www.librevista.com nº 53, junio 2023
x Alejandro Baroni Marcenaro
Estamos por la nuestra, que en mi opinión es una posición mucho más responsable que esperar que alguien nos salve (para) no tener que esforzarnos en hacerlo nosotros.
Carl Sagan
El futuro orienta mejor al presente que el pasado
(leyendo a Philip K. Dick)
La falta de agua potable
Llovió diez milímetros y no alcanza, informan los medios.
Diez milímetros de lluvia significa que cayeron diez (10) litros de agua en un metro cuadrado de superficie. O sea, que cada metro cuadrado de tierra, calle o techo recibió diez litros de agua.
En la última semana de mayo 2023 se informó que había llovido cuarenta y cinco (45) milímetros de agua. Esto es, en un metro cuadrado cayeron cuarenta y cinco (45) litros de agua, esto es, en un techo de cien (100) metros cuadrados cayeron cuatro mil quinientos (4.500) litros de agua o sea cuatro metros cúbicos y medio (4,5 m3).
Se estima que el consumo de agua potable destinado a cocinar, el mate, té, café es de unos veinte litros por persona por día. Si es así, el agua de lluvia que cayó en un techo de cien metros cuadrados, en caso de haberse recogido de alguna manera, abastecería el consumo de agua potable de cuatro personas habitantes de un hogar durante casi sesenta días. Y extendiendo los números, cincuenta techos promedio de un complejo habitacional pudieron abastecer a unas doscientas personas durante dos meses, si hubieran reservado en un depósito, tanque superficial o subterráneo el agua de lluvia usualmente incolora, inodora, insípida, sin materiales en suspensión, filtrada, cubierta de la radiación solar, controlada con muestras satisfactorias por laboratorio, o con instrumentos digitales accesibles de buena calidad y bajo costo.
¿Es mucha o poca agua?
¿Hay escasez de agua potable?
¿O hay escasez de otra cosa?
Un cuento del futuro
En un país, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que empezó a salir agua salada por las canillas de la cocina y el baño.
Al principio, las personas no se dan cuenta y la consumen igual, medios de prensa y redes informan las cifras de cloruros excesivos, pero se desatienden avisos.
“Me gusta más el agua ahora que antes” se escucha. Unos días después, sí se empieza a sentir un gusto en el agua, el lavado de cabello deja los pelos parados, el mate está raro, el té no se puede tomar, los calentadores eléctricos de agua empiezan a fallar, la producción de alimentos entra en problemas, la gente que estudia la hipertensión en adultos y la salud infantil advierte, etc.
Al mismo tiempo, agencias oficiales estiran los parámetros admitidos de sales y voceros oficiosos opinan que el agua es potable, segura, bebible e ingerible.
Rápidamente, se empieza a comprar agua embotellada para el consumo, las empresas envasadoras de agua potable se preparan para multiplicar la oferta y anuncian sus precios, se incentiva la competencia y entran en escena muchísimos bidones plásticos que se desechan, luego de un único uso, en esos contenedores de residuos ubicados en muchos barrios generalmente periféricos, donde se mezcla lo orgánico, lo metálico y el plástico. Alguna usina o depósito de residuos, ubicada lejos de cualquier barrio, patio trasero, calle de buena vecindad que se precie se hará cargo. Se espera que Alguien, se hará cargo de ese incremento del plástico que se tira.
(ver la imagen que sigue)
Fondo de un bidón plástico para agua comercializada PET 1 (Tereftalato de Polietileno) que puede tardar un promedio de quinientos años en degradarse y desaparecer. Puede ser reciclado para la fabricación de nuevos bidones desconociéndose el porcentaje de utilización de PET usado en la nueva fabricación. Según datos de fuentes privadas anteriores a la emergencia de agua potable, circulan en Uruguay unas novecientas toneladas de bidones y botellas por mes y se reciclan unas ciento cincuenta. El resto se desecha en vertederos, basurales, corrientes de agua, mar y océano.
El debate público se centra de una manera extraña en la emergencia: “que la gente haga un uso responsable del agua” (arreglate como puedas, y esperemos que llueva más), o “repartiremos bidones de agua a la gente más vulnerable” (compraremos agua los que podemos y repartiremos bidones a algunos de los pobres), o proclamas por la “defensa del agua y el derecho constitucional al agua” (reclamos al Estado y las empresas privadas), o expresiones académicas como “no se planifica ni se toma medidas urgentes” (reclamos técnicos al gobierno) etc.
Mientras los cloruros y buen sodio siguen saliendo por las canillas, en mayo llueve en las zonas metropolitanas más afectadas, el agua de las nubes condensada corre por los techos, vuelve a la tierra, a los cursos de agua y al mar para evaporarse y hacer su ciclo. Una partecita de ella, la que cae en las áreas de represas y embalses destinados a la reserva para el procesamiento de agua potable dicen que no es suficiente para evitar el agua salada.
Fin del cuento.
Una gran oportunidad
¿Es una crisis?
¿Se toca el fondo de algo con esto?
Sí, se toca fondo, sin perjuicio de un rebote posterior.
El fondo – que conviene mirar de cerca por la oportunidad – es una gran escasez de iniciativa, una práctica cultural indefensa, es la ausencia de reflejos de sobrevivencia, como es la corrida social para comprar bidones plásticos de agua potable, la dependencia extrema de versiones y acciones de agentes privados o estatales, la ausencia de reflejos prácticos que van desde la simple juntada de agua en un bidón usado y limpio hasta la desalinización solar de escala para asegurar a la sociedad los litros de agua potable diaria que necesita. Porque es completamente imaginable, viable y de bajo costo relativo dedicar unas miles de hectáreas a la desalinización solar, en suelos cercanos a las tomas de agua en ríos, arroyos y aún del mar.
Ese fondo es peor que las profundidades de un capitalismo salvaje, del sálvese quien pueda de los lobos que disponen del agua y coexiste con un capitalismo rápido de mercado del agua que hace lo que el Estado ni la gestión individual y colectiva pública o asociativa civil se plantea. Es la aceptación voluntaria de que solo atinamos a protestar, comprar y recibir restos, descartando el camino de la sobrevivencia productiva, ese que podría decir “si me das agua deficiente o me vendes plástico con agua, entonces, junto agua, la filtro, o desalinizo, controlo, la consumo y la reparto”. Es similar a decir “si me das información basura entonces la junto, busco con el celular, la filtro, la consumo y la reparto”. O decir “si me vendes energía eléctrica cara o utilizas combustibles fósiles o atómicos, entonces la junto, acumulo, genero, transformo, filtro, consumo y reparto”.
Aquí se nos está presentando la oportunidad de visualizar una imagen de un probable mundo futuro. Un mundo en que las iniciativas individuales como es juntar agua para consumo familiar pueden conducir a juntar agua para consumos colectivos – según la elección ética de cada cual y decisiones técnicas. La elección individual consecuente versus la elección individual que mira y toma en cuenta a vecinos. La decisión técnica que evade una centralización que ya se muestra débil.
Y esto es aplicable a la reserva y captación de energía, a la información, y la formación en sentido amplio, a todo aquello cuyo futuro pinta cada vez más descentralizado. Las visiones arquitectónicas y sanitarias podrían virar hacia la recolección de agua y energía solar, la madre de todas. Las teorías de la ingeniería en agua y energía podrían salir de la centralización hacia una dispersión de la captación y reserva. Una descentralización que puede ampliarse a una colaboración, interconexión y ayuda mutua en gran escala.
Sería el triunfo de una colectividad apoyada en bases éticas comunitarias sobre las exclusiones de la iniciativa individual que compra todo, del estado director y absorbente, de los imperios que guerrean por el agua y las fuentes de energía.║
Palabras clave:
Agua potable
Agua de lluvia
Desalinización solar
Alejandro Baroni Marcenaro
www.librevista.com nº 53, junio 2023