Creo que he visto una luz
al otro lado del río.
Jorge Drexler
La temática del libro es la que me ha acompañado la cabeza desde hace muchos años: ¿cómo desarrollar la democracia? y en ello, ¿cómo conciliar la libertad con la equidad, juntas? y, particularmente, ¿cómo hacerlo en tiempos de guerra global o permanente? ¿qué hacer con la política? ¿huir en contragolpe? ¿cómo convivir con los guerreros políticos y los políticos guerreros? ¿cómo congeniar con los que lustran la máquina del Estado? ¿cómo confluir con presuntuosos libertarios?
Multitud es un texto de filosofía política y sensatamente no pretende contestar a la pregunta ¿qué hacer? y a las interrogantes anteriores. Aunque las bordee con atracción y cariño. Pero invita a reinventar la izquierda, a politizar la "ciencia lúgubre" de la economía, a liberar el pensamiento y los afectos, a vivir la biopolítica. En actitud que no es menor, con un tono respetuoso y ademán de apertura trata las diferencias con aquellos que combaten a los poderosos del mundo. Multitud es bienvenido, creo, para los que estamos huyendo con una piedra en la mano.
Es un texto optimista, que llama al optimismo antropológico, creyendo en las posibilidades humanas, evolucionando en un alto plano de abstracción, siendo tal plano una de las características centrales del texto. Es ambiciosamente general, el dominio de su terminología es el planeta. Y así es la multitud, a nivel planetario. Encuentra o señala quién o quienes pueden construir y reconstruir la democracia y derrotar la guerra. Más bien señala a la multitud como ente político a construirse, en su acepción más importante, capaz de elaborar y conducir por tales caminos de liberación, distinguiéndola de la multitud como "clase social", los pobres y productores de lo común, a quienes el capitalismo explota económica y vitalmente(1). En Imperio, pareció no estar tan clara la concepción de sujeto para la multitud, pero sí aparece en Multitud, en idea de sujeto no tan descentrada, obligados por la necesidad de dar un espacio a la política. Según varios ejemplos presentados por los autores, ese sujeto político multitud está ya móvil en diversas acciones biopolíticas, y propulsado en acciones de actuales partidos politicos. Tal vez sufra, en potencia, el mismo riesgo del proletariado con respecto a los partidos que, nos dijeron después, lo representaban.
Hardt y Negri son admiradores de Marx y de sus intuiciones filosóficas juveniles, cuando todavía no había sistematizado la teoría del capital, escribía manifiestos y hablaba de fantasmas, poesía explícita, producciones y libertad, destacando la lucha de clases sobre la composición orgánica del capital. Así siguen la metodología marxiana, que no es nada distinta a la de cualquier investigador de tendencias, señalador de caminos posibles, apoyo en algún modelo social (el materialismo histórico) y elector de algunas sendas como filósofo práctico. En intento inútil, Hardt y Negri tratan de despojar esa saga de todo vestigio dialéctico hegeliano. Los autores recogen tal herencia materialista histórica al elegir una clase social explotada, como era el proletariado, clase obrera del tiempo de Marx y configuran la multitud política como heredera correspondiente a los tiempos imperiales del siglo 21, que, en forma inmanente(2) y progresiva creará los caminos, en particular el gran evento, la nueva comuna de París. ¿cómo será ese evento que marcará la visión, pondrá a prueba la teoría y generará más teoría? Es la pregunta final del ensayo.
Imperio y Multitud están, como obras de intención, más cercanas al Manifiesto Comunista que al Das Capital. La sociedad comunista es ahora la democracia radical, donde a la vez destacan sin preferencia la igualdad y la libertad radicales, a diferencia del socialismo que subraya la igualdad y el liberalismo que prioriza la libertad. Como los revolucionarios ya saben que las revoluciones sólo han perfeccionado la máquina del Estado, dicen los autores, "no se trata de tomar el poder y ponerse al mando de los ejércitos, sino de destruir su propia posibilidad de existencia"(3).
Sin embargo, la metodología de la abstracción y señalización de tendencias como la hegemonía del trabajo "inmaterial"(4), de la información y la comunicación, que conduce y permea (no sustituye) el trabajo industrial, agrario y más, pertenece más bien a las épocas más "científicas" de Carlos Marx y resulta imprescindible para darle coherencia al texto frente a objeciones singulares, acerca de luchas concretas. Frente a la particularidad, los autores se limitan a subrayar con repetición obsesiva la intuición-deseo de que la singularidad y la comunalidad confluyen, con certeza algo dogmática o teológica: "la multitud produce en común pero no crea el caos ni el desorden social", "la multiplicidad tiende a inscribirse en un sustrato común". Al ser entrevistados posteriormente a la edición de Multitud, Hardt y Negri se hacen cargo de esta dificultad y advierten autocríticamente contra una "visión angelical de la multitud" en la que pueden haber caído, admitiendo formas de "multitud capturada" por el fundamentalismo, nacionalismo, en captura y sometimiento de la singularidad(5).
La multitud es aproximada en forma similar a aquel proletariado, también visto en el Manifiesto Comunista como ente progresivo (allí dialéctico) sin dobleces, uno, y portador del bien. Situación teórica previa a la formación de los "partidos del proletariado" que sí tomaron acción política expresando la necesidad de una dictadura y "perfeccionando" a ese Estado que se debía extinguir. En esta dirección, como lectores atentos del pasado, los autores sanamente resaltan visiones autonomistas con respecto al poder del Leviatán y desean evitar el invento permanente del control y la violencia institucionalizada.
La indicación de la multitud como ser inmanentemente progresista es el punto clave del libro, pero no es su punto original, si se la considera fuera del particular modelo de pensamiento con inspiración desde Spinoza ya iniciado en Imperio. Es obvio que cierta clase de gentes en red, colocada objetiva y subjetivamente en tal situación, enfrentada al capitalismo y al imperio, explotada en sus saberes y pasiones, creadores de la riqueza que les diverge, generadores de nuevos horizontes y valores de género, raza, comunicación, tiempo, horizontal y transversalmente van a crear eventos efímeros con huella o sustentables, sin institución, como ya lo fueron Seattle, Génova o el movimiento zapatista, el movimiento antirazzia uruguayo de 1988 o la red del trueque del 2002. Y probablemente esas gentes diseñen y construyan también un gran evento de radicalidad social que bifurcará los caminos, según la sufrida convergencia del desorden de los hechos con la pereza de la teoría política. Las disquisiciones entre masas, gentes, pueblo y multitud suenan más a una operación de costura teórica que a una importancia práctica. Junto con la sugerente indicación de actores, como los Monos Blancos italianos, que hicieron o están en cosas nuevas y produciendo vitalmente, con rasgos distintivos del siglo 21, creo más interesante la preocupación de los autores por la democracia en tiempos de guerra global (en su sentido imperial) por su renovación esperanzada y el tirón de orejas a las izquierdas institucionalizadas que, enredadas en enmarañados árboles gubernativos, la emergencia social heredada, los asuntos ambientales sin atender y los espejos del poder, pierden de vista el bosque guerrero y antidemocrático.
Queda expuesta la consigna algo así como "inevitable violencia a la guerra" y nos desean junto con el maestro Yoda "que la fuerza te acompañe". No una "guerra a la guerra"(6), expresión que no está formulada, percibiéndose en los autores un sincero deseo de evitar guerra. Citan a Malraux de las Antimemorias cuando dice "que la victoria recaiga en aquellos que hayan hecho la guerra sin desearla". U odiándola, si es que se puede hacer bien algo que se odia. En este sentido, llaman a utilizar nuevas "armas" que necesariamente no podrán ni deberán ser simétricas a las armas de destrucción masiva social y ambiental. El uso de tales armas "democráticas" podrá ser desde violento hasta lúdico, como ser besarse entre homosexuales frente a las iglesias mormonas, o tirar en una gran parrilla colectiva un pecho cruzado frente a las puertas de un frigorífico uruguayo, pero no se buscará la guerra.
Los autores insisten en rechazar la visión de "guerras justas e injustas", al pensar en las guerras de dominio emprendidas por Naciones Unidas o los EEUU y cía por "razones humanitarias y en defensa de los derechos humanos", no implicando razones morales para encaminar las acciones guerreras. En parte es su aversión a la guerra, a quien desean apartar de la biopolitica, en parte es la falta de lugar en su discurso para las valoraciones morales, espacio ocupado por la justicia intrínseca que portó el proletariado y hoy transportaría la multitud demasiado simplemente. Pero puede haber justicia en la violencia. La difícil conjunción de una ética de los principios (o derechos humanos) y una ética de la responsabilidad (la solidaridad con los explotados) así como aquella de la igualdad y la libertad, será motivo de construcción práctica y esquiva teoría.
Por si faltaba algo para escandalizar a liberales y marxistas de biblioteca, al final del libro aparece la intención de conjuntar al liberal Madison con el marxista Lenin: "lo que tratamos de asegurar es que nuestro anhelo de libertad no recaiga de nuevo en otra forma de soberanía y nuestro sueño de democracia en la pesadilla de la tiranía".
Abril de 2005
(*)La editorial Debate jerarquiza en tapa a los autores frente al título Multitud y, en tipografía pequeñita, aparece el acápite Guerra y democracia en la era del Imperio.
(1)En el capítulo Palos contra Imperio publicado en La revolución blanda, Editorial Atuel, Slavoj Zizek pregunta acerca de la incompatibilidad de integrantes y agentes de la multitud reunida como movimiento antiglobalizador. Naomi Klein sostiene que no es movimiento ni es antiglobalizador, sino una serie en aumento de diferentes luchas contra la privatización; ver en New Left Review, nº 9, mayo-junio 2001.
(2)Respecto a la necesidad de que "inmanencia" y "articulación" vayan mancomunadas, ver conferencia de Ernesto Laclau el 15/7/2003, en www.fsoc.uba.ar/posgra2, así como una breve historia de la inmanencia en la filosofía. En relación con la autonomía de lo político e inmanencia, ver -de Germán Pérez- Usos de la inmanencia, la crítica de Laclau a Imperio, en www.fsoc.uba.ar/perez.
(3)Discrepa esta posición con la tradicional visión de los sesenta y setenta acerca del ejército de liberación que toma el poder en el Estado-nación y lo detenta luego. No es casual que la toma de poder haya sido tema central de debate en el reciente Foro social de Porto Alegre en febrero 2005. Allí, John Holloway expresó que el interrogante era si profundizar las grietas de una casa que habitamos en común o si era necesario comenzar por tomar el poder de la cocina. (Ver Eduardo Tagliaferro, Página 12 en el Foro de Porto Alegre, febrero 2005). En entrevista con García Marquez y Roberto Pombo, el Subcomandante Marcos había expresado, luego de la entrada del EZLN (Ejército de Liberación Nacional Zapatista) en Ciudad de Méjico: ... nuestro ejército es muy diferente de otros, porque su propuesta es dejar de ser ejército. Un soldado es una persona absurda que tiene que recurrir a las armas para convencer a otros, y en ese sentido el movimiento no tiene futuro si su futuro es militar. Si el EZLN se perpetúa como una estructura militar armada, está destinado al fracaso. Fracaso como un conjunto alternativo de ideas, una actitud alternativa hacia el mundo. Lo peor que le puede pasar, aparte de eso, sería llegar al poder e instalarse allí como un ejército revolucionario. Para nosotros sería un fracaso. Lo que hubiera sido una victoria para las organizaciones político-militares de los sesenta y setenta sería un fiasco para nosotros. Hemos visto que tales victorias probaron ser fracasos en el fondo, o derrotas, escondidas bajo la máscara de la victoria. Lo que se mantuvo siempre irresuelto fue el rol del pueblo, de la sociedad civil, en lo que fue en última instancia una disputa entre dos hegemonías. Hay un poder opresor que decide en nombre de la sociedad desde arriba, y un grupo de visionarios que decide liderar al país por un camino correcto y echa al otro grupo del poder, toma el poder y entonces también decide por la sociedad. Para nosotros esa es una lucha entre hegemonías, en la cual los que ganan son buenos y los que pierden malos, pero para el resto de la sociedad las cosas no cambian básicamente. El EZLN ha llegado a un punto en el cual fue tomado por el Zapatismo. La "E" en el acrónimo se ha encogido, sus manos se han atado, de manera que para nosotros no es una ventaja el movilizarnos desarmados, pero en cierto sentido es un alivio. La canana pesa menos que antes y la parafernalia militar que un grupo armado necesariamente viste cuando entra en diálogo con la gente también se siente menos pesada. Tú no puedes reconstruir el mundo o la sociedad, ni reconstruir estados nacionales en ruinas, sobre la base de una lucha por imponer tu hegemonía sobre la sociedad. El mundo en general, y la sociedad mejicana en particular, se compone de diferentes clases de personas, y las relaciones entre ellas deben ser fundadas en el respeto y la tolerancia, aspectos que no aparecen en ninguno de los discursos de las organizaciones político-militares de los sesenta y setenta. La realidad, como siempre, presentó una factura a los movimientos de liberación nacional armados de esos tiempos, y el costo ha sido muy alto (traducción propia del texto en inglés publicado en New Left Review 9, mayo-junio 2001). Recomiendo leer la entrevista completa en la dirección electrónica www.newleftreview.com.
(4)El trabajo "inmaterial" que incluye la producción de conocimiento, comunicación y afectividad, que no se contiene dentro de los márgenes capitalistas, es denominado así -para "comprensión inicial"- como oposición a un objeto tangible; pero, bueno, ¿no es material?
(5)En el sitio www.esfazil.com/kaos.
(6)La consigna guerra a la guerra apareció en el movimiento anti o alterglobalización por otro mundo es posible. Algunos autores enamorados del capitalismo y de ciertas versiones socialistas han destacado la obra El arte de la guerra de Sun Tzú, señalando lo que ven como presencia de la guerra y sus usos en la vida cotidiana, el mercado, las relaciones humanas, de géneros, etc., entresacando tal visión de la frase si quieres la paz, prepárate para la guerra del autor chino. Por el contrario, hemos tratado de hacer el distingo entre violencia y guerra, señalando a ésta como una acción sistemática con armas realizada por técnicos en la materia. Sin embargo, es interesante traer aquí la visión de Sun Tzú en el capítulo 3 La espada envainada: "Luchar y vencer en todas las batallas no es la gloria suprema; la gloria suprema consiste en quebrar la resistencia del enemigo sin luchar. En la práctica del arte de la guerra, la mejor cosa es tomar al país enemigo totalmente intacto; damnificar y destruir no está tan bien"; A Arte da guerra, Sun Tzú, Editora Record, Río de Janeiro.