En la izquierda, se hiberna x Alejandro Baroni

La interna de los tupamaros  se extiende y reproduce sin pausa desde hace cuarenta años

Es una historia sin principio ni fin

De esas que ves por ahí

Lo único raro es que no imaginó

Lo que podía venir

 

Se fue militante de un descontrol

Pensó que ser un héroe era así

Peleó con uña, dientes y el corazón

Pero nunca pudo salir

 

Ya no bastaba con dejarse llevar

Ahora había que seguir

Poner cabeza y aguantar el tirón

Que con la vida es así

 

Hablaba de lo bueno que puede ser

Tener fe y no tener religión

Dejaba alguna mente sin convencer

Sólo pa’ sentirse mejor

 

Pero a este tipo le gustaba escuchar

Y mucha gente le habló

Muchas historias tuvo que compartir

Para explicar su razón

 

Hay que tomarse un tiempo pa’ comprender

Que solamente sos lo que sos

De ahí a todo lo que tú quieras ser

Eso ya depende de vos

Eso ya depende de vos

 El profeta, por  La Vela Puerca

 

1. Comentarios sobre una autocrítica  

Luego de los graves golpes sufridos en 1972, una generación autocrítica del MLN (Tupamaros) reunida en Viña del Mar (Chile) se detuvo en los aspectos ideológicos del Movimiento. Utilizó un ángulo  de corte marxista- leninista.  Por ejemplo, insistió primitivamente en el carácter de clase social del movimiento, habló de “debilidades” y “desviaciones” ideológicas, la inexistencia de un “partido” y la necesidad de formar un “partido de clase”. Criticó, con más puntería, el accionar despegado de “las masas” y el militarismo.

Estas líneas dieron pie a ser interpretadas y continuadas de muy diversas maneras, tomándolas como una visión trotskista y clasista estrecha, o adhiriéndolas a una posición, digamos cercana a las del partido Comunista. Muchos interpretaron estas conclusiones como un ataque implícito a los “viejos” dirigentes. Los documentos de Viña que llegaron a Montevideo, sin embargo, no eran destructivos para con el pasado tupamaro, sino más bien tenían un tinte respetuoso, lo que concurrió a que algunos dijeran que era insuficiente autocrítica. Utópica tarea es la de conformar a todos.

            En el frente universitario de donde provengo, un ámbito de escasos méritos militares y abundantes modelos proletarios, acostumbrado a los toques marxistas, a una actividad gremial y masiva, estas introducciones fueron bien recibidas. Abrían un campo teórico a explorar. Superaban la mera rebeldía, un robinhoodismo, la expresividad de la acción más acción. Siguiendo a Carlos Real de Azúa, superaban “el refugio en la clandestinidad con todo su atractivo, la fascinación del secreto, el aura del misterio, ingredientes monásticos e ingredientes militares en contraste con las normas psicosociales de la vida burguesa y la conducta masificada, el atractivo de una austeridad aún con mucho dinero disponible, el brillo de la eficiencia demostrada, el honor de reclutamiento que acompaña a la adscripción de todo cuerpo cerrado y de acción difícil que importaron, si bien para una minoría, un reclamo de extraordinaria sugestión”. Los reclamos con pasión, creencia y convencimiento íntimo, el “había que estar”, el servicio a los demás, en particular a los excluídos, la imprescindible rebeldía encontraban una racionalidad para encauzarse.

A pesar del respeto y la cautela, el que llegaba al penal de Libertad a comienzos de 1974 con tales lineamientos “revisionistas” y ánimo de escucha, cargado de solidaridad y el afecto de los prisioneros en los cuarteles, era recibido con desconfianza y piedras en la mano por buena parte de los presos por un lado, presuponiéndole un ánimo destructivo, o bien era inmediatamente rodeado por alguna otra “sólida” camarilla correspondientemente “marxista leninista” que – de paso- cómicamente observaba con lupa el “origen de clase” del portador (un ejemplo descriptivo: estudiante pequeñoburgués impuro que se demoraba en las descripciones y elegía las valoraciones con cuidado sin confundirlas con las anteriores y, además, se cuidaba de atacar personas)  Ambas actitudes despreciables fueron cansadoras, al punto de precipitar alejamientos y rupturas tempranas, ya en la cárcel. Me fui a la mierda.  

Fue enriquecedora la intemperie entre rejas, al aproximarse una diferente y variada fauna y trabar amistades con otras jaulas del zoológico bastante completo de la izquierda heterodoxa. De todas maneras, no fue saludable abrir otras jaulas, más bien sospechoso. Como se sabe en cualquier iglesia, no es necesaria ninguna definición “leninista” para cultivar el control. Es sólo control.

A fines de 1974, y luego de la reunión del flamante “Comité Central” del MLN en Buenos Aires, se producen importantes caídas de tupas en Montevideo, particularmente del area sindical de lo que era el 26 de Marzo que se había incorporado a la organización de tipo partidaria “MLN Tupamaros”. Parece ser que esto desencadena nuevas divisiones y agrupamientos, uno de los cuales “renuncia” al MLN y funda en París la publicación “Nuevo Tiempo”, se generan acusaciones graves personales, otros van a Cuba, desde la cárcel de Libertad se funda el movimiento seispuntista- composición teórica de lo comprobadamente peor del MLN y el PCU (1) - en una historia aún por contarse, y para investigar, como tantas. Todo esto en un ambiente tenso al interior del movimiento, y durante la dictadura.

            Aquí es bueno recordar que las posiciones más ortodoxamente marxistas estuvieron ya  presentes en el coordinador Tupamaro, aún antes de  la fundación precipitada del MLN, sólo que fueron derrotadas en ese momento inaugural. Pero persistieron y luego afloraron algo cuando “la jugada” de la llamada “carta de las masas” que propició la creación del Movimiento 26 de Marzo en el Frente Amplio, fructificaron más fuertemente después de la derrota militar en 1972, entre los exiliados particularmente, que dispusieron de más tiempo y perspectivas que los que permanecieron en el país, y coincidentemente tuvieron las influencias de otras organizaciones armadas como el PRT-ERP argentino y el MIR chileno, posteriormente aún más diezmadas que el MLN, influencias diferentes que conviene evaluar por separado.

Las posiciones en el Coordinador  Tupamaro inicial, digamos las “pro- partido marxista leninista” para simplificar corto y mal, fueron variadas y algunas dieron mucho pie al simplista “hechos y no palabras”, tarjeta de presentación del futuro MLN. La palabrería era sobreabundante, de manual,  y en algunos casos, tremendamente dependiente de versos, campesinos, guerras, insurreciones y partidos ajenos. Aburría, estancaba fácilmente y las sectas proliferaban entre puntos y comas. La cáscara teórica avisaba sobre futuros problemas tales como el militarismo, pero había común denominador contundente: el fierro, la molotov y el atentado. Había que darle.

En su libro Sendic, Samuel  Blixen  dice que las resoluciones de 1973 y 74 “afectaron profundamente la estructura del MLN, precipitaron su división, ayudaron al surgimiento de fracciones y fomentaron un parcial padrinazgo cubano”. Blixen parece estar afiliado a las llamadas posiciones de los “viejos”, que salió pública en el 73 con la “carta de los presos” y que es fundamentalmente el pensamiento original del movimiento y más particularmente el pensamiento de Raúl Sendic, redactado por Fernández Huidobro.

            El libro es una biografía del Bebe reconocidamente comprometida, y no una historia de los tupamaros, y su aporte novedoso, a fines del 2000, es algún relato  tangencial de las discusiones posteriores a la cárcel y pálidos reflejos de la vida carcelaria (por ejemplo, una de las aventuras represivas de la fracción seispuntista)        

            Blixen exhibe la coherencia ideológica del MLN desde su fundación, pasando por todas sus etapas, incluso por las negociaciones con los militares de 1972, con  el pensamiento estratégico de Raúl Sendic. Al mismo tiempo cita al Sendic posterior a la cárcel, pudiendo sospecharse una autocrítica o ajuste implícito del viejo y terco rebelde fundador sobre la lucha con armas y el sentir del “pueblo”, que Blixen ve y no comenta: “que ahora no lo usemos aquí (al método guerrillero), no quiere decir que no sea válido en otro avance del fascismo, cuando el pueblo lo reclame”.... “adecuar nuestro accionar a lo que acepte el pueblo en cada etapa; y en ésta, transitar en la legalidad y aprovechar para crecer” (el Movimiento por la Tierra) “muy amplio, cooperativas de producción, merenderos, chacras, policlínicas, pero debajo las escopetas”(subrayados nuestros)

El carácter de movimiento policlasista del MLN, denominado precisamente de liberación nacional que debe “prepararse para hacer la revolución, con o sin partido” (Documento 1), que ataca corrupciones, roba riqueza excesivas, plantea una reforma agraria en los campos de Silva y Rosas, negocia con los militares un plan pesquero y el establecimiento de “kibutzims” tipo israelita en el norte trabajados por los presos tupamaros, infiltra el pensamiento de los militares finalmente redactores de los comunicados de febrero 73, establece un programa de nacionalizaciones varias, banca, industria frigorífica, etc. todos temas preferidos de burguesías nacionales y en ascenso, entronca desde antes y luego de la cárcel con los planteos reiterados de reforma constitucional con reforma agraria del rebelde procurador y la formación de un “frente grande” más allá del Frente Amplio, otra idea de Sendic.

  Es conveniente anotar que una suerte de empirismo, prueba y error, ayudó para, en parte, liberarse de las visiones del “dependentismo” según las cuales un gran titiritero imperial determinaba las principales movidas en  estas playas. En otros sentidos es útil puntualizar la ausencia de distingos dentro de los bloques sociales y políticos dominantes, cayendo en simplificaciones conceptuales como la “oligarquía”, que en nada ayudó para acumular sólidamente. La interna militar tampoco fue conocida, es un libro oculto ayer y hoy. Las distinciones se redujeron casi exclusivamente a separar los torturadores de los otros, también como hoy.

Pues bien, fue una “ lucha con armas” como puntualizó el maestro del distingo Real de Azúa en  1971, y al mismo tiempo resultó ser una opción política permanente. Esa oferta es detenida en el 72 y los locatarios de las cámaras de tortura se apropian de varias de sus banderas, como hemos relatado en otro lugar. En este sentido, es acertado denominarlo “partido político en armas” como ha dicho Mauricio Rosencof. Si se leen los documentos de la época, las Actas tupamaras, el Documento 1, Treinta preguntas a un tupamaro, se puede resumir la actitud de rebeldía, de rechazo a la palabrería, el hechos (entendidos con armas) y no palabras, el origen campesino –por la influencia- del Coordinador tupamaro, las luchas en el norte, el arroz, la impunidad y violencia de los patrones contra los trabajadores y familias de estas ramas, mundo algo aparte de Montevideo, irrepresentativo del país y más cercano al resto de América Latina, que sublevaban. Es para señalar la importancia asignada a la situación de los peones arroceros y azucareros, por Sendic en su trabajo, como por Rosencof y el MAC (Movimiento de Apoyo al Campesino) que integró el primer coordinador.

           Las discusiones acerca de si partido o movimiento se diluyeron momentáneamente con los resultados del robo de armas al club de tiro suizo, que precipitaron uniones y divergencias. Luego, complejamente la persecución, la autodefensa y la respuesta crearon la dinámica hacia adelante.

            ¿Es separable el estar en armas de los fines que se proclama? ¿es al mismo tiempo un llamado a las armas, por ser un tipo de llamado a la rebeldía, una toma de partido? Sí, es una parte del partido. La señal del llamado a usar armas en cualquier acción política era distintivo del movimiento, la adopción de la lucha armada como “forma principal”, aunque no única fue sello de marca. Aún hoy, los tupamaros fueron los rebeldes, aquellos nacionalistas que usaron armas “y se la jugaron” con entrega e independencia de criterio. Esa es su tradición. (2)

            La reforma y las escopetas abajo – y no tan abajo- estuvieron siempre en el pensamiento de Sendic, más o menos atento a lo que el “pueblo” pensaba y estaba dispuesto a hacer.

Un partido político es ante todo una opción para las gentes, una opción política que se invita a acompañar. Podrá tener locales, comités centrales, comisiones o tatuceras, una nueve milímetros en el bolsillo, una molotov casera en la mano o mañas para manipular una asamblea, pero la opción de ampliar la burguesía dominante, sustituírla, democratizar las relaciones sociales, sin las restricciones de Arismendi o Trías, con amplitud de objetivos y medios, sin considerar que la izquierda sólo estaba donde estaban ellos, perteneció al MLN. Y es el enfoque público que el senador José Mujica desarrolla a fines de siglo, mereciendo ser correctamente denominado “el canario de centro”, con gran éxito electoral particularmente en el interior, así como el MLN inicial seducía a muchos nacionalistas y batllistas, en ese orden, conversaba con casi todos los sectores políticos – como bien lo sabía Amodio- y era un punto de referencia inevitable.

            La discusión metodológica, es metodológica,  acerca de si partido “antes”  de largar o no, pierde peso en esta historia. Se creó un partido político, si bien no de tipo y estructura leninista, ni definiciones de clase, con artesanías de acciones meticulosamente preparadas, imaginería técnica, arrojo personal generoso, paladar por el riesgo y escaso pensamiento fuera del núcleo dirigente.

            Lo que sí puede y debe discutirse es si era el mejor partido, si (la lucha armada era) “el mejor instrumento para la movilización de las masas”, si “la lucha armada (era) la única vía para la liberación nacional y la revolución socialista”, o si el marxismo  evita la “debilidad” ideológica o ayuda a discernir el mejor camino . Como adelanto para esta discusión, la soberbia iluminista con modelos proletarios rígidos del PRT-ERP argentino no salvó a esa organización de la demolición física y política. (3)

            El giro que aporta la renovación del 73-74 a la interna del MLN es una inspiración “marxista-leninista” sui generis,  una fuente ideológica de recibo pero insuficiente y errada en varias aplicaciones, que había sido evitada expresamente desde la fundación del movimiento en la letra de sus proclamas y en su organización. Es también una más detenida atención a las condiciones para la acción política e importa destacar una coordinación establecida con Zelmar Michelini y otros exiliados influyentes. Pero no  aportó a la creación de un nuevo partido ni a un conocimiento superior de las realidades nacionales. Cabe insistir, una cierta clase de partido estaba ya creada y reconocida por mucha gente y lo sigue estando. Esa era y es la característica distintiva que permite sobrevivir al MLN a pesar de las divisiones, exilios y muertos. El  Movimiento fue  más exitoso en la política que en lo militar.

            Al MLN lo identifica esa vocación amplia y genuina de reforma autónoma ya descrita arriba, una vuelta de tuerca  que estuvo a punto de cristalizar en otras manos, a través de aquellos que los combatían y torturaban, con grande preocupación del establishment politico-militar, y lo invade un pasado ingenuo y en ocasiones provocador a las fuerzas estatales, de lucha con armas. Reforma nacionalista subrayada con armas más o menos contenidas, es lo que está cosido en su orillo. (4)

Más que todo eso, una incitación a barajar y dar de nuevo.

Las “desviaciones” de una ideología, errores tácticos o estratégicos, un enamoramiento extraño  de lo militar y el descreimiento en la democracia y sus reglas  fueron aspectos y consecuencias de una clase de rebeldía, una filosofía de la acción asentada en demasía en la voluntad y el deseo, de confundir a un estado amenazado con un estado fascista.  Contribuyeron al cuadro unas incorrectas composiciones de lugar con respecto a los poderosos y sus fracciones, los militares y sus logias  y las “aceptaciones” esquivas de la sociedad civil.  Por allí deberían buscarse los orígenes múltiples de las derrotas del 72 y 73 (5).

 Para   corregir y complementar la nota al pie adelanto algunos  juicios que no quieren ser lapidarios: la heterogeneidad ideológica es una virtud en demasiadas circunstancias y el partido “de clase” estaba agotado en la década del 60 por las cuadraditas versiones pcu, trotskistas y maoístas. Las estrategias ofertadas habían  vacunado a los sectores populares,  que devinieron inmunes a la “insurrección”  a la rusa, a la “huelga general” troskista o la guerra del campo a la ciudad maoísta., las ofertas que los manuales aconsejaban para toda circunstancia y lugar, remedios infalibles del vademécum de moda.

Las derrotas se invierten y las victorias también. ¿habrá un fin a los manuales de recetas? No es este el tipo de discusión ni el lenguaje  que estamos necesitando hoy, esto es el pasar todo por el filtro de los manuales de guerrilla, de las enciclopedias marxistas-leninistas, de los programas redactados en 1971, de la manija tradicionalista,  como desde hace cuarenta años se reproduce. Y no es consuelo comprobar que en las fuerzas armadas se sigue girando alrededor de la misma noria de ayer, haciéndose cargo de exabruptos de nostálgicos y la mayoría esperando que vengan ordenes, cualquiera sean, para obedecerlas.

Cuarenta años después, para incitar a barajar y dar de nuevo, las armas no son necesarias. Sólo podré usarlas cuando estén cerrados todos los caminos. Y no sé. La guerra es insoportable para el que la vive, no la quiero.  Taponeada la memoria, dormido el análisis, tributarios de un pensamiento único, cultivando diferencias personales irreconciliables, en la izquierda se hiberna (6). Este es el panorama cuando arrecia la pobreza  y la marginación – sólo hay que mirarlas de cerca-  hay fuerte desocupación y se afina la represión, instalándose una crisis, como hace cuarenta años hubo otra.

2. Apuntes sobre un testamento

A menudo he soportado reproches por errores que mis censores no habían tenido la fuerza ni el talento de cometer. Georg Lichtenberg, Aforismos

Casi a propósito apareció en estos días el libro de E. Fernández Huidobro, En la nuca (Historia de los Tupamaros). Es bienvenida su sinceridad. Si bien sus posiciones eran conocidas, aquí las presenta en forma más estructurada, o mejor dicho, en un solo libro, aunque extrañamente

contradictorio, prematuro o inconcluso. Tal vez vinculado con ello, en el epílogo, el autor promete dedicarse a analizar la violencia, a la luz del pasado, presente y futuro. Habrá que esperar ese análisis. Mientras tanto, ya hay materia para conversar.

Al principio nomás, se despacha contra las autocríticas sobre el MLN del 73-74 con fiereza y en la segunda parte expone su propia autocrítica, dedicando el libro a “la militancia de base”, la del siglo veintiuno, a la polémica interna, cuarenta años después de aparecido el Coordinador Tupamaro.

El autor no se fija en las acciones políticas ajenas y propias posteriores a la dictadura, o no le interesan. Habla supuestamente de historia y se frena más o menos en el 76,  lo cual no le impide recriminar que las otras autocríticas hayan terminado en el 72-74  ¡pero es precisamente después del 84  cuando se ven los pingos autocríticos o los repetidores de lo mismo!  Sin embargo, EFH se queda en una nebulosa, en el pasado.

El MLN-después de la cárcel, a través de sus “viejos” dirigentes es un modelo de autocrítica implícita, a pesar de los puteríos internos disimulados por la dirección visible de “viejos” luchadores (esto convoca inevitablemente el problema de la influencia determinante de la dirección sobre el resto y a la pregunta de qué pasará cuando “estiren la pata” los Mujica). Cambió notablemente y también creció electoralmente, con peso propio y sin candidatos ajenos. No es que no haya crecido antes, lo hizo y mucho. Pero ya no antepone su estrategia a lo que “acepta” el pueblo (es siempre difícil determinarlo), o su táctica. Ya no dice que tal forma es el principal camino. No ataca ingenuamente a militares sin preguntarse acerca de las consecuencias. Por lo menos pospuso una de sus marcas en el orillo, esto es, la lucha armada como forma principal, aunque no la descarta teóricamente. Son los guerrilleros que se la jugaron y aprendieron. Sólo, mirá qué vuelta de tuerca, considera en su práctica a la metodología como recursos a elegir. Y esto incluye al autor de En la nuca, actual senador y uno de los principales elaboradores de la línea anterior a la dictadura. Pero nada de esto aparece en su autocrítica  (¿ ?)

Entonces, para aventar cualquier observación sobre estos cambios en la actitud política, argumentar coherencia y demostrar que esto es más de lo mismo, se explaya largamente sobre el viejo trabajo “de masas” del MLN, la inserción , el apoyo que no fue escaso y una cantidad de logros inobjetables.

Que no evitaron que los huesos dolieran mucho. Dolor, matáme pero enseñáme.

El autor encuentra su demonio y carga. Manufactura una “trenza” personal contra las direcciones del 73 y 74 del MLN que estuvieron “volando teóricamente en Chile y Argentina”, recordando que Sendic pensaba que con quinientos combatientes fuera del país, el MLN no estaba derrotado en esos años.

¿Qué deseo expresa? ¿qué clase de voluntad sugiere? ¿alguna clase de invasión militar? A los pocos que entraron al Uruguay con objetivos militares los barrieron implacable y torturadamente. Hasta el 74, los que actuaron como MLN fueron a parar al penal de Libertad, con suerte. Y desde el 75 en adelante, la mano ociosa represiva, el estado cívico-militar amenazado, siempre con un guiño de aprobación social, ya libre de ataduras cárnicas comerciales, se la toma con quienes disponían de una formación militar para la autodefensa o cualquier definición revolucionaria que tuviera que ver con el Estado, con los que habían hablado de lucha armada  y con quien pintara. No les faltaba olfato. (7)  

El autor de En la nuca tiene de donde agarrarse y “trenzar”, hay mucho flanco débil a mano. Hace baza en una autocrítica libresca (posterior al 72), adornada con esquemas y lugares comunes, angelical, descubridora de tapas de libros, de autores desconocidos hasta el momento por los redactores, en abundancia de juveniles vaivenes: hacia el trotskismo, de vuelta a la liberación nacional, hacia el  proletarismo, de vuelta a la ideología, hacia el socialismo, de vuelta al nacionalismo, hacia el partido de vanguardia, vuelta y entrada en partidos democráticos y/o nacionalistas y tradicionales.  Sería muy bueno y mucho agradeceríamos que estos actores de primera línea- las direcciones del 73 y 74-  desarrollaran su historia e ideas. Sería la mejor manera de entenderlos, ¿qué balance se puede hacer al día de hoy?  Levantando las miras, muchachos.

EFH habla como un militar, les recuerda certeramente a los críticos que se apoyan en el marxismo-leninismo que Lenin sabía poco y nada de guerrillas y revela titulares sobre otras experiencias de lucha con armas, incluído el relativamente sencillo ataque al palacio de Invierno relatado por Trotsky en su oportunidad. Distingue lucha armada de insurrección, guerra de lucha con armas. Coincidiendo con el general, cita a  Queirolo: “a los ganadores no se le imponen condiciones” y, en términos militares, considera a la tortura masiva como inevitable para un Estado amenazado. No parece un improvisado en estos temas. Reconoce que la toma de Pando del 69 “mostró que el MLN no estaba preparado para ese nivel”, “planteó a quienes participaron en ella, problemas y posibilidades nuevos: la concentración de hombres y medios para una acción de esta envergadura; la aproximación al objetivo; la coordinación de la maniobra; el control .. de territorio; la retirada”  apareciendo “ la diferencia entre lucha armada y guerra”. Es a partir de ese momento que “los tupamaros comenzamos a quedarnos sin estrategia. Estábamos todavía a tiempo, (luego)... será tarde”.

El plan Hipopótamo, redactado en 1970, según EFH sería el comienzo para obtener esa estrategia faltante al intentar responder a la pregunta :  “¿qué distancia político-militar hay entre una acción como la de Pando y una similar en Montevideo?” esto es,  ¿qué debe hacerse para preparar “la insurreción de las insurrecciones”?

Intentando encontrar una coherencia en el pensamiento del autor, este plan hubiera elevado al MLN a la altura de las condiciones que se despliegan en el 71, luego de la fuga de Punta Carretas, descritas por EFH “ en que la conjunción de la decisión del pueblo (‘pujanza’ del Frente Amplio, ‘combatividad imparable’ del movimiento obrero, ‘decisión irreprimible’ del movimiento estudiantil) y la (decisión) del fascismo producto ambas  de un largo proceso de acumulación,  reconocía la finalización de una etapa y el comienzo de otra cualitativamente distinta”, que “no supimos ver” ... “con la consecuencia forzosa de  abrir ancha brecha al avance de las fuerzas retrógradas”.

El autor repite un lugar común de la época y dice que “el fascismo....fue dejando de lado las instituciones democráticas (en especial a partir de 1968)..”  Se saltea la diferencia entre los escuadrones de la muerte y el conjunto de instituciones democráticas que no eran ni debían ser denominadas  “fascistas”. Si bien las publicaciones tipo Azul y Blanco existían y las bandas armadas también, no debía confundirselas con el Estado ni representativas de las FFAA y mucho menos con los partidos mayoritarios de entonces. Este tipo de productos teóricos achicó y mucho la capacidad de agrupar fuerzas.

Una pregunta posible es si en el 71, saturados, con tantos clandestinos chocándose en las calles, ociosos, tanteando las realidades sociales a través del informe interno y la prensa, con tatuceras al alcance de cualquier declaración obtenida por la tortura, era posible, en ancas exclusivas de la voluntad o el capricho, armar esa estrategia.  El plan 72, de quien EFH es autor, decía más o menos (digo de memoria) que la situación estaba “vacunada” y debía darse un salto cualitativo en el accionar y desarrollar el hostigamiento a las fuerzas armadas. ¿Cómo no vincular estas afirmaciones con la acción del 14  de abril de 1972 en que se mata a integrantes del Escuadrón de la muerte, de cuya existencia luego nadie tuvo dudas, pero  que fue “nudo histórico... el principio del fin de muchas cosas?” (EFH)

El año 72 sólo trae recuerdos de disparadas y actitudes defensivas para parar la oleada político-militar (en ese orden): campañas contra la tortura, denuncias contra las bandas de la derecha, entierros y terribles frustraciones. La política nos empezó a volver muy lentamente.

EFH se pregunta si la victoria era posible, la entiendo como toma de poderes en el Estado, pero no responde con claridad y una respuesta debe leerse  en entrelíneas: de haber tenido estrategia para tomar Montevideo, a partir del 69, con la voluntad “irreprimible” de obreros y estudiantes y la “pujanza” del Frente Amplio, la victoria era posible, porque se contaba además con la voluntad solidaria de la URSS, las experiencias chilenas previas a las huelgas de camioneros y obreros del cobre contra Allende, el corrimiento temporal del peronismo hacia la izquierda. La amenaza desde el Brasil no importaba demasiado, podría cortarse la ruta 5 y frenar los tanques con los irregulares del MLN y militares seregnistas.

Pero, de esta voluntariosa voluntad  ya el propio autor descarta la “ayuda desinteresada de la Unión Soviética”.. “todos reposábamos en aquella tranquilidad propia de una errónea visión de la bipolaridad mundial reinante” y también borra la posibilidad de frenar una invasión a Montevideo. No dice nada de las otras condiciones de pujanza y valentía que sí existían en muchos obreros, estudiantes y frenteamplistas, pero que estaban lejos de la disposición  y preparación que requiere un enfrentamiento armado masivo (guerra- insurrección) Y esto es central.

Luego, parece que EFH no cree que una victoria socialista fuera posible, fundamentalmente por la situación interna del MLN, las traiciones de Amodio y Píriz Budes, y agrega las autocríticas que significaron, piensa, el golpe “en la nuca”: ¿cómo pudo permitirse que tales personas llegaran a puestos de dirección?  Sin  pestañear, sostiene que en 1973 había quinientos combatientes en el exterior que podrían haber evitado una derrota, revertirla,  o algo así.

EFH no puede zafar de la lucha con armas y se le escapa que el golpe, el quiebre decisivo fue en febrero del 73, con el acuerdo Boisso-Lanza, cuando Trabal voló, se cerró el Florida, que allí se roturó que no habría divisiones en el campo de las FFAA, mal que le pesara al PCU esperanzado en los Torres y Velazco criollos, y que las fuerzas importantes agrupadas en torno a la Corriente y Tendencia sindical revolucionaria no eran suficientes- y su composición de la situación no era certero- ni la huelga general efectivamente pesada para revertir la balanza cuyo platillo pesado ya contenía desde febrero a la dirección de las FFAA triunfantes, el acompañamiento de la mayor parte de la burguesía operante en el país, el desprestigio de la política y un estado determinante de aceptación pasivo en mucha gente.

Lo que sí está claro es que el autor no considera con atención debida las condiciones sociales y políticas para ver si una victoria- cualquiera-  era posible. Prefiere, por formación, detenerse en evaluaciones militares, estrategias, falta de mando unificado, etcétera, sin evaluar siquiera la situación en el ejército regular ¡el que tenía enfrente! sin comprender que no había una guerra sino lucha con armas entre fracciones y que sólo podría desembocar en guerra si otras gentes lo hubieran querido. Que no quisieron.

            Si por victoria se entiende unos movimientos nacionalistas expresados en las negociaciones del 72 entre el MLN y parte de las FFAA, que  no recuerda en esta autocrítica, es aceptable contestar que sí, que esa victoria era posible. Allí se juntaron los dos “demonios” para negociar (tupamaros y oficiales de las FFAA)  hasta que algunos generales y Bordaberry cerraron ese camino, derrotando también las pretensiones liberales de Batlle y Vasconcellos y otros intentos de Ferreira. Arribaron al acuerdo de Boisso Lanza en febrero del 73, exacto mes del golpe de Estado. De paso, el movimiento aparentemente personal que Amodio señala a sus visitantes en el cuartel Florida que está promoviendo, concurre teóricamente en la misma dirección al visualizar un acuerdo nacionalista con militares.

El autor permanece anclado en el mundo de la voluntad política, de sus  deseos de promover la “insurrección de insurrecciones”, relatando una historia excesivamente centrada en la sapiencia y existencia de los “viejos” dirigentes y en sus distracciones. Por ejemplo, cuenta una: que el 16 de marzo de 1972 “los datos relevados permitían tener la casi certeza de que Amodio- dirigente conocedor y líder fraccional- detenido en febrero de 1972, se había quebrado y estaba colaborando”. Eso fue antes de la segunda fuga en la que participa Amodio,  y antes del ataque frontal al escuadrón de la muerte del 14 de abril, tras el cual se produjo la respuesta de las fuerzas estatales militares y políticas. Esta distracción es una evidencia que el resbalón hacia el enfrentamiento decisivo en situación de debilidad (“garrafal error”, fuimos“ciegos”)  no fue un error. Era inevitable, visceral, cargado por la historia y dosificado por deseos profundos que desconozco. Con estrategia o sin ella. 

3. Las cosas de la razón, el sentir y el creer en el Penal de Libertad 

Lo que sigue son recuerdos y valoraciones personales puestos sobre papel de a poco, al sentir en el estómago su emergencia, sobre lo  vivido entre 1974 y 1979 en el celdario del Penal de Libertad.

En Las cosas del creer, Emilio de Ipola se introduce en el rumor carcelario, aquel que puesto en circulación puede transformarse en certeza vital. La cárcel política, dice, “es un dispositivo .. destinado a asegurar la máxima desinformación de los detenidos en lo que se refiere a su situación presente y futura... esto lleva  a (los presos) a una búsqueda sistemática y casi obsesiva de signos... el más ínfimo cambio, el detalle en apariencia más nimio adquieren una relevancia incomprensible para el forastero o el recién llegado”.

Agrego que la cárcel política también promueve una búsqueda compulsiva de interpretación, de elaboración, predicción, novelización, sostenidas con  las informaciones filtradas por los familiares, abogados, algún comentario de guardianes u oficiales con o sin intenciones, lecturas permitidas tipo las revistas argentinas Chacra y Campo Moderno, Siete Días, Gente, (sin las flacas culodemostrativas generadoras de deseos) en una etapa las noticias del informativo preparado por presos y bajo censura, trozos de publicaciones aparecidos como envolturas y cualquier texto escapado de la censura, papel impreso, cualquier clase de signos y el completo bagaje imaginativo y valorativo que los seres humanos acarrean en pecho y cabeza. Todo dato traído por personas fidedignas para el trasmisor supo ser pilar para la construcción intelectual más compleja, siempre acompañada de los deseos más sentidos. Todo valor conservado fue catapultado, refinado, elaborado y tendido a escudar, defender de la agresión carcelaria.

            La racionalidad, como es su costumbre, se movía entre los límites infranqueables de los deseos, principios y sentimientos, éstos aguzados y reelaborados por la prisión, la amenaza y el aislamiento.

          A diferencia de los chupaderos clandestinos, el que llegaba al Penal de Libertad, era reconocido como preso y existía entonces una relativa y delgada por momentos capa de seguridad ante la desaparición, si no frente a la re-tortura.

           La primera obligación del preso, la fuga, se comprometió y diluyó, el mundo interior absorbía demasiadas energías para la sobrevivencia psíquica, la Dirección militar de este penal había aprendido de las fugas anteriores desde Punta Carretas, y, sobre todo, no había ninguna clase de apoyo exterior para una posible evacuación. Un escape personal era improbable y la desaparición de  una o dos personas sería un escarmiento para el resto. La consolidación política de la dictadura se trasmitía a través de los muros y alambrados, la pesada aceptación social pasiva del nuevo estado se sufría. ¿cuándo y cómo cambiarían las cosas? ¿cuándo y cómo sería la salida? La alternativa era, para los penados con penas “livianas”, vivir al día, aguardar la excarcelación personal que, cuando se aproximaba, desestabilizaba. Para los otros, creo, el presente era más aún el futuro, los deseos debían desaparecer a lo Buda y los familiares y afectos diluírse. Muchas compañeras-parejas fueron liberadas de compromisos afectivos, que unas aceptaron y otras no. Terminada la visita,  vuelta al mameluco viejo, al tallado de guampa o madera, al tejido con telar y a la rutina sin sorpresas.  Para peor, los textos sobre yoga pronto empezaron a ser prohibidos.

           Existía una identificación mínima de los “grises”, no conozco de entregas y denuncias frente al carcelero, aun entre grupos “enemigos” político-ideológicos. Hubieron compañeros – no pocos-  con una actitud dedicada, espontánea  y alegre de fomento de la sobrevivencia comunitaria, solidarios ante el dolor y generosos con el necesitado. Recuerdo a médicos,  bibliotecarios, profesores de gimnasia, deportistas, científicos, ajedrecistas, artesanos, obreros rurales y urbanos, paisanos, peludos, estudiantes, productores rurales, empleados públicos, profesionales liberales, dentistas, comerciantes, militantes tiempo completo,  a quienes debo agradecer su ayuda. Tampoco existieron, en general, trabajos de colaboración con la represión, sí momentos de deliberación acerca de si se participaba en trabajos de cocina, limpieza, etc. resolviéndose por la vía de los hechos a favor de hacerlo.

           En el fútbol y el básquetbol había encuentros deportivos desprovistos de animosidades ideológicas, los fouls eran deportivos contra el “adversario”, las patadas tenían altura y la diversión podía ser grata y  estimulante.

           Escasos los compañeros que comenzaron a mostrar rasgos femeninos, lo que no significó segregación. O bien se miró para otro lado.

           Pero, la comunidad flaqueaba a la hora de necesidades básicas para un preso político como la información, la discusión, el acompañamiento afectivo, si el individuo no pensaba parecido, más aún si era crítico, independiente y sus posiciones eran minoritarias.  Se esperaba que el depresivo encontrara ayuda entre sus correligionarios y si estaba solo o aislado, a  bancarla. También se huía humanamente del dolor. Nada muy diferente a la vida fuera de las rejas y de otras entre rejas, digamos pie en tierra y sin mitología.

            En el libro La izquierda armada, Ideología. ética e identidad en el MLN Tupamaros,  la académica Clara Aldrighi recoge testimonios sobre la vida carcelaria entre epopéyicos y edulcorados,  conformándose con una elección limitada de entrevistados y opinando coincidentemente con los mismos. La arbitrariedad y violencia básica era proporcionada por el carcelero, pero variedad de seres humanos entre rejas no se privaron de agresividades y las ejercieron con el diferente, con el pensamiento disonante y ejercieron poder ilegítimo cuando fue posible. No existió un “espíritu de grupo” ni “ estructura orgánica central” sino muchos espíritus de grupo coexistiendo discreta y tensionalmente en tal espacio reducido, repartiéndose los metros cuadrados  y cooptándose ante espectadores.

            Nada contradictorio con algunas conductas antagónicas anteriores entre columnas diferentes, las vigilancias desconfiadas al “peligroso”, las condenas a muerte verbales difundidas en plena dictadura y  los aislamientos posteriores ( un ejemplo conocido para entendernos: el heterodoxo Sendic con el Movimiento por la tierra).

            Tal heterogeneidad y por momentos una lucha por principios de justicia hacían a la vida carcelaria salerosa, menos aburrida  y convocaba a las pasiones saludables. Las diferencias estimularon el desarrollo y formación de ideas, aún entre limitaciones apuntadas, haciendo escuela. Comenzaron  entonces incipientemente, en la cárcel, las renovaciones de las izquierdas. Para mí fue decisivo, ayudó a sobrevivir y crecer. No estoy convencido que un frente homogéneo de presos hubiera sido tan rico, al menos para los que escuchábamos a todos los campanarios, y negábamos la repetición de cantinelas mal digeridas, a pesar del sectarismo y metodologías represivas.  Es lugar común ya el juicio de que las presas de Punta de Rieles fueron modelo de unidad y comportamiento frente a las carceleras y carceleros, con actitudes de resistencia más directas que los varones.  Aquí hay sin duda diferencias de género. Sería interesante investigar las historias de vida y comparar aristas de mujeres y varones, con los múltiples testimonios que pueda acumular el oficio de historiador, evitando concursos y  jueces literarios complacientes con las testimoniantes (hay un llamado en curso, veamos qué pasa) ¿será necesario recordarles que el sufrimiento no es necesariamente catalizador de aciertos? ¿y que la uniformidad no ayuda? (8)

            Puede afirmarse de antemano que en el Penal de Libertad emergieron comportamientos no tan puntuales sino permanentes, de personas y grupos que anticiparon, permitieron avizorar sus cualidades y personalidades políticas y humanas (la secta seispuntista no es la única, sólo la más extrema, las disputas por el dominio de las planchadas en los pisos es otro ejemplo, que suele ser común en las cárceles) Los condicionamientos graves de la cárcel no hicieron más que retocar esas cualidades propias existentes. Y esto debe anotarse, para el futuro y la salud de las izquierdas.

          Es momento de señalar con claridad a otra homogeneidad, la que prima en el campo de las Fuerzas Armadas regulares mientras tira y seca una capa de hormigón mucho más espesa que la exhibida por la izquierda armada, sin ninguna revisión pública siquiera parcial. Se sienten vencedores militares olvidando que la política es la continuación de lo militar por otros medios. Esa historia oficial de camaradería que pone en el mismo nivel a fascistas, nacionalistas, más liberales, menos liberales, anti-constitucionalistas a plazo, ejecutores de prisioneros, ladrones de niños y chantajistas económicos es una vergüenza  y falta de carácter militar que no pueden ser justificadas por las acciones enemigas. Es algo que también afloró y enseña para el futuro esperando su relato. Es tiempo ya, con pesimismo lo digo, que las diferencias dentro del campo militar estatal sean aproximadas y entendidas, colaborando a su visualización. Si no, habrá que esperar tristes quemazones de servicios de inteligencia extranjeros, pedidos de jueces ajenos y a que los documentos indefectiblemente hablen por boca de investigadores, quienes escribirán desde su ideología, lugar y tiempo.

          Las amenazas del régimen carcelario contra la supervivencia ocupaban mucha dedicación, la ausencia de líderes viejos  transformados en rehenes y paseados por cuarteles complicaba los equilibrios, si bien los puso al margen de los líos políticos internos como dijo Mujica. Florecieron las fracciones y las teorías insustentables salvo por los propios deseos de teorizantes, las creencias, los rumores y los ataques personales. Los resultados de  las polémicas en el exterior, las diferencias que culminan tragicomicamente en condenas a muerte, cuando el abandono de la lucha armada por la política a largo plazo era sinónimo de traición, se trasmiten por los canales correspondientes a los presos que se alinean demasiado rápida y religiosamente guiados por sus afectos, lealtades personales y algún marco de racionalidad, siempre coloreada por el afán de vivir, actuar, ser humano aún entre rejas.

          Sin embargo, las estructuras del pasado pocas veces se vulneraron, las preguntas y las dudas se reservaron, postergaron o anularon. Demasiados varones presos políticos uruguayos se llamaron a la discreción, a que su piso se moviera lo menos posible y esperaron.

          Al interior, saltaban remarcadas todas las diferencias anteriores. En el MLN, los autocríticos marxistas más o menos leninistas competían con las visiones del viejo movimiento con acentos nacionalistas tentadas a marcar errores tácticos antes que estratégicos o ideológicos. En el PC, luego PCU, aparecían los filosoviéticos  destacados frente a otros más abiertos, siempre en el marco de una muy rígida disciplina. En el PVP, las más viejas banderas anarquistas no habían muerto y se entremezclaban con las visiones marxistas según  lecturas de Althusser y Harnecker. En el PCR, las visiones pro frente antifascista y las favorables al frente nacional medían fuerzas. Las polémicas interesantes se trasmutaban en algo diferente al oro, definían campos irreconciliables. La falta de lecturas matizadas, la abundancia de citas de memoria contribuía a las discusiones sin tonalidades, en blanco o negro. El clima era sordo, desconfiado, cortante, con más seguridades y conclusiones anticipadas que matices y dudas.

          Cada grupo intentaba estar en trabajos administrativos, cocina, panadería, jurídica, sanidad, informativos trasmitidos por parlante, como forma de estar en “contacto”, captar ondas, información, manejar instrumentos de poder, tener “fajineros” que pudieran recorrer las distintas planchadas, autorizados para abrir ventanas de las celdas, entregar objetos era de importancia primordial, en reproducción cercana del teatro fuera de rejas. Tengo la impresión – o el deseo- de que este tironeo fue aflojando al avanzar los años de encierro.

            Puede afirmarse que las relaciones, el saludo, las amistades, las conversaciones, el intercambio de lecturas, de víveres, se fueron agrupando por un lado en torno a lo que podría llamarse vieja izquierda libertaria, autónoma, más o menos nacionalista, antiautoritaria, con importantes matices, más o menos cercana al marxismo, antidogmática, que había estado en la génesis de casi todos los grupos radicales de izquierda, en el coordinador tupamaro,  y por otro, las afinidades filosoviéticas, dogmáticas, más librescas, leninistas, trotskistas, generalmente de generaciones más jóvenes.

          Un ejemplo extremo de este clima merece ser contado: cuando la URSS y China se enfrentan   con armas, ya sea entre chinos y vietnamitas, en Africa entre tropas cubanas y guerrillas armadas por China, algunos integrantes del PCR, siguiendo la línea internacional del Estado chino, señalaron a la URSS como la promotora de la tercera guerra mundial, el imperialismo más agresivo y el enemigo mayor de los pueblos. La hecatombe fue grande en el penal. El aislamiento de tales “traidores” fue inmediato cuando hubieron conversaciones de estos presos con algún oficial del Ejército. Era peligroso y sospechoso relacionarse con “los chinos” pro- frente nacional. Si bien sus planteos carecían de autonomía, tomaban datos escasos y desarrollaban estrategias contundentes insustentables en la política práctica uruguaya, tuvieron el acierto valiente de estar a pocos años de la implosión soviética y permitir examinar uno de los pilares culturales.  En el penal el filosovietismo era potente. Se lesionaba así uno de sus supuestos implícitos: que la URSS era amiga de la revolución y ésta recibiría sus solidaridades inmediata y  generosamente.

          Ahora bien, ninguno de los “traidores antisoviéticos” ni sus fiscales “imperialistas” vivieron diferencias carcelarias. Siguieron siendo los mismos peligrosos para los carceleros que observaban con atención y algo de asombro tales duros enfrentamientos verbales y todos cumplieron estrictamente sus penas dictadas por la Justicia militar, tal como hicieron todas las variedades de la fauna ideológica encerrada.

          Ingrato el trabajo político con militares: falló otra vez un intento desde el exterior de las fuerzas, esta vez de promover una corriente de oficiales antimperialistas, como había resbalado el reconocimiento de los redactores militares de los Comunicados 4 y 7 al apoyo brindado por parte de la izquierda y la CNT.

          Los guardias desempeñaron su papel amenazante y aplicaron castigos particularmente en la “isla”, en casos hasta la muerte, practicaron requisas personales y colectivas, selectivas casi siempre, pero también al barrer. Dependía de la División de Ejército a cargo del Penal y del cuartel particular tristemente famosos los del cuartel de ingenieros Laguna del Sauce, y en un trato más distendido los de Florida,  por ejemplo. Todo esto en el marco de una vigilancia discreta, a la distancia, o a través de los probablemente pocos colaboradores, escaso o nulo trabajo de inteligencia como ya era costumbre, esperando reacciones que podrían ser suicidas en más de una oportunidad. No se produjeron casi acciones de resistencia, violentas o pacíficas, ni admisión de delegaturas al estilo de algunos penales argentinos. Las salidas de un marco (aparentemente) tranquilo, rutinario, casi bucólico, cuando hubieron, fueron individuales y duramente reprimidas.

          Tales salidas de madre, en su mayor parte fueron generadas por abandonos de pareja, muertes de seres queridos y huídas diversas hacia delante que no me atrevo ni puedo describir.  Como es sabido, una pérdida afectiva, una soledad, puede poner frente al abismo, al suicidio, generar la sensación de que ya no importa nada, o que los riesgos desaparecen y el futuro es hoy. En mi caso fue catapulta.

          Luego de seis meses de un conducido y ojeado vagar, con el viejo colchón colorado de resortes, querido principesco inmenso mamotreto inmanejable y pocas veces utilizable, de La Paloma al Fusna, luego al Antiaéreo, en una “heladera” – camión de transporte de prisioneros- arribamos a las playas de Kiyú, al Establecimiento Militar de Reclusión Nº 1, el penal de Libertad, donde fuimos rebautizados como el  “1501”, el quince cero uno. No sale nunca a la quiniela.  Las recomendaciones y prevenciones de Rojo 7 bravo (el entonces Mayor Gavazzo a quien los milicos rasos del Cerro quemaban su alias)  implicaban la espera de acontecimientos – a ver si aparecía información sobre este tipo- y la más rigurosa incomunicación rota sólo dos días por error, cuando se me permitió salir al patio del Fusna junto con otros presos, lo que fue prontamente corregido. Las actividades incluyeron el mirar por un agujero en el techo de la celda, que oficiaba de respiradero, algo de gimnasia,  alguna visita de un oficial fusilero con curiosidad por el compartimentado, dejarme el bigote, lectura que algún guardia permitió llegar desde el patio de los presos- que debía durar lo más posible a razón de una o dos páginas por día- luego lecturas traídas por la familia bajo censura, enterarme por una nota minúscula en una revista que se había formado el ERP 22 de agosto apoyando al peronismo de 1973.

          Los apuntes de Hidráulica no pasaron porque eran jeroglíficos matemáticos y podían estar en clave. Un chiste gráfico en una revista científica cuyo nombre no me acuerdo me divirtió y regaló tiempo. Se preguntaba: ¿cómo se imagina un pichicome a un cubo? La respuesta era: como un cajón de tablas clavadas, y ¿cómo se imagina un científico a un cajón de tablas ? La respuesta era: como un cubo. La cosa dio para divagar sobre la imaginación y las clases sociales, la teoría y los teóricos y reírse de los ingenieros.

            Pero recuerdo poco más sobre las actividades bajo la luz eléctrica. Cagar de mañana en la lata de leche en polvo, diarreico, guardando los resultados del frío y la tensión, con tapa apretada y afortunadamente sanitaria. La ducha semanal era una fiesta. El baño compartido de una pensión a la que voy hoy por laburo se parece al baño del Fusna. La llegada oportuna al penal, a la “isla” de hormigón, con  ventana y un biorse para cagar fue maravilloso, junto con la degustación de la tumba con boniatos y  papas, increíble, que luego supe cocinada por los presos.