Comentarios Sobre
Imperio, de Michael Hardt y Antonio Negri
La tesis central de Imperio
es la génesis, al fin del siglo XX y a partir de la guerra del
Golfo (1991), de un Imperio global cuyas fronteras son las del planeta,
que sustituye a las rivalidades interimperialistas, y pone cotas decisivas
al poder de los estados nación. Frente al Imperio, vive la multitud
–gentes explotadas, pobres, “la clase de los operarios (obreros) del
trabajo inmaterial” - que con su potencia enfrenta directamente al Imperio,
sin mediación.
El libro da un ordenamiento teórico a una cantidad de fenómenos
que interesan, como el fundamentalismo (islámico y otros) y sus
respuestas, la desaparición como sujeto social y político
determinante de la clase obrera organizada, la aparición de una
policía mundial legitimada por morales, la reaparición
del concepto de “guerra justa”, o la intervención justificable
para prevenir agresiones o bajo preceptos morales humanitarios, una
visión de la “globalización” caracterizando al imperio
como un fenómeno global sin exterioridades.
Escrito desde la filosofía política, apto para diversos
lectores, con intenciones prácticas, el libro puede leerse por
partes. El rescate de la filosofía para la izquierda es otro
vértice muy saludable del libro. Y allí se encuentra todo
un debate con la dialéctica y los modelos de pensamiento al uso
en la izquierda desde hace ciento cincuenta años. Discute la
competencia de la dialéctica en la situación imperial
asentándose en Spinoza, Maquiavelo, Marx y sobre los desarrollos
filosóficos deconstructivos. En particular, da varias vueltas
de tuerca respecto a las teorías clásicas del imperialismo,
fundadas desde fines del siglo XIX y comienzos del XX (Hilferding, Lenin)
y sus particulares continuaciones más hacia 1960 con André
Gunder Frank, Paul Baran, Harry Magdoff, Imanuell Wallerstein y más
acá Samir Amin, entre otros. Es novedoso respecto a lo que manejamos
en los sesenta y setenta, en particular revisa lo que podemos denominar
las teorías dependentistas, si la nación es determinante
para acumular fuerzas
contra el imperialismo, si la contradicción imperialismo-nación
es la principal o determinante para encaminar nuestras vidas, como afirma
generalmente la izquierda más apegada a su pasado. A la vez,
recorre enfoques y gestos que es imposible separar de aquellos que recorrieron
Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, o de algunas páginas
de Bakunin.
La originalidad mayor, y la clave de su interés es la que formula
un crítico liberal: acude al problema – la interpelación-
del anquilosamiento teórico de la izquierda en su fórmula
tercera vía, y yo agrego, socialista democrática, capitalismo
nueva potencia de estado chino o vía cubana.
Tal vez sólo podía formularse el Imperio desde los países
centrales, desde donde se ve mejor el poder en red y el dominio, la
partida de ejércitos moralmente legitimados, las respuestas islámicas,
los movimientos migratorios, la extensión hasta las fronteras
del globo, sin exterioridades. Esta perspectiva no es fácilmente
adquirible desde naciones agredidas, intervenidas, deudoras, más
circunscritas, como las de América Latina.
Interesa el texto a la vista de la derrota o la necesidad de cambios
estratégicos en las naciones deudoras al borde del “default”,
luego de haber pasado por las guerras antiimperialistas, la opción
guerrerista socialismo o fascismo en América Latina, por los
frentes nacionales con la burguesía o el pueblo al frente.
No es posible ya lograr la autodeterminación nacional ni siquiera
en el ámbito capitalista, cuando menos en el democrático
avanzado o socialista. Declarar guerra y acumular fuerzas nacionales
parece tener un destino, por lo que se deduce que reivindicar la vida,
el derecho al trabajo y ocio, la equidad, en los marcos del estado nación,
en la situación actual, conduce más tarde o más
temprano a un estado nación dictatorial o autoritario.
Los ejemplos de Cuba, Irán, Irak, Siria, Corea del Norte, díscolos
frente a la policía mundial, son también ejemplos de regímenes
opresivos, por lo que tomarlos como punta de lanza o ejemplos a
defender no puede sostenerse. Sólo en caso de invasión
imperial, puede reivindicarse su derecho a no ser invadido pero rechazando
su política interna, en ejercicio de pensamiento multilateral.
La intervención de tropas cubanas en Africa apoyando guerrillas
amigas pudo hacerse en el marco de la guerra fría, bajo y por
la sombrilla soviética.
Pero, la guerra fría ya fue.
Un agradecido reencuentro
con la filosofía
Una de las bases filosóficas
de Imperio es el retorno a Baruch de Espinosa (Spinoza en la denominación
usual) En particular, Toni Negri critica la dialéctica hegeliana,
llegando a denominarla una “teodicea” idealista trascendental “una justificación
de la acción divina de la historia por la cual en el negativo
viene contenido el positivo. Y, desde este punto de vista... no se puede
hacer el Mal pensando que luego va a estar Bien” (en Contrapoder, del
Colectivo Situaciones) Se implica en esta visión al materialismo
dialéctico, inversor de aquélla, o, más precisamente,
al modelo, al movimiento del espíritu que Hegel le sirve en bandeja
histórica al lector atento que era Marx y éste asimila
aplicándolo a la lucha de clases y Engels induce, en páginas
que mejor es olvidar, imponiendo el movimiento contradictorio a la naturaleza
y la ciencia.
No puede sostenerse en general la dialéctica hegeliana en la
naturaleza o en las ciencias duras. Puede visualizarse en contextos
abstractos tal vez, o limitados, en que partículas positivas
existen y partículas negativas también e interactúan,
en lo finito como resultado de operaciones con infinitos en el cálculo,
pero no se ve el devenir hegeliano.
De lo que se trata aquí es acerca de cómo concebimos la
naturaleza y el pensamiento. En elección práctica, me
afilio a distinguir el ser del pensar, sin considerarlos sustancialmente
diferentes (el viejo problema de si hay dicotomía entre materia
e idea)
En la física contemporánea se sabe desde hace varias décadas
que la ciencia construye/manipula la estadística para hablar
de un estado de la materia. La termodinámica y la mecánica
cuántica hablan sin certeza, la probabilidad es su aproximación
a la materia que estudian, el investigador interviene en el fenómeno,
la metáfora poética sustituye al axioma y la definición.
Hay extenso convencimiento empírico para avalar la distinción
de la materia en estudio del modelo de pensamiento que la ataca, la
modifica y se va modificando. Es recordada la burla de Hegel respecto
a la prevención kantiana sobre el conocimiento: “no quería
tirarse al agua antes de saber nadar”.
La filosofía analítica del discurso al afirmar que todas
las prácticas son discursivas, no rompe la dicotomía ser-pensar,
ni avanza más que otras visiones hacia esa materia que el pensamiento-actividad
humana intenta atrapar, ni dilucida necesariamente mejor la práctica
humana. Disuelve la distinción, permite la formulación
de sistemas de categorías expansivas que promueven un punto de
partida analítico. Postula sus consideraciones: todas las prácticas
son discursivas. Tal vez la deshumanice o quite por definición
la posibilidad del pensador de ser participante, de involucrarse en
el cambio. Es seguro que evita “la justa ira del pensamiento” (expresión
de Héctor Massa). Establece un nuevo marco, un juego de lenguaje,
una teoría configurada en un “campo de la discursividad”, campo
de batalla social investigado por un sujeto analítico- el analista
privilegiado (Ver Laclau-Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista).
En el afán analítico puede perderse de vista que los participantes
de una práctica discursiva se relacionan, hablan, midiéndose,
siendo el poder “verdadero regente de lo que los hombres hablan entre
sí”. Para el profesor Héctor Massa, quien escribió
esto poco antes de su muerte, “los comportamientos desdeñados
por el poder son los únicos que podrían hacernos ver el
mundo como el trasfondo ultracontractual de todo acuerdo”, de todo juego
de lenguaje, de lo que “los hombres hablan entre sí”.
A esa lucha inmemorial de
la filosofía por atacar la materia podemos aquí recordarla
desde Descartes asimilando la cosa a su idea, con Kant cuando establece
sus modelos para pensar y sus limitaciones ante lo existente, la reacción
hegeliana en el pensamiento, modelo sin límites cuyo autor exige
continuar hasta lo absoluto, mediando el en sí y el para sí
para la aprehensión de la naturaleza ajena al pensamiento; contemporáneamente,
la “deconstrucción” del racionalismo, discutiendo la capacidad
del concepto para esa aprehensión y la imposibilidad de la representación
y sentido, más acá la filosofía del sujeto analítico
que prescribe la ausencia de sujetos y la centralidad del lenguaje,
y en otras vetas la postulación del plano de inmanencia del pensamiento
positivo. Esto dicho sin pretensiones exhaustivas.
El ser y el no ser carecen
de dinámica conjunta general en la naturaleza. En cambio, la
dialéctica hegeliana o la negatividad (no ser) funciona y cómo
en los carriles del pensamiento, o en un campo discursivo que expresa
e incluye cierta práctica humana y objetos materiales. El discurso
puede ser denominado “material”, pero es un apodo de su autor. Otros
serían “real” o “ideal”. Es un modelo para pensar y, redundante
esto, una práctica humana material. En particular, la advertencia
de Marx de que el ser social determina la conciencia de los seres humanos
abre el camino a la consideración materialista de la práctica
humana bajo un modelo dialéctico de tipo hegeliano.
Pero, la alarma de Negri –fuera de Imperio- de que en una acción
mala puede estar contenido el bien, invalida el modelo dialéctico
general en el campo moral y práctico- podría así
justificarse la tortura del enemigo capitalista. Sin embargo, fue el
camino trazado muchas veces desde el materialismo histórico,
por Marx aprobando el bien del desarrollo capitalista de la India a
través del mal de la explotación y destrucción
de las formas autóctonas de producción. Y por algún
adepto al Diamat (Materialismo Dialéctico soviético) Habría
que trazar límites al mal moral e incursionar en la ética,
sin considerarla instrumento de dominio (¿es posible?). Ese capítulo
no está incluido en Imperio, ni fue tema clave para Marx, focalizados
en los movimientos de la multitud y las clases sociales, respectivamente.
La representación
del partido
En la línea de pensamiento
dialéctica, el proletariado que visualizó Marx en la Comuna
de París y en las revoluciones europeas de mitad del siglo XIX,
fue señalado como el verdugo de la burguesía, su polo
dialéctico contrario cuya contradicción desarrollaba y
terminaba con el capitalismo, con una mediación socialista, generando
luego otra cosa que parecía final, el comunismo, aunque Mao tuvo
la sensatez de afirmar que venía otra contradicción, luego.
Al comienzo del siglo XXI, no mantienen los trabajadores manuales e
intelectuales ese papel tan decisivo, combativo en la política,
aunque pueda discutirse todavía la validez o no de la teoría
marxista del valor, aquella que indicaba al trabajo necesario para producir
las mercancías y servicios como determinante de su valor de cambio
en el mercado, punto de partida para redefinir hoy la explotación
del hombre por el hombre. En la política del siglo XX, desde
la sociedad han aparecido diversos sujetos políticos – o sujetos
indeterminados - fuera de la relaciones productivas directas, aunque
explotados- más contundentes que el proletariado social organizado,
que se ha contentado o visto limitado a sobrevivir en el capitalismo
y marcarle ciertos límites reivindicativos, aún éstos
con gran dolor y pérdida. A la altura de la historia de Lenin,
líder de una fracción pequeña del partido socialdemócrata,
de un país en guerra, con el estado zarista distraído
por lo mismo, con un palacio de Invierno al alcance de un golpe de mano
de tácticos originales y determinados como Trotsky , luego de
un timorato interludio producido por la revolución de febrero,
con la imprescindible- siempre- audacia, una visión correcta
y decisión para salir de la guerra imperialista, el reducido
grupo bolchevique hecho partido a nivel de las Rusias, forma, consolida,
dirige con lucidez táctica los espontáneos comités-soviets
de obreros y soldados y toma riendas del estado. Luego, el novel partido,
que recoge amplias simpatías entre los explotados del mundo,
al mando del disciplinario ejército rojo que debe enfrentar los
ejércitos coligados invasores y los derrota, se siente legítimo
representante del proletariado, los campesinos y todos los explotados,
aunque había faltado la revolución en Alemania. Pero,
cuando un partido se ha creído la representación del proletariado
y el pueblo, termina por asumir la representación de sí
mismo.
Cansado tal vez de darse contra el muro, en la cárcel (aparentemente
hasta octubre del 2003) desprovisto de su inmunidad parlamentaria con
votos del partido comunista italiano, recolocando nuevas y viejas tesis
-así se desarrolla el pensamiento- Negri mira más bien
al futuro, jerarquizando al militante comunista de la primera hora,
proyectándolo.
Spinoza y Hegel
La multitud, para Negri,
es un sujeto (o mejor, multiplicidad de sujetos irreducibles a uno )
“positivo”, se desarrolla por ella y en ella, en su plano propio de
acción, en forma inmanente, sin objetivos ni visiones trascendentales,
es mujer. Es aquí donde talla la influencia de la ética
de Spinoza, recolocado por Negri, incitando a pensar y ser por nosotros
mismos, debiendo resignificarse aquello de “el amor de Dios hacia los
hombres y el amor intelectual del alma hacia Dios son una sola y misma
cosa”. Esa identificación de dios, naturaleza y alma humana puede
ambientarse contemporáneamente al asumirse que la naturaleza
es Dios y que en ella está la determinación de sí
misma, sin titiriteros. Ni Dios, ni el imperio son titiriteros de los
países y la multitud. Ni Dios ni el Estado. Porque no hay títeres,
todos son actores en el Imperio. No hay causas externas a la naturaleza,
son las causas eficientes internas, su ser mismo que contiene su vida
y su futuro. Spinoza piensa que ello está determinado, no habría
libertad fuera de esa determinación, pero incita, se ha dicho
más que ningún otro filósofo, a la actividad intelectual,
al ejercicio de la libertad del intelecto como la más alta actividad
humana.
Hegel es también un incitador al desarrollo del pensamiento,
“nada se pensará demasiado grande de la magnitud y el poder de
la inteligencia”, la elevación del concepto, del saber, desplegándose,
negándose, desarrollándose hacia el saber absoluto es
el camino que señala. También dentro de su método
dialéctico jerarquiza las contradicciones propias, pertenecientes
a su plano de desarrollo, del pensamiento con sus opuestos. Así
lo hace también cierta línea del materialismo histórico
descendiente de Hegel, cuando afirma la determinación de las
contradicciones internas de un campo determinado, de un país
por ejemplo, sobre las otras.
Pero ¿en qué se apartan Hegel y Spinoza?
Ambos son sistemáticos, más el primero, incitadores a
la aventura de pensar, hablan del amor por el conocimiento, ambos prestan
atención al desarrollo propio del sujeto. Se apartan cuando tratan
los fines y métodos. Trascendencia y elevación del pensamiento
hacia dios del alemán, la unidad de dios-naturaleza y el sujeto
pensante en el holandés. El sujeto en su particular movimiento
dialéctico por un lado y la potencia subjetiva que construye
por el otro. Hay un camino metodológico- la dialéctica
de los contrarios en Hegel, se registra el método axiomático-racionalista-matemático
en Spinoza, mientras en su contexto dice que sólo Dios o la naturaleza
es libre. El judío expulsado de la sinagoga, el incitador al
amor intelectual por la naturaleza-dios es predeterminado, más
ambiguo que el profesor de Berlín, pero se libra del Estado y
lo absoluto trascendente.
Dialéctica hegeliana y dialéctica de dos
¿En qué entronca
Spinoza con la situación del materialismo histórico al
comienzo del siglo XXI? En que es difícil sostener el desarrollo
dialéctico a la Hegel, por ejemplo entre proletariado y burguesía,
entre imperialismo y nación, en el sentido de que se estuviera
produciendo una nueva síntesis y una nueva contradicción,
si nos atenemos a los hechos testarudos. Es una de las claves del interés
por Imperio. La burguesía no se ve jaqueada por su supuesto antagonista,
ni los Estados militares centrales ven otra cosa que connivencia y coexistencia,
sin peligrosas derrotas militares, si bien con tránsitos destructivos
y dolorosos y ascensos de dictaduras soberanas de nuevo tipo. La burguesía
enfrenta nuevas amenazas en campos civiles. Lo que sí puede sostenerse
es la existencia de contrarios, oposiciones, disputas, competencias,
negaciones, guerras, muerte, pero cuesta ver el desarrollo a lo Hegel
en estos movimientos históricos. Estudiando a Marx, el filósofo
italiano Della Volpe y antes Croce, habían ya introducido la
distinción entre oposiciones reales y dialéctica, inspirándose
en Kant. Sin embargo, Marx fue hegeliano, aún en El Capital,
pero esto no es novedad, ni me interesa en este momento discutirlo.
Lo que sí me importa es la confusión entre dialéctica
y negación que exhiben sostenedores de la dialéctica materialista.
¿Por qué el retorno a Spinoza?
Con la “positividad de las luchas” spinoziana, Negri hace una elección
filosófica tal vez rindiendo tributo a tentaciones sistemáticas
y anclajes filosóficos. Spinoza con su unidad dios-naturaleza-alma
humana sustancial abre el camino a pensar el Imperio, que engloba todo,
sin exterioridades. La multitud, en su avance propio, “positivo” se
enfrenta, según Negri, directamente al Imperio, sin mediaciones
“evaporando la dialéctica”. Sin embargo, la “multitud” y en particular
los militantes por su sola existencia niegan el imperio- el contraimperio-
y afirma su reivindicación de ciudadanía global al mismo
tiempo. Si esa negación y afirmación pudieran ser aisladas
en un proceso dialéctico, ello pertenecería al campo de
la metafísica hegeliana.
Y sería con malas consecuencias prácticas el señalamiento
de la “contradicción principal” imperio-multitud, concluyendo
que todo lo que ataca al imperio, sea mullah islámico, partido
baathista, Bin Laden y su red, los intereses franceses en Iraq, los
díscolos sionistas o el régimen cubano, deben ser apoyados
o mirados benévolamente. No corre aquello de que el enemigo de
mi enemigo es amigo (no-no-sí).
En La anomalía salvaje, estudio entusiasta y erudito sobre Spinoza
que Negri realiza en diversas cárceles italianas, es trazada
la línea Spinoza-Maquiavelo-Marx en el mapa filosófico,
considerándola una línea materialista, societalista, inmanente,
de enfrentamiento de la potencia social (multitud) contra el poder.
Hay en estos tres autores indudables puntos de contacto, particularmente
por el acento en la emancipación humana como
obra de humanos, bienvenida en estos momentos en que el Estado es tan
visualizado como autónomo de la sociedad “civil”, hablándose
de las instituciones como de otra cosa, preparándolas, sobredeterminándolas
para el dominio. Debe señalarse además, como los libertarios
suelen hacer, que el poder actúa en la potencia de la multitud,
en su diversidad, y no sólo enfrente. Pero, ¿puede pensarse
a Marx sin Hegel? ¿puede pensarse Marx sin una lucha de clases
contradictorias? En las ambigüedades del gran militante se estrelló
Althusser. No hay por qué elegir sólo una cara entre las
múltiples de un pensamiento denso, plegado y estimulante, si
deseamos una filosofía concreta.
La contradicción principal
Una política puede
ser negativa de otra, sin entrar en el camino marcado por Hegel, de
tesis, antítesis, mediación y síntesis. Como trasluce
Adorno, la negación de la negación no es necesariamente
una afirmación. Es simplificador y generalmente separado de la
práctica humana- praxis-, el aislar metafísicamente una
contradicción, aunque pueda hacerse a efectos analíticos.
No estamos en el campo de la lógica formal o de sistemas sugerentes
tipo Ciencia de la Lógica, que son, simple y complejamente, modelos
para pensar, caminos para el desarrollo del pensamiento en la matemática,
la lógica o el discurrir filosófico. Un ejemplo de aislamiento
metafísico es señalar a una contradicción como
“principal que determina todas las demás contradicciones” al
decir de Mao, los manuales materialistas dialécticos y sus otrora
influyentes seguidores. Así, en el Uruguay de 1973 se elevó
a principal la contradicción “oligarquía-pueblo” y, al
aparecer gente armada estatal con alguna inclinación “antioligárquica”
debieron ser apoyados coherente y “críticamente” invitándolos
a ser pueblo, mientras ellos barrían con los rebeldes y la democracia
vigente. Hubiera sido más provechoso plantear un conjunto de
negaciones, ordenadas, y afirmaciones, ordenadas, a los poderes con
iniciativas antioligárquicas y antidemocráticas.
La positividad y el sentido
de las luchas
Contra Adorno, Horkheimer,
Benjamin, Derrida, la “fase deconstructiva de pensamiento crítico”:
“... lo que está claro en todos estos casos, es la incomprensión
del marxismo y la indisponibilidad a la lucha.....ellos no saben concebir
que existe la positividad de la acción, de las luchas, de los
movimientos proletarios que construyen la historia, y que representan
la génesis continua de la producción del mundo” Negri
en Contrapoder.
“Después de Auschwitz, la sensibilidad no puede menos de ver
en toda afirmación de la positividad de la existencia una charlatanería,
una injusticia para con las víctimas, y tiene que rebelarse contra
la extracción de un sentido, por abstracto que sea, de aquel
destino trágico”. Theodor Adorno, Dialéctica Negativa.
Lo de “indisponibilidad a la lucha” e “incomprensión” vamos a
dejarlo, Negri.
La cólera y la rebeldía son humanas, la definición
o significación de sentidos es también humana. Sentidos
abstractos, abstrusos,
correctos, elegidos por sus creadores y portadores, por ejemplo, proletariado
y burguesía alemanes, conducidos por el partido nacional-socialista,
personas corrientes que participaron o hicieron la vista gorda con Auschwitz.
¿fue positiva o negativa esa actitud? ¿importa contestar
a esta pregunta? Sí, apuntemos a la filosofía concreta,
aunque debamos antes atravesar “la helada inmensidad de la abstracción”
(Benjamin).
Si “positivo” tiene connotación “buena”, esos alemanes se construyeron
un mundo, decidieron expandirlo, y, para ellos fue bueno, tenía
un sentido. La existencia no es positiva en general, es positiva o negativa
en particular, como no es buena o mala en general. Se tiene o no sentido
también en particular. Es extraño que tanto Adorno como
Negri, impulsores de filosofías concretas, más nominalistas
el segundo, negativas constructivas y enemigo de las abstracciones conceptuales
el primero, caigan en este tipo de sentido abstracto. Si “positivo”
es poner proa a un telos, hacia un objetivo de la vida, Negri se estaría
contradiciendo, va contra el desarrollo inmanente, sin objetivos trascendentes,
de la “multitud”. Esa positividad inmanente parecería arrastrar
el objetivo comunista, en Imperio.
Si “positivo” es construir el mundo, bueno, hay muchos mundos en construcción
y alguno de ellos debería ser ladeado.
Si “positivo” es vivir y morir, se vive y se muere en y contra el capitalismo,
se vivió y murió a favor y contra del nazismo. No veo
a la “multitud”, múltiples sujetos, construyendo o destruyendo
en un solo sentido.
El lenguaje es inapropiado o insuficiente, y la geometría puede
enseñar metafóricamente que hay sentido positivo y negativo
en cada dirección, pero hay infinitas direcciones. No ayuda en
este problema el considerar como inmanente al plano del pensamiento.
El sistema filosófico
Un sistema es válido
por sí mismo, también es “real”, o, como cómicamente
se afirma, puede ser “material”, pero aquí estamos
hablando de filosofía de la práctica, de la vida humana,
de su experiencia, de su futuro, no de fundar la biblioteca. La dialéctica
hegeliana y otras ofrecen método de análisis, vía
al pensamiento; el materialismo dialéctico ofrece concepciones
hegelianas,
materialistas siglo XIX para interpretar el mundo humano y naturaleza.
Los filósofos nunca comienzan de cero, distinguen, discuten,
apropian conceptos anteriores, recolocan conceptos y, los mejores crean
conceptos, más abiertos, más cerrados. Otros se cuidan
de la abstracción concentrándose en las individualidades
concretas.
Algunos se someten a la “tiranía del concepto” y a la obligación
del sistema, creando sistemas de pensamiento totalizantes, de los que
previno Adorno en su Dialéctica Negativa, instando a la filosofía
concreta.
En Imperio, se aguarda alguna nueva Comuna de París, no hay un
trazado y prospección de las luchas. Es un llamado, es muy bueno
que lo sea.
Si un pensamiento es científico, en el sentido que rebatible
con experimentos, nuevas observaciones, levantamiento de incongruencias,
no es relevante. No importa extender discurso acerca del carácter
científico o ideológico de tal o cual texto de Marx, como
se entretuvo Althusser investigando su “ruptura epistemológica”
hacia la ciencia, al leer El Capital o inspirando a Harnecker manuales
estructuralistas de la “ciencia del materialismo histórico”.
Todo el pensamiento debería ser rebatible, salvo los sistemas
cerrados, o las religiones; mejor, debería ser colocado frente
a su contexto, relacionado a los problemas que trata. El pensamiento
en filosofía de la práctica es resolución de problemas,
es resolverlos para lograr mundos habitables, amables. Y aquí
deberíamos pensar para refundar la rebeldía, el ejercicio
de la libertad, el combate a la explotación, la sensatez ambiental
(“positivas”). Simultáneamente, el problema que nos ocupa es
cómo retomar la senda anticapitalista, negando el dominio del
ser humano sobre la naturaleza, el fin de la historia y el fin de la
filosofía (“negativas”).
Deleuze y Guattari dicen que no son los sistemas los que han caído,
sino un concepto de sistema. Adorno plantea el antisistema. Los tres
autores señalan con insistencia al movimiento del pensamiento.
Imperio nos ayuda en
esto.
El sujeto revolucionario
Toni Negri ata estas nuevas
realidades con el movimiento, el despliegue desordenado y descentrado
de los pobres, estructurales
de la multitud, enfrentados al capitalismo presente (¿qué
significa tardío?) con toda su potencia propia, sin caminos trascendentes
y prefijados, con objetivos como el de la ciudadanía global,
un ingreso social, la reapropiación de los medios de producción.
En esta concepción hay problemas que tienen que ver con la abstracta
“multitud”, sólo significable en Imperio como el conjunto de
los “pobres”, más precisada por Negri en Del Retorno señalándola
como “la clase de los obreros del trabajo inmaterial”.
Parece ser que los autores no desean considerar a la multitud de pobres
como un sujeto, pero la significan como la causa primera descentrada,
por su vivir, y su voluntad, del desarrollo. Es una abstracción
de difícil manejo práctico y una visión posmoderna
acerca del sujeto. No existe un sujeto demarcable (Laclau trabaja en
este sentido también) y es un síntoma del paso de la modernidad.
Para aquellos que hemos gastado tiempo en buscar los sujetos alternativos
al grupo armado, pasando por el partido político marxista, la
clase obrera organizada, el conjunto de movimientos contemporáneos,
de género, ecologistas, por la tierra, etcétera. No son
los partidos políticos, ni el proletariado, ni los grupos armados
de vanguardia ni los nuevos/viejos movimientos y son todos ellos y se
cooptan en la notoriedad y el radicalismo. Según Imperio, la
potencialidad está en los pobres, cuando están en esos
encuadres, entrando y saliendo. Están, pero no están representados.
De esta manera, parece que la multitud no sería un nuevo sujeto,
sino una potencia en movimiento irrepresentable, irreducible a la unidad.
El Imperio y su exterior
La repostulación de
la visión inclusiva de Spinoza y algunas constataciones contemporáneas
en el ámbito de las comunicaciones, la producción de mercancías,
de cultura, de valores confluyen a considerar al Imperio como sin exterioridad,
siendo su futuro determinado por las luchas interiores, es decir, las
de la “multitud” contra el “poder”. Esto parece ser una extrapolación
de agudas observaciones concretas, pero es una postulación abstracta
que merece la verificación permanente.
Sin duda es de la mayor importancia práctica considerar a una
comunidad determinada dentro o fuera del Imperio. Sus estrategias serán
diferentes en uno u otro caso.
El medio ambiente
No parece que los autores
se dejen llevar por la mistificación del desarrollo de las fuerzas
productivas, sin ataduras. Sin embargo, no mencionan los efectos ambientales
del desarrollo capitalista, ni sus riesgos. Aparentemente sostienen
una visión de desarrollo “progresista” a cargo de la multitud
y los militantes.
Esta temática ambiental puede ser vista como que es exterior
al Imperio, hay muchos militantes ambientalistas que se postulan como
exteriores al Imperio, modus vivendi del capitalismo. Si bien este capítulo
falta en la obra, podría inducirse que las reivindicaciones ecológicas
son funcionales al Imperio, así como las ONGs humanitarias.
Dos críticas
Interesa comentar Imperio
a través de dos críticos que actúan desde dos diferentes
bibliotecas: el socialista liberal Mitchell Cohen y el antiimperialista
Atilio Borón.
Una
La caracterización del arribo a una época “posmoderna”,
mientras Hardt y Negri se esfuerzan por señalar la ideología
posmodernista como funcional a la situación imperial, apta para
la hibridación y la diferenciación, no le importa a Cohen,
quien a veces da la impresión de no haber leído con detención.
Tampoco se detiene
en la observación de los autores de que el islamismo enfrenta
al imperio, que no se desliza en aprobación, salvo aplicando
la máxima del tercero excluido: el enemigo de mi enemigo es amigo.
Cohen insiste en que los islámicos están en la misma barricada
de los autores de Imperio. O que Chiapas, el fundamentalismo y la plaza
Tiananmen están juntos por estar “en contra de”. Pero no parece
ser así, o al menos no debería, si se abandona el pensamiento
totalitario, ese que enuncia al “fenómeno” islámico y
al “fenómeno” imperial como uno y único y deben ser evaluados
como una totalidad cada uno para pronunciarse desde las propias categorías.
Sería un error epistemológico –es común- con graves
consecuencias prácticas. Será bueno escuchar más
a los autores de Imperio en sus opiniones sobre situaciones particulares.
Se corre el mismo riesgo al afirmarse en la multitud, un supuesto ente
inaprensible, salvo en su caracterización teológica de
“pobres”.
Es discutible la postulación por parte de Imperio de los fundamentalismos
como fenómenos posmodernos, nuevos – Cohen rechaza su novedad.
Pueden sí ser considerados como respuestas a la modernidad agresiva,
puede suponerse que es un síntoma atrapado por el sistema imperial,
a beneficio del mismo.
Acierta Cohen cuando señala contradicción entre el camino
inmanente de la multitud hacia la ciudadanía global, que no es
voluntariamente trascendental para los autores y la visión de
Agustín de Hipona que piensa en términos de fines trascendentales
en la búsqueda de la Ciudad de Dios, (se reconoce esta diferencia
en el texto). No es un buen ejemplo, parece, salvo que se considere
la acepción de Dios como naturaleza, tan cara a Spinoza Pero
ese no es el Dios de Agustín.
Creo que la observación mayor de este crítico es el franco
reconocimiento del fracaso de la “tercera vía”, que “sólo
consistió en una manera de ajuste, la aceptación del ‘fin
de la historia’ dejando un espacio vacío en la izquierda”, que
dice intenta cubrir Imperio.
Dos
Desde una postura reivindicativa del enfrentamiento desde el estado
nación contra el imperialismo, no definido claramente en su libro,
suponemos en el sentido clásico de Hilferding y Lenin, y la nación
como ámbito defensivo, espacio para las anchas alianzas del pueblo
y burguesías nacionales en contra de las “oligarquías
y el imperialismo”, Atilio Borón sostiene la vigencia de tales
marcos y postula la concentración de poder en contados países
del mundo, en expansión, en disputa por territorios inconquistados.
Con afán esquemático y didáctico, en 1913 Lenin
sostuvo que las tres fuentes del marxismo eran la filosofía clásica
alemana, la economía política inglesa y el socialismo
utópico francés. Podríamos decir que Borón
tiene también tres nutrientes, la filosofía marxista norteamericana
de los años sesenta, la economía política del dependentismo
y el socialismo posrevolucionario a la cubana, más una subida
devoción por los clásicos que creo, Marx no deseaba para
sí. Afirma con soltura, por ejemplo, que el inspirador del topo
comunista supo abstraerse de la determinación eurocéntrica.
Se queja, en tono sistemáticamente cerrado, de las citas de autores
“tan ajenos al materialismo histórico” que aparecen en Imperio.
No soporta comprobaciones evidentes como que se asiste a la extensión
de
valores universales, el intento de legitimación de policías
universales. Menciona como legados de la modernidad “el advenimiento
del socialismo, pese a la frustración ocasionada por algunas
(sic) de sus experiencias concretas como la soviética”. Por lo
menos, benévolo, Borón (como también Hardt y Negri
en este punto).
No hay que escandalizarse si alguien afirma “la incomunicabilidad de
las luchas”. Sin ir a Niklas Luhmann, pondremos uno o dos ejemplos:
seguramente la liberación nacional de América Latina debió
incomunicarse de la particular revolución cubana, la experiencia
guerrillera argentina no pudo intercomunicarse con la guerrilla uruguaya,
la toma del palacio de invierno resultó un ejemplo único,
así como la final de Maracaná.
Como el crítico anterior, parece no haber leído algunos
capítulos
de Imperio. “Los estados nación siguen siendo actores cruciales
en la economía mundial y las economías nacionales siguen
existiendo” Es tan obvio su existencia, pero no es ésta la cuestión.
Lo que importa discutir, si deseamos cambiar, es la dinámica
de los estados nación periféricos. Discutir la dinámica
actual, si hay nuevas situaciones, no si entra o no dentro de mi biblioteca.
En su momento, fue ir a la guerra para conquistar el poder estatal en
un país, creyendo que existía el paraguas soviético,
como lo tuvo
Cuba en 1958, junto con la antipatía generada por Batista. Hoy
es ganar elecciones, pero ¿cómo actuar? ¿se debe
actuar sin frenos nacionales, ni pretender repetición? ¿completar
el proceso de modernidad incompleta? Imperio, con sensatez y respeto
por el desarrollo inmanente de las luchas, deja el asunto a una nueva
comuna de París, a una práctica que señale caminos.
Finalmente, cuesta creer que Borón apele a un furcio economicista
soberbio del socialdemócrata John Kenneth Galbraith, cuando éste
afirma que “..la globalización no es un concepto serio. Nosotros,
los norteamericanos lo inventamos para ocultar nuestra política
de penetración económica en el exterior”.
Bibliografía, por
el momento
Imperio, Michael Hardt y
Antonio Negri, Paidós, Buenos Aires 2002
La anomalía salvaje, Antonio Negri, Anthropos, Barcelona, 1993
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Aires, 2003.
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Ciencia de la Lógica, G.W.F. Hegel, Folio, Navarra, 1999
Contrapoder, Ediciones de mano en mano, Buenos Aires, 2001
Etica demostrada según el orden geométrico, Baruch Spinoza,
Orbis, Barcelona, 1984
Hegemonía y Estrategia Socialista, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe,
Siglo XXI, Madrid, 1987
Dissent Magazine (ed. Michael Walzer) Mitchell Cohen, An Empire of Cant,
www.dissentmagazine.org, verano 2002
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2002
¿Qué es la filosofía?, Gilles Deleuze y Félix
Guattari, Anagrama, Barcelona, 1994
Introducción a la Dialéctica de la naturaleza, Federico
Engels, Eds. en lenguas extranjeras, Moscú, 1954
Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, V.I. Lenin , Ediciones
en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1960
Sobre la contradicción, Mao Tsé Tung, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Pekín, 1967
Certidumbres, incertidumbres, caos, Roberto Markarian y Rodolfo Gambini
(eds), Trilce, Montevideo, 1997
Las grandes corrientes del pensamiento matemático, François
Le Lionnais (comp.), Eudeba, Buenos Aires, 1962
El mundo es lo que los hombres hablan entre sí, Héctor
Massa, Librevista Nº 17, Montevideo, 1997
Un caos ortodoxo, Juan Rocablanca, Librevista Nº 6, Montevideo,
1988
La técnica del golpe de estado- Curzio Malaparte. Zig-zag, Santiago
de Chile, 1934
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