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nš 62, marzo 2025
x Maximo Cano (@max_fzc)
En un mundo pintado a tus colores, ¿qué harás con los colores que no fueron tu elección?
Hace mucho tiempo escuché una teoría conspirativa que pareció sacada del cine: una vez al año, las personas más importantes del mundo se reúnen para decidir cosas culturales como qué música escuchará la gente durante el siguiente año y qué película será famosa. Decisiones tomadas en un ambiente de fiesta, con alcohol y conciertos. Incluso decían que eran una especie de secta solo para la gente de gran nivel económico, qué locura... ¿no? ¡Pero qué sorpresa que se filtraran las fotos y, encima, muchos de los señalados lo confirmaran!
Bohemian Grove es un campamento que se lleva a cabo desde el año 1872 donde se juntan académicos, intelectuales, políticos y empresarios importantes. Rodeado de teorías conspirativas, estuvo en el ojo del huracán social desde que se descubrió su existencia. El logo de un búho y su enorme estatua en el bosque, donde se les ha visto celebrando, solo incrementó la idea de una secta satanista que controla el desarrollo cultural y económico del mundo.
Todos hablaron de eso, el silencio de los medios hizo que las fantasías se incrementaran y, aunque no se sabe exactamente cuántas cosas se decidieron en esas reuniones, podemos decir con certeza que esas palabras que soltaron las personas más influyentes mientras escuchaban un concierto y bebían alcohol, mientras se juntaban alrededor de un búho gigante, movieron al mundo cada año. No solo música y películas, allí también se llevaron tratados de paz y, probablemente, alguna discordia que pudo causar una guerra mundial. Como un alivio cómico, podría decir que se entiende que cantantes tan poco talentosos tengan tanta fama si los seleccionaron un montón de ebrios.
Pero este texto no busca ahondar en un asunto tan hablado como ese, de hecho, busca acercarse tanto al lector para señalar lo que tiene debajo de su nariz y mencionar lo obvio, pero que la normalización tapó.
Como, por ejemplo, algo en lo que muchos se metieron sin saber qué es, que muchos juraron cumplir pensando que era una metáfora y otros apenas se acuerdan de qué se trataba. Una obligación para sobrevivir tan común en la sociedad que a veces, al contárselo a algunas personas, se vuelven incrédulos y se ríen ... hasta que investigan un poco más.
Antes de especificar a qué me refiero, será más cómodo ponernos a todos en el contexto y recordar cómo estuvimos (al menos los de mi generación) cuando llegó el momento de realizar ese acto, solo para entendernos mejor.
¿Cuánto tardaría el mono infinito en jurar su vida?
De niño apenas tuve acceso a internet, recién empezaba a normalizarse que hubiese en todas las casas, por lo que nunca estaba al tanto de muchas cosas. En secundaria empecé a usar redes sociales que ya muchos dominaban y me llevé la sorpresa de que las modas cambiaban de un día para el otro. Un día era famoso un vídeo, al otro una canción, después un tipo de ropa, una página web, un estilo de vida. Tanta diversidad, que en mis recuerdos las modas rotan tan rápido como la duración de un reel actual de Tiktok. Los que eran planchas se hicieron floggers y después emos, algunos ni siquiera sabían qué eran, metaleros que se hacían llamar góticos y viceversa. Incluso yo, cuando me adapté (muy fácilmente) a la nueva realidad tecnológica, opté por formar parte de esas tribus urbanas incluso si sentía que desencajaba con la mayoría. Pero en poco tiempo desaparecieron y la moda de pertenecer a una tribu se olvidó demasiado rápido.
En medio de todo eso, mientras los jóvenes andábamos entorpecidos por tonterías, las noticias del mundo sobre guerras y atentados o hechos económicos importantes pasaban desapercibidos, en mi caso, apenas los escuchaba en reuniones familiares o por algún profesor que quiso abrirnos la mente y que nosotros, como los seres más inteligentes y sabelotodo, ignorábamos.
De pronto, se hizo costumbre esperar a la siguiente moda, el mundo alrededor dependía de quién podía aprovecharla más y antes que el resto. Y, por mientras, con apenas doce años llegó el momento de presentarse cierto día a clases, solo los de primer año de secundaria, a confirmar unas palabras que la mayoría ni les prestamos atención y ni recordamos, lo único que nos dijeron fue “si no van ese día, no pueden seguir estudiando ni trabajando”. Debía ser importante ¿no? Pero las modas y los famosos del momento eran más valiosos para esas mentes jóvenes que siquiera podían decidir qué ropa ponerse ese día para no pasar vergüenza delante de sus compañeros de secundaria.
Apenas percibiendo qué era la muerte, ignorantes de las guerras, con mucho futuro incierto y sin saber dónde nos metíamos, juramos “defender con sacrificio de vuestra vida, si fuere preciso” a un país solo porque, reitero, de no hacerlo nuestro futuro laboral y estudiantil estaría acabado. Mirándolo desde lejos, parece que nos dijeron “O mueres por tu país, o mueres de hambre”, claro que morir por el país solo se cumpliría en caso de desatarse una guerra, algo que para estos momentos ya es imposible porque como humanos evolucionamos y aprendimos a ser totalmente pacifistas ¿no?
Si las malas costumbres fueran fáciles de romper, se llamarían “romance adolescente”
Entonces la vida siguió como si nada, porque vivíamos en paz y el cantante más famoso del estilo musical más famoso era lo más importante del mundo. Mientras tanto, los adolescentes aprendieron a enamorarse copiando frases de ciertas canciones que en realidad eran degradantes, pero denotaban carisma y atrevimiento. La imagen de una vida caótica se volvió el ejemplo a seguir porque, de pronto, todos los cantantes famosos enseñaban que esa debía ser la meta de todos. Si había una fiesta que participaba cierto grupo, solo escuchabas lo divertido que fue embriagarse, drogarse (con apenas doce o trece años) y hacer tonterías. Como siempre, era la moda. Para los catorce años, no fumar ni beber o ser virgen ya era objeto de burla.
Pero si poco tiempo atrás todos nos juntábamos a cantar canciones que se trataban de videojuegos y dibujitos animados, ¿cómo se pudo cambiar tanto?
Claro, la vida avanzaba muy rápido y nuestras mentes en desarrollo se adaptaban al mundo que se presentaba y variaba con un sigilo disfrazado de costumbre. En un momento, buscar un trabajo era más importante que estudiar y lo mejor que podíamos hacer era convertirnos en un adulto. Como si no fuera suficiente haber hecho un juramento de sacrificio cuando teníamos doce años, ahora tocaba decidir a qué queríamos dedicarnos el resto de nuestras vidas, con dieciséis. Una y otra vez tomamos decisiones importantes por presión, sin darnos tiempo de estar totalmente seguros de algo porque, si no nos apuramos, iremos atrasados. Mucho después nos dicen que, de equivocarnos, podremos cambiar de elección y siempre habrá oportunidad de empezar desde cero. Pero ya metimos muchas veces la pata para entonces.
Siguiendo el método convencional, el de toda la vida, estudiamos para capacitarnos en un trabajo que a muy pocos les gusta realmente, la mayoría abandona o termina eligiendo lo que ofrezca mayor dinero. El sueño de dedicarse a lo que realmente le gusta a uno es reemplazado por el nuevo sueño de trabajar en una oficina el menor tiempo posible y con un sueldo superior a la media, la idea de apartarse de ese camino aparenta ser un riesgo innecesario. Obviamente, ignorando el hecho de que muchos de los empresarios más importantes decidieron abandonar la guía convencional y desarrollarse por ellos mismos. De todas formas, el destino de un gran cantidad acaba siendo el de pasar de un salón encerrados casi todo el día a pasarlo en una oficina o una tienda, o lo siguiente más sencillo o más buscado.
Siempre me pareció que éramos esclavos que podían tomar algunas elecciones. ¿Prefieres una celda común o, con años de esfuerzo, la que mide dos metros cuadrados de más? Quien nos hace tomar la decisión es un ente invisible, nada más que el modus operandi del sistema económico. “Si te sales de la ecuación y decides arriesgar, probablemente caigas, así que mejor sigue el camino señalado y asegura un futuro de supervivencia rutinaria y (en el poco tiempo libre que te quede tras ocho horas laborales, ocho horas de sueño y cumplir tus responsabilidades personales) disfrutar”. Entonces, miro de lejos a la gente que perdió su vida siendo infelices solo porque así podían sobrevivir y me cuestiono si realmente quiero lo mismo. Entonces, regreso a todo el esfuerzo que hice en la adolescencia para terminar los estudios y conseguir un buen trabajo. Entonces, regreso a la primera vez que pensé seriamente en el estudio y el trabajo, ese juramento establecido por gente que ya ni existe de sacrificar mi vida por el país, de ser necesario, con tal de asegurarme el futuro. Entonces pienso, ¿y si todo este esfuerzo resulta en vano porque se desata una guerra en la que soy obligado a participar antes de asegurar mi vida y todos estos años de exigencia terminan en la nada?
Entonces, ese camino se vuelve absurdo.
Arturo y Mordred son sinónimos de patriotismo y vanidad
Conozco algunas personas que adoran mi país, Uruguay, como si fuera un dios que les dio todo lo que tienen. Al debatir este asunto con algunos de ellos, dijeron estar tan agradecidos de nacer y vivir aquí que con orgullo sacrificarían sus vidas en el caso de desatarse una guerra (omitamos el hecho de que este país puede ser eliminado en un instante por bombas o misiles), por ello no les molestó cuando, por ejemplo, el presidente anterior decidió tomar parte del reciente conflicto entre Rusia y Ucrania poniéndonos en el punto de mira si el asunto iba a peor. Claro que ni el presidente ni los ciudadanos comunes iríamos a la guerra, primero los militares serían los condenados por aquella decisión ajena y, si todo empeoraba, era el turno de estos ignorantes que decidimos jurar que sacrificaríamos nuestra vida de ser necesario cuando apenas iniciábamos la pubertad.
Me revuelve la calma saber que hice un juramento que podría acabar mi vida solo por la decisión de otra persona que, generalmente, no toma buenas decisiones. No soy un patriota, de hecho, sé que mi futuro deseado tendría mayor facilidad de cumplirse en lugares muy lejanos. Tampoco me agrada saber que nací en un país que tiene una deuda externa de millones de dólares, que no deja de aumentar, por lo que la economía está muy afectada y el costo de vida está entre los más altos de Latinoamérica. Agradezco haber conocido a ciertas personas, pero, siendo un poco más objetivo, la probabilidad de nacer en otros lugares y estar igual de agradecido con diferentes personas es alta. Hay dos cosas de las que podría agradecer, una es más al territorio que al país, y es que no hay terremotos, tsunamis ni huracanes; la otra es que, a pesar de ser un país caro, estamos económicamente más estables que otros países, pero ser lo mejor entre lo peor no es suficiente para dar mi vida.
Por otro lado, me até al proceso establecido y lo cumplí de gran manera. Terminé el bachillerato, conseguí algún trabajo que otro y empecé la universidad. Claro que era mejor hacer estas cosas sin la necesidad de ese juramento, pero, con la ley actual, sin este me sería imposible haber experimentado y evolucionado mi mente hasta lo que soy ahora, no por el lado del estudio porque aprendo más por mi cuenta que en la universidad (en el primer año apenas aprendí algo más que las fechas de los autores que iban para las pruebas y exámenes). Lo que aprendí fue a coexistir con personas que tenían el mismo objetivo de supervivencia en el trabajo o que tenían intereses similares en la universidad, así como personas con un objetivo diferente y puntos de vista incluso contrarios a los míos. Pero sigo repitiéndomelo, ¿era necesario jurar que daría mi vida solo para tener eso?
Ahora debo aclarar que no estoy en contra de un juramento honorable como ese, de hecho, creo que es algo que podría hacerse con orgullo. Lo que me molesta es que, en una época donde se defiende tanto a quienes no alcanzaron la mayoría de edad tanto por sus derechos como por sus emociones, nadie piense en lo extraño que es esto. Con la diversidad de género llegó el famoso contraargumento de que los menores no son completamente conscientes de si quieren transicionar de hombre a mujer, o viceversa, a través de operaciones porque es probable que se arrepientan y además pone en riesgo sus vidas. Apoyo este argumento porque tiene todo el sentido, pero todavía no escuché a nadie decir que los niños de doce y trece años todavía no son lo suficiente maduros ni entendidos para jurar un sacrificio de vida a cambio de seguir con sus vidas normales. Si mi voz tuviera alguna fuerza de decisión, propondría cambiar la edad a cuando fueran legalmente mayores y que no sea obligatorio para poder trabajar y estudiar. Quienes son realmente patriotas pueden jurarlo, el resto puede continuar sin problemas. Como es un juramento que no tiene valor a menos que ocurriese una guerra, tendría sentido que, en vez de involucrar a todos desde niños, primero involucre a los adultos que deciden participar en ello voluntariamente.
Pero como esa utopía es irrealizable porque el juramento está arraigado en las costumbres, y hasta lo ven como algo bonito, es mejor dejar de lado estas ideas. Si una vez alguien intenta matar una serpiente e inicia una guerra, ¿el sacrificio jurado por los niños será igual de bonito?
Que los asiáticos se casen con las IAs, no es porque las IAs los seduzcan
Y ahora unas personas pensarán en la opción de evitar el juramento y tomar el otro camino más sencillo de cumplir gracias al avance tecnológico, es decir, buscar una alternativa para generar por nuestra cuenta el dinero necesario a través de medios que no pidan como requisito hacer la jura de la bandera. Es una buena opción y nada impide cumplirla, incluso tras haber hecho el juramento se puede tomar el camino y para los que todavía no lo hicieron también es de lo más funcional. Si desde niños aprenden a controlar las redes y las utilizan para generar ganancias con lo que les gusta, por ejemplo, vendiendo un arte o mercancía propia, cuando deban independizarse ya podrán sobrevivir sin preocupaciones.
Preguntarán qué se haría con el trabajo que sí o sí debe cumplirse para mantener en funcionamiento el país y mi respuesta no será totalmente del agrado de la mayoría: el avance tecnológico. Por ejemplo, la IA fue creada para reemplazar al humano en ciertas labores tediosas o, por lo menos, facilitar completarlas para dar mayor oportunidad a los humanos de que puedan dedicarse a otras cosas. Es decir que, en un futuro, un país podría permanecer estable con más ayuda de las IA y menos de los humanos. ¿Quitará puestos laborales? Sí, pero hará que arriesgarnos a emprender por nuestra cuenta y cumplir nuestros sueños sea más sencillo.
Hay cosas que una IA no podrá hacer o que será menos eficaz que las personas, así que no nos volveremos completamente inservibles. Si lo artificial se utiliza a nuestro favor, podríamos hacer que más personas salgan del círculo actual de vida en la que somos esclavos de la rutina “despertar–sobrevivir–dormir”. La idea no es volvernos inútiles, sino expandirnos desarrollándonos en ambientes que no todos podríamos alcanzar porque actualmente alguien debe atender el supermercado o limpiar las calles, trabajos que una máquina podría hacer. Claro que para no hacer de la IA algo malo, al quitar los puestos laborales por esos lados, debe facilitarse el trabajar en otras zonas, algo que se ve factible.
Por ahí podría salir una persona y criticarme diciendo que no quiero trabajar por la idea de que una IA haga el trabajo duro que es necesario, pero ¿por qué trabajar debe ser sinónimo de esfuerzo y hacer algo que no te gusta para sobrevivir? Si tenemos una forma de evitar esos trabajos que son más un sacrificio, ¿por qué no tomarla? Trabajar es muchas cosas como, por ejemplo, escribir este corto texto donde solo critico y me quejo de un montón de cosas y que tal vez no sirva más que hacer pensar a las personas que alcancen a leerme.
Pero en la actualidad eso no es más que un sueño, pocas personas son las que pueden permitirse tomar el camino que no lleva al rebaño. O eso pensamos.
Porque las historias terminan con las revelaciones finales, es que todos piensan que el “Apocalipsis” es el fin del mundo
Muchos dicen que la cruz invertida es un símbolo satánico, pero en realidad fue una muestra de respeto a Jesús cuando Pedro iba a ser crucificado y dijo que no era digno de morir igual que su maestro. De igual forma, muchos valores y un montón de frases importantes tomaron un significado alejado e incluso adverso al que tenían en un principio. Por ello, si yo dijese “Nadie puede cambiar el pasado”, “Nadie puede vivir para siempre” o “Nadie puede solo arrepentirse en la vida”, y parezcan frases lúgubres y apenas conectadas, yo podría haberlas pensado con una sonrisa en el rostro y darles un sentido de esperanza. “No me agobiaré por el pasado”, “Viviré como quiera hasta el fin” y “También agradeceré muchas cosas en la vida” son las únicas interpretaciones válidas que le encuentro. El caos de las ideas no entendidas e inacabadas son parte de la vida.
Así como muchos no entenderán ni sabrán que muchas de sus deducciones no son más que el resultado de años siendo guiados por las manos invisibles. Aunque fuese en broma, me cansé de escuchar “si no te gusta (futbol, mate, asado, música nacional) no eres uruguayo” como si fuese una ley establecida que todos debamos ser idénticos para formar parte del país, sin saber que en algún punto alguien decidió que un deporte, una bebida, un alimento y un tipo de música sean los que representen a las millones de personas que vivirán durante el resto del tiempo.
Así como todos fuimos obligados a jurar, así como las personas importantes deciden la cultura anual mientras se embriagan, así como cada país tiene una costumbre arraigada sin saber por qué ni cuándo... así es como todos parecemos unas marionetas de carne. Gustos iniciales definidos con variantes definidas, con un camino señalado y un “sueño” que es para muchos sobrevivir y reproducirse. Una celda invisible con la puerta abierta que aprendimos a no intentar cruzar porque seguiríamos por nuestra cuenta, como siempre, pero sin la guía de cómo existir en la sociedad. Como si estuvieran procesando un producto llamado “Humano”.
Inventan problemas que mueven masas, ideas que parecen revolucionarias y entorpecen a la gente, distracciones para estar cómodos, logros para ocuparnos, ideales para cegarnos. Y, después de eso, cada uno inventa sus propios asuntos.
Como yo, que en realidad no fui afectado ni molestado por alguna de las cosas que me quejé en este largo texto. Siendo sincero, quejarme de la jura de la bandera nació de un debate tonto que obtuvo significado, hablar de las IAs fue por las noticias actuales, comentar sobre los ricos que hacen fiestas fue porque lo leí alguna vez. Saber que estos pensamientos nacieron de actos cotidianos y casuales, que incluso rozan pecar de lo que tanto critiqué, ¿no le quita casi todo el valor al texto que les tomó parte de su tiempo irrecuperable leerlo?
Tal vez esa sea una buena revelación final, el apocalipsis para terminar con este texto lleno de divagaciones fútiles. Que tenga un sentido profundo no importa, importa que sea mío.║
[1] https://depositphotos.com/es/photos/hombre-marioneta.html?qview=30240555
[2] https://whorulesamerica.ucsc.edu/power/bohemian_grove.html
[3] https://www.pinterest.com/pin/64880050869937349/
[4] https://www.educima.com/dibujo-para-colorear-los-ninos-no-pueden-participar-en-la-guerra-i23400.html
[5] https://www.flaticon.es/icono-gratis/inteligencia-artificial_7339540
[6] https://www.cronista.com/mexico/espiritualidad/la-verdad-detras-del-apocalipsis-el-descubrimiento-que-revela-un-detalle-desconocido-sobre-la-biblia/