Pobres en los Estados Unidos
(Recordando a Don Bakely)
El pastor metodista (por la United Methodist Church- Iglesia Metodista Unificada) Donald C. Bakely (nacido en Nueva Jersey, 1928 y fallecido en Kansas City, 2016) publicó en 1976 un libro de poesías If… a big word with the poor [1] (Si… una gran palabra para los pobres), ilustrado por la fotógrafa Terry Evans.
Don, quien se presenta a sí mismo en el prólogo aquí traducido del libro, fue una persona preocupada por y al servicio de sus semejantes, en particular por la gente pobre de su país y activo desde sus convicciones. Desde 1965 dirigió Cross-Lines, un Consejo Cooperativo solidario en la ciudad de Kansas City, Kansas, dedicado al apoyo económico, educativo, social, psicológico y a otras ayudas a la comunidad, sin discriminación de raza, lugar de origen de inmigrantes, capacidades, religiones o creencias. Numerosos voluntarios y voluntarias participaban y participan hoy día en ese esfuerzo solidario. Viajero incansable, difundía con entusiasmo el trabajo de Cross-Lines por su país, y quien esto escribe tuvo el privilegio y satisfacción de acompañarlo en diversas oportunidades (Los tornados tan frecuentes en esa zona de Estados Unidos no lo frenaban, y una vez, por minutos escapamos de uno gracias al veloz Rambler 1960 – y luego no se lo contamos a la familia).
Publicamos aquí una traducción de su prólogo, uno de sus poemas y una fotografía de Evans.
El libro If… salió de imprenta en el año 1976. Antes de mudarse a Kansas City con su esposa Jeanne F. Bakely e hijos, Don sirvió como pastor en iglesias de Nueva Jersey, precisamente en la ciudad de Camden, que ya mostraba grandes y graves cinturones de pobreza y delincuencia en los años sesenta.
Algunas de estas cosas no cambiaron. En 2012, la editorial Nation Books de Nueva York publicó un libro[2] en el que se incluye a Camden, Nueva Jersey, como una de las zonas más pauperizadas y conflictivas de Estados Unidos en la actualidad. El capítulo dedicado a Camden es denominado Días de asedio. Incluimos al final dos dibujos contemporáneos de Joe Sacco, uno sobre Camden y otro sobre las condiciones de trabajo y vida en las minas de carbón en Virginia del Oeste (nota del editor de librevista).
Estableciendo el tono
(Prólogo de Si… una gran palabra para los pobres)
x Don Bakely
Casi todo libro tiene una razón para existir. Este libro se está escribiendo para lograr una pequeña abolladura (dent) en la mentalidad de los Estados Unidos, acerca de mi gente, los pobres.
Es necesario que esa abolladura se haga.
Por mi trabajo, tengo la oportunidad de viajar por todo el país, hablando en pequeños pueblos, grandes y pequeñas ciudades, áreas rurales y suburbios. Al viajar, escucho. Al escuchar, he oído decir a muchos buenos estadounidenses muchas palabras malas acerca de los pobres.
He notado que muchas de esas quejas tienen poco que ver con hechos. Una de las más comunes, por ejemplo, es esta: “¿la gente beneficiaria de políticas sociales? Son una manga de gente perezosa que prefieren dinero gratis antes que salir a trabajar”.
En realidad, la verdad está lejos de este juicio…
Las personas hacen muchas generalizaciones que causan daño. Mi gente lo hace también: “Estos tipos de los suburbios la tienen regalada, no tienen ningún problema, ellos nos hacen problema a nosotros”.
Muchos de nosotros parecemos sentir que si agrupamos gente y les adjudicamos maldad, eso nos excusa de preocuparnos por ellos. Si nos podemos convencer que todas las personas pobres son pichicomes y vagos, nos los sacamos de encima. La culpa, decimos, la tienen ellos, no nosotros. Odio y desconfianza son más fáciles de manejar cuando categorizamos a otros.
En este libro, estoy tratando de descategorizar a los pobres. Estoy tratando de ponerles rostros a los pobres. Quiero que los vean como individuos, como personas con alegrías, dolores, esperanzas, y a menudo abrumados por problemas. Quiero que vean algunas de las trampas en que están atrapados, que sientan algunas de las cosas que ellos sienten. Quiero que caminen con ellos un poco y traten de ver algunas de sus inaguantables situaciones.
¿Por qué la poesía?
Veo a la poesía como el lenguaje de la emoción. También veo a la pobreza como una cuestión emocional, no racional. Si la pobreza fuera una cuestión racional, no haríamos juicios irracionales sobre ella, como es el referirse a beneficiarios de la seguridad social como “pichicomes y vagos”.
Me gustaría llegar a la lógica de los lectores a través de sus emociones. Si los lectores pueden sentir algunas de las cosas que mi gente siente, si a través de este libro Terry y yo podemos colocar rostros a los pobres, tal vez será más difícil para los Estados Unidos el descartar tan fácilmente a los pobres.
En este volumen, apunto a dos cosas: comprensión y compasión. Siento que la comprensión es una capacidad severamente limitada para la mayoría de nosotros. Permítanme explicar. Por veinticinco años he estado casado con la mejor persona que conozco. Hemos discutido y arreglado entre nosotros por largo tiempo; nos hemos moldeado uno al otro. Sin embargo, después de veinticinco años, no la comprendo a ella. No sé si alguna vez lo haré – o si pueda. La capacidad de comprensión no quita las tensiones entre los dos. No puedo nunca ponerme en los zapatos de ella, sentir su dolor y frustraciones, escuchar sus pensamientos. Lo que hace de nuestra vida una vida buena no es una comprensión limitada; es el amor el que hace la diferencia, el que llena los huecos.
Quiero que Ustedes entiendan lo más que puedan acerca de los pobres. Pero quiero que superen eso. A medida que vean sus rostros, que ellos sean vistos como individuos, quiero que aprendan a considerarlos.
Las fotos cuentan sus propias historias. Algunas de ellas encajan con los poemas, y algunas de ellas inspiraron poemas. Mientras escribo, no estoy tratando de poner palabras en las bocas de los fotografiados. Algunos de ellos son amigos personales; a algunos ni siquiera los conozco. No puedo hablar por ellos. Lo que sí puedo hacer es juntar palabras y sentimientos desde años de asociación con los pobres e intentar colocar esos sentimientos en el papel. Espero que las imágenes den un énfasis más intenso sobre lo que está escrito, y que las palabras den un énfasis más intenso sobre las imágenes.
A medida que avancen en el libro, se darán cuenta que muchas de las fotos parecen haber sido tomadas varias décadas atrás. Sin embargo, fueron tomadas en la actualidad. Una de las marcas de la pobreza es que los pobres están siempre varias décadas atrás de la corriente. Viven en casas con equipamiento de otras décadas pasadas. Sus ropas y automóviles son a menudo de otras épocas. Aún sus medicinas y educación parecen inadecuadas para hoy. Sus habilidades y trabajos son a menudo anteriores a esta sociedad tecnológica. Casi se puede describir la profundidad de su pobreza con el momento y el año de donde provienen sus capacidades y posesiones.
Los muy pobres todavía cortan y pican leña para calefaccionar sus casas, caminan porque no tienen automóvil, usan hierbas en lugar de medicinas, tienen tercer año de escuela, viven en ranchos precarios. Los menos pobres tienen autos inseguros, estufas a kerosene, casas deterioradas, llegaron a sexto año de escuela. Las familias de bajos ingresos viven en barrios precarios, o en casas dos o tres veces removidas por los nuevos proyectos de barrios en construcción. Llegan al liceo, sus estufas y equipamiento están siempre al borde del deterioro, sus autos tienen ya siete años.
Los emergentes de la pobreza (affluent), sin embargo,viven en barrios recién construídos, poseen cosas actuales (excepto por nostalgia o antigüedades), autos nuevos, equipamiento, educación, empleos que usan las tecnologías actuales, hablan de asuntos del día, usan información reciente.
La pobreza, entonces, es casi una cuestión cronológica. Los pobres casi nunca encajan; rara vez son bienvenidos en el mundo de hoy. A menudo les denominamos “naciones atrasadas” a esos grupos de personas.
A medida que uno aprende a conocer a los pobres, es posible ver lo fácil que sería traer a muchos de ellos al mundo de esta década.
Otras cosas pueden encontrarse en estos poemas. Como Ministro Metodista, he pasado casi todos los veinticinco años de mi carrera en el interior de las ciudades, entre personas pobres. Fui pastor de una iglesia que trabajó muchos años en los barrios marginales de Camden, New Jersey, entre los pobres, trabajando con centenares de niños y jóvenes que se organizaban en pandillas callejeras, que les proveían de alguna “familia” de referencia. Trabajé en el bajo, con prostitutas, gente en problemas, gente con dolor. Los últimos diez años he sido director de Cross-Lines. Esta es una agencia de voluntariado con la que gestionamos los recursos de cientos de iglesias, agencias, empresarios; emergentes de la pobreza y pobres – negros, blancos, mexicanos estadounidenses – en un esfuerzo por eliminar la pobreza y quebrar barreras que existen entre las personas. Hablo en público doscientas o trescientas veces al año ante grupos nacionales, regionales, locales, por todo el país, buscando que la gente vea a los pobres como son, que den a sí mismos y sus recursos para, abrir puertas para los pobres. Trabajé entre los pobres toda mi vida adulta.
Pero, crecí en la pobreza, también. Miraba a mi padre – un hombre fuerte, trabajador, caritativo – que ponía todo su esfuerzo para alimentarnos en los días malos. Él está en muchos de estos poemas. Recuerdo los intentos de mi madre para que no nos sintiéramos tan pobres. Cuando faltaba la comida, nos mostraba fotos de diarios con niños hambrientos de la India – todavía recuerdo sus rostros – y decía que hambre era lo que ellos estaban viviendo; que nosotros comeríamos más temprano que tarde, pero ello no podrían hacerlo. Recuerdo a ella dando a otros cuando no teníamos suficiente para nosotros. Recuerdo su completa esperanza en que el mañana sería mejor.
Observaba a mi hermana Joyce, criando sus cuatro hijos en un rancho de Georgia. Su esposo murió dejándola viuda a la edad de veintinueve años, pero con una fe profunda en Jesucristo que la condujo a pesar de todo. Observaba a mi otra hermana, Anita, quien junto con su esposo había logrado escapar de la pobreza, hasta que un accidente destrozó una pierna de él. Tomó tanto tiempo en curarse que él perdió su compensación, trabajo y casa. Les tomó años y un espíritu muy determinado para obtener de vuelta lo que habían perdido a causa de un solo accidente.
Alguien más que entra en estos poemas es un regalo especial que Dios dio a nuestra familia. Nuestro quinto hijo (en seis) nació severamente retardado. Nunca pudo caminar en su vida o hablar o sentarse o sostener algo en sus manos o mantener su cabeza erguida.
El cambió nuestra familia.
Dentro de ese cuerpo que no funcionaba adecuadamente estaba una de las grandes invenciones de Dios. Nos obligó a concentrarnos en darle a él antes de llenar nuestras propias necesidades. Los jóvenes de las pandillas callejeras de Camden lo amaban, porque para muchos de ellos él era el primer cuerpo que podían abrazar sin ser golpeados o rechazados. El necesitaba cuidados permanentemente, y ellos disfrutaban y se beneficiaban de ello. Había en nuestra sociedad quienes decían, en formas veladas, que era una vergüenza que un niño así viviera para drenar a otros, para usar a otros.
Nadie es inútil.
Y menos mi hijo. Lo que él nos dio por estar no puede medirse.
Y menos los pobres. Me lo tomo en forma personal cuando aparecen planteos de que los pobres no debieran existir, o ser abortados, o descartados.
Nací y me crié pobre – y siento que mi vida es válida, que de alguna pequeña manera es importante para mí estar aquí.
¿Me preocupan más los pobres que los emergentes que escapan de la pobreza?
No.
Entonces, ¿por qué insisto con los pobres? Porque los conozco mejor. Porque los emergentes ya tienen suficientes buenas relaciones sociales que les ayudan. Ya los vemos a ellos como los más brillantes y mejores, tal como “deberían ser las personas”.
Una cosa, sin embargo, que no se visualiza suficientemente acerca de los emergentes de la pobreza es su sentido de bondad. En los Estados Unidos se tiende a mirarlos como correctos y responsables (tienen empleo y no nos gastan dinero público), pero de alguna manera como egoístas. Sin embargo, si no fuera por el compromiso, solidaridad, preocupación y espiritualidad de muchos de los que escapan de la pobreza, no podríamos hacer lo que hacemos en Cross-Lines.
Nadie es descartable. Las personas no deben ser eliminadas de nuestro amor porque las encajamos en categorías. El amor de Dios es para todos. Igual debe ser con nuestro amor.║
Si
hubiera nacido flor
la naturaleza
me cuidaría
Lluvia
y sol
e invierno
y primavera
serían una parte aceptable de la vida
no solo problemas
y dolor
para mí.
Si hubiera nacido flor
la naturaleza miraría
que
había nacido en buen momento
en la primavera
cuando la tierra nutre
y
me alimenta gratis
nada más porque necesito alimento.
Viviría pasando el verano
y florecería
por la lluvia de la tarde
y daría alegría –
solo
aceptada por ser yo misma
y
por la belleza que ofrecería.
El clima y el alimento no serían problemas
solo
una parte natural
de
lo que necesito
para
vivir
una vida
plena,
productiva,
sin-problemas-para-nadie.
Aún podría morir
en
un momento confortable
antes de que los dolores insoportables
del
invierno de la vida
se alojaran
en mí.
Aún si hubiera nacido perro,
comiendo – cuando lo necesitara –
y amando – cuando lo quisiera –
sería aceptado
como una parte normal en la vida.
Pero no nací flor
o
perro.
Nací gente
y – peor que eso –
gente pobre
Y eso parece ser
una ofensa imperdonable.
Parece que la gente pobre
nada más
no son apreciados
por aquellos que
no son pobres.
No somos siquiera aceptados
como una flor
o
un perro.
Rechazados
como yuyo malo
y
tratados como canallas.
Me gustaría ser tan importante
como una flor
o
un perro. ║
Imágenes publicada en 2012
Esquina de Camden, Nueva Jersey, 2012, ilustración de Joe Sacco
Domo de contención de polvo en barrios cercanos a las minas de carbón, Sylvester, Virginia del Oeste.
Joe Sacco, 2012
[1] Donald C. Bakely, If…a big word with the poor (Si… una gran palabra para los pobres), Kansas City, 1976
[2] Chris Hedges and Joe Sacco, Days of destruction, Days of revolt, (Días de destrucción, Días de revuelta) Nation Books, New York, 2012. Los capítulos del libro incluyen: Días de robo, Pine Ridge, South Dakota; Días de asedio, Camden, New Jersey; Días de Devastación, Welch, West Virginia; Días de esclavitud, Immokalee, Florida; Días de revuelta, Liberty Square, New York City.