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nº 61, noviembre 2024

Premio mención librevista de ensayo 2024

Luchar para sobrevivir

-sobre el lenguaje inclusivo

x Diego Vaccaro[1]

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Los tiempos que corren muestran un crecimiento constante de los movimientos sociales en busca de reivindicaciones identitario-simbólicas con el objetivo de alcanzar el reconocimiento y la integración a la sociedad con derechos plenos de diversos grupos históricamente relegados.
El llamado lenguaje inclusivo (LI) o lenguaje no sexista es una de las tantas materializaciones que adoptan estas luchas por la integración a un mundo que ha mostrado consuetudinariamente hostilidad a la hora de zurcir las evidentes brechas de clase, sexo, género, etnia, etc., que evidenciamos aún hoy. 
Como todo proceso histórico, las reivindicaciones por los derechos identitarios de minorías, hasta hace no mucho tiempo silenciosas, necesitan el imprescindible insumo del tiempo para lograr sedimentar y que sus logros, ya que en política no existen las conquistas definitivas, se robustezcan en las bases de la sociedad para que se ofrezcan constantemente como muro de contención de poderes que eventualmente pretendan llevar a cabo políticas regresivas en materia de derechos, como vemos que ocurre actualmente en países de nuestra región y del mundo en general.

Es por esto que, si bien muchos de estos movimientos y sus praxis políticas llevan una existencia equivalente a un suspiro en términos históricos, y, por ende, puede ser prematuro sacar conclusiones acerca de la pericia del LI para lograr seducir a la sociedad, que hoy le da la espalda, si lo incorporamos dentro de un paisaje teórico concreto –la hipótesis memética– como un elemento más que se somete a ciertas leyes en el funcionamiento del tráfico cultural, podríamos llegar a comprender su estado actual y, sobre todo, cuál podría ser su proceso evolutivo futuro dentro de complejos culturales que lo anteceden y lo puedan suceder. El lenguaje en general y el LI en particular, entonces, debieran ser vistos como componentes de una estructura mucho mayor y estar imbricados en luchas políticas con un apetito más abarcativo e integrador de la compleja realidad, evitando así su aislamiento y la fragmentación, obvias causas de su debilitamiento, como del de cualquier empresa política subordinada al prisma caleidoscópico con el que se mira la realidad en la posmodernidad reinante.

El siguiente texto girará en torno a dos de las posibles causas, sin pretender ser exhaustivo, por las cuales el LI sería tan abrumadoramente rechazado para su uso en el habla cotidiano: su incapacidad para adaptarse a los memes ya existentes y la fe textualista que le profesan sus seguidores.

 

No sólo palabras, también política

Quienes crean que los aspectos más trascendentales de la vida están condicionados por las relaciones de poder y que el instrumento que las sociedades tienen a disposición para emanciparse de las sujeciones que sufren es la política, entendida como la acción colectiva para la consecución de determinados objetivos, suelen incluir en este condicionamiento al lenguaje.
 
El lenguaje no sexista, entonces, debe ser considerado un instrumento político, teorizado como la materialización a través de la palabra de los actores ausentes en la gramática social cotidiana y, por lo tanto, invisibilizados en la vida en sociedad.
Más allá del uso específico que se haga del LI, estamos ante un posicionamiento ético y político consciente con un propósito determinado. Es decir, un conjunto de nociones que se replican y se transmiten de persona a persona, habitando sus mentes. Este mecanismo de reproducción cultural es explicado por algunos teóricos dentro del marco de la memética.

 

Los memes, ¿los genes de la cultura?

Es indudable que la cultura experimenta procesos evolutivos conforme pasa el tiempo; cambian las teorías científicas, las ideas políticas, la moda, los gustos musicales, la tecnología, el arte, etc.
En su célebre libro El gen egoísta , el biólogo Richard Dawkins afirma que al igual que los genes se propagan en el acervo genético al saltar de un cuerpo a otro mediante los espermatozoides y óvulos, los memes se propagan de un cerebro a otro. De hecho, la palabra meme surge de la raíz griega mímeme –imitación–, pero que el autor decidió abreviar para que sonara parecido a la palabra gen.

Dawkins define al meme como “una unidad de herencia cultural (...) naturalmente seleccionada en virtud de los efectos que produce sobre su supervivencia y replicación”.
Es importante destacar que no se trata de una analogía entre las esferas biológica y cultural. En palabras de Kate Distin, en su libro el meme egoísta , ambas esferas son ejemplos de una teoría más ampliamente aplicable de la evolución de los agentes replicadores, cualquiera sean estos, bajo condiciones de competencia; las leyes de cualquier tipo de evolución, biológica o cultural, se basarían en los mismos principios: la variación, la transmisión y la selección de entidades que se replican a sí mismas: genes y memes. Estos últimos son ideas, conceptos, nociones que provocan un efecto determinado, llamado fenotípico, tan variopintos como una canción, una teoría científica, una religión, un deporte, una celebración, posturas ideológicas, costumbres, mitos y leyendas, una forma de construir viviendas, una receta culinaria o el lenguaje, entre tantísimos otros.

De manera que los memes son unidades de información cultural que se replican saltando de cabeza en cabeza y que compiten entre sí dentro de un entorno de memes, luchando por su supervivencia y así, poniéndose al hombro el proceso evolutivo cultural.
El objeto de deseo de los memes, y por el cual se desata la lucha encarnizada, es la atención de las mentes humanas, objeto de altísimo valor debido a la capacidad limitada de estos, incapaces de atender a la virtualmente infinita cantidad de memes que pueda tener en su entorno.

La fecundidad, es decir, la capacidad para replicarse es según Dawkins la característica más importante de los memes para lograr el éxito a la hora de sobrevivir, y está determinada por el atractivo psicológico que el meme provoque en la mayor cantidad de personas. Una teoría científica, por ejemplo, lo suficientemente convincente logrará replicarse a altas velocidades y habitar innumerables mentes dentro de la comunidad científica y a su vez, a través de su enseñanza y su difusión en medios de comunicación, seguirá replicándose en la población general.
Baste con observar cómo se replican y propagan los memes de internet, que en las ideas Dawkinianas inspiraron su nombre, para intentar acercarse al entendimiento de esta hipótesis.  
Ahora bien, ¿qué tan atractivo es el meme lenguaje inclusivo?

 

Un entorno hostil

Diversas encuestas de opinión han intentado sondear el grado de penetración en la sociedad que ha alcanzado al día de hoy el uso o la aceptación del uso del LI. En términos generales, los resultados ofrecidos son consistentes entre sí: la gente lo rechaza.
Por citar sólo algunas: la Universidad Argentina de la Empresa, en un estudio del 2020, encontró que sólo el 8% de los encuestados usa con frecuencia el LI y que su rechazo se distribuye homogéneamente entre los diferentes rangos de edad, punto, este último, que discrepa con los resultados encontrados en otras investigaciones .

Por su parte, la Universidad Nacional de San Martín elaboró una encuesta entre los estudiantes de dicha institución, encontrando que la mayoría utiliza el masculino genérico tanto dentro como fuera del ámbito educativo .

La encuesta publicada en 2022 por la consultora D'Alessio Irol ofrece resultados similares: un 70% de los encuestados de la población general rechaza el uso del LI .
Pero esta tendencia no echa raíces en ninguna región en particular y, así, en México, se encontró que la mayoría de los encuestados no consideran adecuado modificar adjetivos, sustantivos y pronombres en pos de una mayor inclusión (apenas el 13% usa siempre el LI)

Este rechazo también cruza el Atlántico; sólo el 23% de los suizos lo considera un tema relevante, siendo el grupo etario de 18 a 34 años el más receptivo a su uso .

En España, las universidades de Málaga y Sevilla realizaron encuestas a casi mil estudiantes para evaluar la aceptación del habla no sexista y hallaron que predomina, aquí también, el uso del tradicional masculino genérico en el ámbito académico

Pero estos instrumentos para palpar la realidad son apenas confirmaciones cuantitativas de lo que cualquier persona puede percibir de manera directa de su entorno diario: la predominante ausencia del LI en el decir diario en las calles, los medios de comunicación, las redes sociales, la academia, la literatura, etc.
¿Cuáles serían, entonces, las causas, dentro del marco teórico de la memética, para este ostensible rechazo al LI en el habla popular cotidiano?      

 

Un invitado indeseado

La probabilidad de supervivencia de un gen depende de los efectos (fenotípicos) benéficos que provoque en sus portadores, como del resto de los genes existentes y de su entorno. Para que la evolución cultural tenga lugar, los memes deben someterse a los mismos principios que los genes. Su supervivencia depende del contenido del meme en sí, del entorno –las mentes humanas que deben seducir y el medio físico que lo rodea– y del modo en que se adaptan a los otros memes formando complejos que se vinculan entre sí.
Es, sobre todo, por este último aspecto que el LI no tiene éxito reproductivo en la lucha por la supervivencia cultural según la postura desarrollada en este texto. 
Un meme debe poder adaptarse a los complejos de memes establecidos en un momento y lugar dados. Así, el meme tierra plana es incapaz de penetrar el complejo memético desplegado por el saber científico al día de hoy, y por lo tanto, es una expresión marginal, distinta al meme geocentrismo que encontraba en la edad media un entorno cultural fértil para instalarse con facilidad en el complejo memético de su época.

El LI es asociado con un conjunto de ideas que en términos generales provocan rechazo en la mayoría de las personas, formando complejos incapaces de instalarse, replicarse y retener la atención de la mayor cantidad de personas dentro del paisaje memético cultural de la actualidad. Así, el lenguaje no sexista se asocia con ideas-memes como el feminismo, que según algunas encuestas, suele tener bajos niveles de aprobación; con los movimientos woke o progres que estarían detrás de una ofensiva contra ciertos valores tradicionales que deberían ser preservados; con la prepotente imposición de unos pocos sobre cómo debe hablarse, cuando, por otro lado, el lenguaje nos pertenece a todos por igual; o con entramados conspiranoicos más sofisticados como la fantasmagoría del marxismo cultural que buscaría por medio de una batalla en la cultura lograr el sojuzgamiento que no pudo por medio de la política.

La ventaja que ofrece este variopinto repertorio de memes-ideas es que logra mayores alcances, aceptándose tanto de manera fragmentaria como de gran narrativa; hay para todos los gustos.
De modo que el LI es impotente a la hora de establecer lazos con los memes culturalmente ya establecidos que lo repelen, no pudiendo así replicarse y producir efectos fenotípicos en el entramado cultural, ya que cómo aporta Distin, cuando los complejos crecen en tamaño y fuerza, se vuelven más difíciles de penetrar por ideas invasoras contradictorias. Dos poderosas razones para el fortalecimiento de los complejos son la ventaja social que representa adherirse a las ideas predominantes y la negativa a desperdiciar la energía invertida en la adquisición de un meme, lo cual podría explicar en parte los sesgos cognitivos.
Veamos qué pasa con la otra dimensión: la eficacia de la palabra para producir efectos concretos sobre la realidad social.

 

Por fuera del redil de la palabra… ¿la nada?

Dice Callinicos acerca del textualismo y la frase de Derrida nada hay fuera del texto:
“...si el textualismo no niega la existencia de objetos extradiscursivos, niega nuestra capacidad de conocerlos, pues tal conocimiento exigiría un acceso confiable a los objetos”.
Del giro lingüístico postestructuralista surge la idea que es el lenguaje quien construye la realidad que se nos presenta como cognoscible. Entonces, si es el lenguaje la materia misma de la realidad y esta realidad nos disgusta, se impone naturalmente la conclusión que para modificar esa realidad desagradable, debemos modificar el lenguaje; el LI es hijo de este ejercicio intelectual.

Suponer que no existe una realidad independiente de la mente humana y del lenguaje está más cerca de una superstición que de un hecho. Somos animales simbólicos y los memes son esencialmente contenido representacional, siendo esto último pedazos de información acerca del mundo que nos rodea que se traspasa de generación en generación, constituyéndose como el equivalente del ADN cultural. El lenguaje juega aquí un papel importante, pero el surgimiento de memes también depende del entorno físico o de las condiciones materiales de existencia que saltan los cercos del lenguaje.
Por ejemplo, el meme uso de minifaldas en Alaska no tiene probabilidad alguna de prosperar por cuestiones obvias.
El antropólogo Marvin Harris explica cómo en Estados Unidos a principios de los años sesenta las mujeres salieron masivamente al mercado laboral debido a diversas causas como la presión de una sociedad consumista y la búsqueda de mantener el estilo de vida de la clase media, sumado luego a la creciente inflación de la época. Al mismo tiempo, esa sociedad no pretendía abandonar los memes relacionados con el rol femenino de cuidado de los hijos y el hogar; la combinación de ambos aspectos se vió favorecida por la explosión de la economía de los servicios que permitía conjugar el rol de amas de casa con trabajos a tiempo parcial de baja remuneración que complementaran los ingresos masculinos para mantener cierto estatus. Así podría ser explicado un meme que hoy nos resulta indiscutible: el derecho de la mujer a participar del mercado laboral.

Por estas razones, podría decirse que el LI es un meme recesivo, y así como un gen del mismo tipo forma parte del acervo genético de un individuo sin generar ningún efecto fenotípico, el lenguaje no sexista es conocido por muchas personas, pero no es mayormente tenido en cuenta, no causando ningún efecto en sus mentes ni en la realidad exterior que busca cambiar.

 

Reflexiones finales

Si tomamos como plausible la hipótesis memética para explicar la evolución cultural, el lenguaje inclusivo fallaría por dos aspectos fundamentales: es incapaz de ensamblarse en los complejos meméticos sedimentados a lo largo del tiempo y no provoca efectos fenotípicos, al menos, trascendentales en la realidad material.
Es innegable la emergencia en el mundo de líderes políticos de ultraderecha conservadora que vienen ganando adeptos a lo largo del último tiempo, justificando su existencia en base a la defensa contra ciertos ataques que sufriría la civilización contemporánea: los migrantes, la globalización, la justicia social, el progresismo, etc. En este contexto, amplias mayorías de personas despliegan complejos de ideas-memes que blindan el acceso al LI. Ya sea por considerarlo en sí y al complejo memético que lo acompaña - movimientos feminista, lgbt, woke, etc.- como profanaciones contra los valores más caros para el progreso alcanzado por la sociedad, o debido a la apatía y al rechazo por todo lo denominado como político que el neoliberalismo reinante ha logrado inocular en el espíritu disgregado e individualista de esta época, el LI sólo es una jerga de tribu urbana para nichos poblaciones politizados bien específicos.

Por otro lado, el lenguaje en general y el LI en particular no pueden construir una realidad que nos parezca más benévola por más nobles intenciones que motoricen su uso.
Pero al mismo tiempo, si algo hay fuera del texto, es cierto también que la única forma de pensar, decir, entender y generar prácticas y acciones concretas es a través del lenguaje que debe entenderse como técnica para mencionar las cosas y también como componente de la organización política colectiva, impulsando la transformación de la realidad; no como mera alquimia gramatical, modificando la morfología o la sintaxis que por sí sola haría su magia.
Si, como plantea Darío Sztajnszrajber, la gramática con sus precisas legislaciones nos somete a dispositivos que condicionan lo decible y lo reprimido, la deconstrucción, ese descentrarse de la interpretación de los textos impuesta desde el poder, debería permitir como praxis política el surgimiento de un nuevo centro basado en la acción colectiva, imponiendo nuevas interpretaciones como la de la igualdad y, sobre todo, una visión de totalidad del mundo que sin describirlo a la perfección, al menos, oriente una lucha coherente y no fragmentada como ocurre con la actual militancia por parcelas en la que las cuestiones de clase han perdido el atractivo psicológico como meme, relegadas por un crisol de activismos desconectados: ambientalismo, feminismo, etnicismo, etc., que así se debilitan, perdiendo su fuerza transformadora.
Modificar las condiciones materiales de existencia, trabajando dialécticamente con el lenguaje, sería una mejor opción para mejorar las condiciones de vida de los postergados en lugar del confinamiento en la lucha gramatical.
Tal vez haya que volver a las grandes narrativas hoy cooptadas por la ultraderecha bajo el amparo de la batalla cultural que estarían librando, y quizá así, incluso, sea innecesario sostener la superstición del textualismo para lograr la inclusión de los descartados por el sistema, por todo lo demás, hoy no alcanzada por mucho logrado que se crea. Pero todo esto surgirá desde las mismas bases de la sociedad, porque incluso el lenguaje mismo así funciona.

Me gustaría terminar con una máxima que podría resumir el funcionamiento más íntimo del habla popular elaborada por José Clemente en el libro El lenguaje de Buenos Aires:’’El lenguaje es demagógico; viene de abajo y mandan los más’’, dos aspectos estos que el LI no cumple y que también le impiden ganar en su lucha por la supervivencia.║

 

 

 

[1]

Resido en la Ciudad de Buenos Aires y de profesión nutricionista. Soy un amante de la lectura y nunca deja de fascinarme el alcance que tiene la palabra como manifestación de lo humano. De ahí la temática elegida por mí para este ensayo que versa en torno al lenguaje.


[2] Dawkins, R., El Gen egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta (Vol. 5). Salvat, 1993.

[3] Distin, K., The Selfish Meme: A Critical Reassessment (2005th ed.). Cambridge University Press, 2005.

[4] UADE. (2020). Informe: Lenguaje Inclusivo - Buenos Aires. UADE, https://www.uade.edu.ar/media/wuahkon1/informe-estudio-lenguaje-inclusivo.pdf (mayo 2024).

[5] Happel, M., Dowzuk, A., & UNSAM. (n.d.). Lenguaje Inclusivo: una aproximación a las preferencias de uso de los hablantes. Acta Académica, https://www.aacademica.org/1.congreso.internacional.de.ciencias.humanas/1261.pdf (mayo 2024).

[6] D'Alessio Irol.  [INFORME ESPECIAL] Un 70% de los argentinos está en contra del lenguaje inclusivo – 29 junio 2022, https://www.dalessio.com.ar/informe-especial-un-70-de-los-argentinos-esta-en-contra-del-lenguaje-inclusivo/ (mayo 2024).

[7] Universidad de México-Universidad Nacional de La Plata. (n.d.). CUADERNOS de literatura, https://revistas.unne.edu.ar/index.php/clt/article/view/6213/5885 (mayo 2024).

[9] del Rocío Gómez Castillo, V., Tójar Hurtado, J. C., Análisis de la percepción de lenguaje con perspectiva de género en el alumnado universitario, Universidad de Málaga-Sevilla. (2021), https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/7742155.pdf (mayo 2024).

[10] Callinicos, A. (1989). Contra el posmodernismo. Biblioteca Militante Ediciones.

[11] Harris, M., ¿Por qué nada funciona?: antropología de la vida cotidiana. Alianza Editorial, 2013.

[12] Sztajnszrajber, D., Filosofía en 11 frases. Paidós, 2018

[13] Borges, J. L., & Clemente, J. E., El lenguaje de Buenos Aires (Cuarta edición ed.). Emecé Editores, 1968.

 

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