La alternativa era, para los penados con penas “livianas”, vivir al día, aguardar la excarcelación personal que, cuando se aproximaba, desestabilizaba. Para los otros, creo, el presente era más aún el futuro, los deseos debían desaparecer a lo Buda y los familiares y afectos diluírse. Muchas compañeras-parejas fueron liberadas de compromisos afectivos, que unas aceptaron y otras no. Terminada la visita, vuelta al mameluco viejo, al tallado de guampa o madera, al tejido con telar y a la rutina sin sorpresas. Para peor, los textos sobre yoga pronto empezaron a ser prohibidos. Existía una identificación mínima de los “grises”, no conozco de entregas y denuncias frente al carcelero, aun entre grupos “enemigos” político-ideológicos. Hubieron compañeros – no pocos- con una actitud dedicada, espontánea y alegre de fomento de la sobrevivencia comunitaria, solidarios ante el dolor y generosos con el necesitado. Recuerdo a médicos, bibliotecarios, profesores de gimnasia, deportistas, científicos, ajedrecistas, artesanos, obreros rurales y urbanos, paisanos, peludos, estudiantes, productores rurales, empleados públicos, profesionales liberales, dentistas, comerciantes, militantes tiempo completo, a quienes debo agradecer su ayuda. Tampoco existieron, en general, trabajos de colaboración con la represión, sí momentos de deliberación acerca de si se participaba en trabajos de cocina, limpieza, etc. resolviéndose por la vía de los hechos a favor de hacerlo. En el fútbol y el básquetbol había encuentros deportivos desprovistos de animosidades ideológicas, los fouls eran deportivos contra el “adversario”, las patadas tenían altura y la diversión podía ser grata y estimulante. Escasos los compañeros que comenzaron a mostrar rasgos femeninos, lo que no significó segregación. O bien se miró para otro lado. Pero, la comunidad flaqueaba a la hora de necesidades básicas para un preso político como la información, la discusión, el acompañamiento afectivo, si el individuo no pensaba parecido, más aún si era crítico, independiente y sus posiciones eran minoritarias. Se esperaba que el depresivo encontrara ayuda entre sus correligionarios y si estaba solo o aislado, a bancarla. También se huía humanamente del dolor. Nada muy diferente a la vida fuera de las rejas y de otras entre rejas, digamos pie en tierra y sin mitología. En el libro La izquierda armada, Ideología. ética e identidad en el MLN Tupamaros, la académica Clara Aldrighi recoge testimonios sobre la vida carcelaria entre epopéyicos y edulcorados, conformándose con una elección limitada de entrevistados y opinando coincidentemente con los mismos. La arbitrariedad y violencia básica era proporcionada por el carcelero, pero variedad de seres humanos entre rejas no se privaron de agresividades y las ejercieron con el diferente, con el pensamiento disonante y ejercieron poder ilegítimo cuando fue posible. No existió un “espíritu de grupo” ni “ estructura orgánica central” sino muchos espíritus de grupo coexistiendo discreta y tensionalmente en tal espacio reducido, repartiéndose los metros cuadrados y cooptándose ante espectadores. Nada contradictorio con algunas conductas antagónicas anteriores entre columnas diferentes, las vigilancias desconfiadas al “peligroso”, las condenas a muerte verbales difundidas en plena dictadura y los aislamientos posteriores ( un ejemplo conocido para entendernos: el heterodoxo Sendic con el Movimiento por la tierra). Tal heterogeneidad y por momentos una lucha por principios de justicia hacían a la vida carcelaria salerosa, menos aburrida y convocaba a las pasiones saludables. Las diferencias estimularon el desarrollo y formación de ideas, aún entre limitaciones apuntadas, haciendo escuela. Comenzaron entonces incipientemente, en la cárcel, las renovaciones de las izquierdas. Para mí fue decisivo, ayudó a sobrevivir y crecer. No estoy convencido que un frente homogéneo de presos hubiera sido tan rico, al menos para los que escuchábamos a todos los campanarios, y negábamos la repetición de cantinelas mal digeridas, a pesar del sectarismo y metodologías represivas. Es lugar común ya el juicio de que las presas de Punta de Rieles fueron modelo de unidad y comportamiento frente a las carceleras y carceleros, con actitudes de resistencia más directas que los varones. Aquí hay sin duda diferencias de género. Sería interesante investigar las historias de vida y comparar aristas de mujeres y varones, con los múltiples testimonios que pueda acumular el oficio de historiador, evitando concursos y jueces literarios complacientes con las testimoniantes (hay un llamado en curso, veamos qué pasa) ¿será necesario recordarles que el sufrimiento no es necesariamente catalizador de aciertos? ¿y que la uniformidad no ayuda? (8) Puede afirmarse de antemano que en el Penal de Libertad emergieron comportamientos no tan puntuales sino permanentes, de personas y grupos que anticiparon, permitieron avizorar sus cualidades y personalidades políticas y humanas (la secta seispuntista no es la única, sólo la más extrema, las disputas por el dominio de las planchadas en los pisos es otro ejemplo, que suele ser común en las cárceles) Los condicionamientos graves de la cárcel no hicieron más que retocar esas cualidades propias existentes. Y esto debe anotarse, para el futuro y la salud de las izquierdas. Es momento de señalar con claridad a otra homogeneidad, la que prima en el campo de las Fuerzas Armadas regulares mientras tira y seca una capa de hormigón mucho más espesa que la exhibida por la izquierda armada, sin ninguna revisión pública siquiera parcial. Se sienten vencedores militares olvidando que la política es la continuación de lo militar por otros medios. Esa historia oficial de camaradería que pone en el mismo nivel a fascistas, nacionalistas, más liberales, menos liberales, anti-constitucionalistas a plazo, ejecutores de prisioneros, ladrones de niños y chantajistas económicos es una vergüenza y falta de carácter militar que no pueden ser justificadas por las acciones enemigas. Es algo que también afloró y enseña para el futuro esperando su relato. Es tiempo ya, con pesimismo lo digo, que las diferencias dentro del campo militar estatal sean aproximadas y entendidas, colaborando a su visualización. Si no, habrá que esperar tristes quemazones de servicios de inteligencia extranjeros, pedidos de jueces ajenos y a que los documentos indefectiblemente hablen por boca de investigadores, quienes escribirán desde su ideología, lugar y tiempo. Las amenazas del régimen carcelario contra la supervivencia ocupaban mucha dedicación, la ausencia de líderes viejos transformados en rehenes y paseados por cuarteles complicaba los equilibrios, si bien los puso al margen de los líos políticos internos como dijo Mujica. Florecieron las fracciones y las teorías insustentables salvo por los propios deseos de teorizantes, las creencias, los rumores y los ataques personales. Los resultados de las polémicas en el exterior, las diferencias que culminan tragicomicamente en condenas a muerte, cuando el abandono de la lucha armada por la política a largo plazo era sinónimo de traición, se trasmiten por los canales correspondientes a los presos que se alinean demasiado rápida y religiosamente guiados por sus afectos, lealtades personales y algún marco de racionalidad, siempre coloreada por el afán de vivir, actuar, ser humano aún entre rejas. Sin embargo, las estructuras del pasado pocas veces se vulneraron, las preguntas y las dudas se reservaron, postergaron o anularon. Demasiados varones presos políticos uruguayos se llamaron a la discreción, a que su piso se moviera lo menos posible y esperaron. Al interior, saltaban remarcadas todas las diferencias anteriores. En el MLN, los autocríticos marxistas más o menos leninistas competían con las visiones del viejo movimiento con acentos nacionalistas tentadas a marcar errores tácticos antes que estratégicos o ideológicos. En el PC, luego PCU, aparecían los filosoviéticos destacados frente a otros más abiertos, siempre en el marco de una muy rígida disciplina. En el PVP, las más viejas banderas anarquistas no habían muerto y se entremezclaban con las visiones marxistas según lecturas de Althusser y Harnecker. En el PCR, las visiones pro frente antifascista y las favorables al frente nacional medían fuerzas. Las polémicas interesantes se trasmutaban en algo diferente al oro, definían campos irreconciliables. La falta de lecturas matizadas, la abundancia de citas de memoria contribuía a las discusiones sin tonalidades, en blanco o negro. El clima era sordo, desconfiado, cortante, con más seguridades y conclusiones anticipadas que matices y dudas. Cada grupo intentaba estar en trabajos administrativos, cocina, panadería, jurídica, sanidad, informativos trasmitidos por parlante, como forma de estar en “contacto”, captar ondas, información, manejar instrumentos de poder, tener “fajineros” que pudieran recorrer las distintas planchadas, autorizados para abrir ventanas de las celdas, entregar objetos era de importancia primordial, en reproducción cercana del teatro fuera de rejas. Tengo la impresión – o el deseo- de que este tironeo fue aflojando al avanzar los años de encierro. Un ejemplo extremo de este clima merece ser contado: cuando la URSS y China se enfrentan con armas, ya sea entre chinos y vietnamitas, en Africa entre tropas cubanas y guerrillas armadas por China, algunos integrantes del PCR, siguiendo la línea internacional del Estado chino, señalaron a la URSS como la promotora de la tercera guerra mundial, el imperialismo más agresivo y el enemigo mayor de los pueblos. La hecatombe fue grande en el penal. El aislamiento de tales “traidores” fue inmediato cuando hubieron conversaciones de estos presos con algún oficial del Ejército. Era peligroso y sospechoso relacionarse con “los chinos” pro- frente nacional. Si bien sus planteos carecían de autonomía, tomaban datos escasos y desarrollaban estrategias contundentes insustentables en la política práctica uruguaya, tuvieron el acierto valiente de estar a pocos años de la implosión soviética y permitir examinar uno de los pilares culturales. En el penal el filosovietismo era potente. Se lesionaba así uno de sus supuestos implícitos: que la URSS era amiga de la revolución y ésta recibiría sus solidaridades inmediata y generosamente. Ahora bien, ninguno de los “traidores antisoviéticos” ni sus fiscales “imperialistas” vivieron diferencias carcelarias. Siguieron siendo los mismos peligrosos para los carceleros que observaban con atención y algo de asombro tales duros enfrentamientos verbales y todos cumplieron estrictamente sus penas dictadas por la Justicia militar, tal como hicieron todas las variedades de la fauna ideológica encerrada. Ingrato el trabajo político con militares: falló otra vez un intento desde el exterior de las fuerzas, esta vez de promover una corriente de oficiales antimperialistas, como había resbalado el reconocimiento de los redactores militares de los Comunicados 4 y 7 al apoyo brindado por parte de la izquierda y la CNT.
Los
guardias desempeñaron su papel amenazante y aplicaron castigos
particularmente en la Tales salidas de madre, en su mayor parte fueron generadas por abandonos de pareja, muertes de seres queridos y huídas diversas hacia delante que no me atrevo ni puedo describir. Como es sabido, una pérdida afectiva, una soledad, puede poner frente al abismo, al suicidio, generar la sensación de que ya no importa nada, o que los riesgos desaparecen y el futuro es hoy. En mi caso fue catapulta. Luego de seis meses de un conducido y ojeado vagar, con el viejo colchón colorado de resortes, querido principesco inmenso mamotreto inmanejable y pocas veces utilizable, de La Paloma al Fusna, luego al Antiaéreo, en una “heladera” – camión de transporte de prisioneros- arribamos a las playas de Kiyú, al Establecimiento Militar de Reclusión Nº 1, el penal de Libertad, donde fuimos rebautizados como el “1501”, el quince cero uno. No sale nunca a la quiniela. Las recomendaciones y prevenciones de Rojo 7 bravo (el entonces Mayor Gavazzo a quien los milicos rasos del Cerro quemaban su alias) implicaban la espera de acontecimientos – a ver si aparecía información sobre este tipo- y la más rigurosa incomunicación rota sólo dos días por error, cuando se me permitió salir al patio del Fusna junto con otros presos, lo que fue prontamente corregido. Las actividades incluyeron el mirar por un agujero en el techo de la celda, que oficiaba de respiradero, algo de gimnasia, alguna visita de un oficial fusilero con curiosidad por el compartimentado, dejarme el bigote, lectura que algún guardia permitió llegar desde el patio de los presos- que debía durar lo más posible a razón de una o dos páginas por día- luego lecturas traídas por la familia bajo censura, enterarme por una nota minúscula en una revista que se había formado el ERP 22 de agosto apoyando al peronismo de 1973. Los apuntes de Hidráulica no pasaron porque eran jeroglíficos matemáticos y podían estar en clave. Un chiste gráfico en una revista científica cuyo nombre no me acuerdo me divirtió y regaló tiempo. Se preguntaba: ¿cómo se imagina un pichicome a un cubo? La respuesta era: como un cajón de tablas clavadas, y ¿cómo se imagina un científico a un cajón de tablas ? La respuesta era: como un cubo. La cosa dio para divagar sobre la imaginación y las clases sociales, la teoría y los teóricos y reírse de los ingenieros.
|