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nš 62, enero 2025

x Alejandro Baroni Marcenaro

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Gran parte de la izquierda está en un pesimismo sistemático. Tocados por la infelicidad. Particularmente sus intelectuales. Probablemente, y aquí está el comienzo de un hilo a seguir, porque creen en los sistemas de pensamiento, se enamoraron y sucede que uno y otro sistema –muy queridos– se les están desarticulando.
Parecería que parte de la humanidad autodefinida de izquierda descubre novedades en lacras, espanto y espejos, cuando siempre estuvieron más o menos desapercibidas.  

Parecería que el 2025 viene cargado de infelicidad, un tiempo que viene feo, un espacio-tiempo de trescientos sesenta y cinco días, ocho mil millones de personas y un planeta a llenar. Pues no es así, el 2025 se va a hacer, no está predeterminado por los días, los miles de millones o el ambiente. El tiempo es el conjunto de acciones que se emprenda o desate, puede pasar muy rápido, lento, extenso e intenso, más claro, más oscuro, claroscuro.
¿Quién mide el tiempo? Puede haber hasta ocho mil millones de relojes mentales. A cada persona le pasa el tiempo diferente, cada quien lo hace a su manera, y el ambiente que integra la humanidad se maneja, Entonces, ¿quién mide el año? ¿cómo se mide? ¿cómo se vive?

Las reacciones vivas más usuales en las izquierdas más pensantes al fin del dos mil veinticuatro (aquí hay una elección) son seis:
Una – me aferro al sistema fracasado que amo y… lo repito,
Dos – me deprimo y… me quejo de la izquierda,
Tres – elijo el “menos malo” y… me amargo,
Cuatro – no entiendo por qué tanta gente vota a mis adversarios y… ataco esa gente,
Cinco – recuerdo el pasado lejano y… olvido las cosas recientes,  
Seis – me encierro en mi pureza moral y teórica y… menosprecio todo lo que me disgusta.

Estas seis reacciones no admiten a la felicidad.

(Atenta lectora, lector, por favor anota si hay gente de tu conocimiento que reacciona así o si has leído cosas del estilo. Si te interesa intercambiar sobre ejemplos destacables, o sobre otras reacciones que en este texto no se eligieron, escribe a ensayopermanente@librevista.com y conversamos).

Aquí se sugiere reaccionar diferente a las seis maneras elegidas.
En particular, no hacer la primera e iniciar un divorcio a tiempo, pues aferrarse y repetir lo fracasado es freno y hace derecha. Colabora y coincide con las personas que acumulan riqueza y poder –ambos juntos o disjuntos–   para sí, esas que simulan (algunas lo creen) y convencen a un montón de gente que eso –el poder– derramará luego sobre los demás. ¿No leyeron, no les contaron algunas historias?   
La segunda es carne e ingresos de diván.
La tercera es la amargura permanente, sin sensualidad ni juego.  Si no fueran suficientes sus defectos, la moda de los balotajes presidenciales que crea brechas, difumina diferencias, encolumna diversas ideas e intereses tras una única persona, el Uno, la Una, además promueve la idea de elegir la opción “menos mala” que jode y amarga.
La cuarta está atada a la primera. Ahora bien, ¿no se te ocurre que si tú sostenías una cierta religión revestida de ciencia, otras personas podrían hacer algo parecido con otras pseudoreligiones?
La quinta es un canto nostálgico a la vejez, tristísimo.
Y la sexta es un homenaje a la procrastinación crítica, muy infeliz.  

En un momento difícil, el viejo José Harari guió a su hijo Leo diciéndole: “es posible ser feliz hasta en el infierno si estás luchando contra el diablo”[1] .
No están todas las personas en el infierno, sí unos dos mil millones, y menos en el cielo, unas mil millones, entonces lo primero a darse cuenta es que estamos en la tierra, con nuestras mentes, carnes, huesos y ambiente. Y allí nos haremos felices si luchamos por nuestros afectos, valores y teorías.

En enero del 2025 la mesa está servida, se agotará y habrá que seguirla sirviendo. Ante cada ley, elección, iniciativa, cada expresión, propuesta y elaboración de teorías, a elegir la “más buena”, y por ello entender la opción que amplíe la izquierda, que mejore el ambiente y la vida, ensanche la libertad, de alcance universal y no tan solo sectorial o corporativo, democrática sin preferencias por amistades, que prefiera sin dudar más el apoyo a infancias y adolescencias, mejore las personas y tenga probabilidades de llevarse a la práctica. Y a disfrutarlas, a jugar por y con ellas. Por ahí va la felicidad.║

[1] Atrás del cerro de Montevideo está el barrio de viviendas El viejo Harari, en un terreno que José Harari –intelectual y militante político uruguayo– donó al Plan Juntos (Proyectos de viviendas para grupos de familias que trabajan en la construcción de sus viviendas al tiempo que participan en instancias sociales, comunitarias y de integración). Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Jose_Harari .

 

Palabras clave:

2025
Alejandro Baroni Marcenaro
izquierda
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nº 62, enero 2025