Adiós, Sr. Nardone

x Alberto Methol Ferré

Nota del editor de librevista:
Esta columna de opinión de Methol Ferré expresa su rechazo y abandono a Benito Nardone, a quien había apoyado resueltamente. Fue publicada en el semanario Marcha el 24 de febrero de 1961. Su Director Carlos Quijano se ocupa de aclarar que no comparte lo que escribe su colaborador, y ubica el momento histórico de la salida de Benito Nardone del Consejo Nacional de Gobierno exponiendo sin disimulo sus críticas a la personalidad de Chico Tazo, ya expresadas en un debate anterior que sostuvo con Methol. La caricatura de Nardone que incluye Marcha es de Peloduro, colaborador del semanario.
Librevista reproduce este artículo de Methol de hace unos sesenta años por considerarlo de interés contemporáneo. No se encuentran en la web reproducciones completas de este texto, ni siquiera en una recopilación de obras y referencias sobre A. Methol Ferré como www.metholferre.com
Las necesarias interpretaciones de ese pasado y este presente vendrán después. Esto es una introducción y referencia. Para ir haciendo boca: Methol Ferré ha ejercido gran influencia intelectual y política, entre otros Guido Manini Ríos líder del partido Cabildo Abierto dice de Methol “he tenido la suerte de ser (su) alumno y sigo también su línea de pensamiento”[1] , los “cabildos abiertos” fueron instrumentados por la Liga Federal de Acción Ruralista liderada por Nardone, y el movimiento actual Un Solo Uruguay sostiene la defensa y resalte del campo frente a la ciudad, así como un rechazo genérico a la política y la intervención estatal en la economía y cultura.

Notas de Carlos Quijano:


Chicotazo por Julio E. Suárez, Peloduro

Adiós, Sr. Nardone

x Alberto Methol Ferré

Ninguna importancia tendría a escala de la historia nacional el fracaso de un hombre, por más lamentable que ello fuere en lo personal. Por sí mismas, son cosas que carecen de relevancia. Muchas veces, como ahora, la vida política no es más que un relámpago entre dos noches. Pero adquiere singular gravedad, cuando ello está ligado al proceso de lo que ha sido  el movimiento más verdadero del Uruguay en esta última década: el ruralismo. De ahí que corresponda y urja un examen sincero de la cuestión, que a todos atañe, a los del campo y a los de la ciudad, pues en su mutua relación está la vida del país entero.
Es para nosotros este asunto algo tan serio, que no es posible funcionar con sobrentendidos. Por el contrario, hoy la sensación inmediata es que la gente está descolocada, inquieta. Que el Uruguay, sin perder aún su apariencia normal está sutil y profundamente removido. Todo en su sitio, pero desviado. Es que la crisis del régimen abierta desembozadamente bajo el gobierno de Batlle Berres y el triunfo del Partido Nacional, prosigue su marcha abatiendo arraigadas creencias, endureciéndolas o trasmutándolas en fraude. Nada más propicio entonces para un hervidero de crispados malentendidos. Y un punto donde se agolpan es el Sr. Nardone. No es un azar, sino índice de su importancia, de su valor para el diagnóstico.
Se impone así atravesar toda la maraña de un anecdotario triste y grotesco e ir a las raíces mismas. Porque hay una evidencia primordial: más allá de los rencores y desprecios de la población urbana al Sr. Nardone, está el hecho que la ciudad nunca comprendiera al ruralismo. Y eso sí es vital. Por ello no nos detendremos en el tono de comentario que es el pan montevideano de cada día, pues sería conformamos con la mitad de la verdad, sería fácil y en última instancia falso.
El camino desandado por el Sr. Nardone desde su casi unánime audiencia colectiva en febrero de 1959 hasta la pacata anemia de hoy, pareciera autorizar la creencia que se trata de un accidente, un penoso e irritante accidente. Da vértigo y angustia tal despilfarro en tan corto plazo. La crisis tiene entre sus rasgos levantar y triturar hombres en un instante. Pueden darse estrellas aventuradas y fugaces. Pero no hubo en los orígenes del éxito del Sr. Nardone un golpe de suerte, sino lo contrario: un admirable y empecinado esfuerzo, difícil y de inmensa perseverancia. Una voluntad paciente, como las semillas que trabajan desiertos.
Nardone, hombre pragmático a ras de suelo, suscitó a través de la radio, a lo largo de años oscuros, casi sin darse cuenta, una gran esperanza. Una legítima esperanza. Y entiéndase bien: una esperanza, no una ilusión. Porque sólo la esperanza es creadora de realidades  pujantes. Con ella movió la niebla quieta del mundo rural, le arrebató su resignación, lo liberó de memorias rutinarias que lo oprimían, le hizo alzarse por sobre los cielos siempre idénticos del trabajo en la naturaleza, le incorporó como ruralismo a la dinámica real de la sociedad uruguaya. De la repetición, le hizo pasar el umbral de la historia, es decir, lo promovió a la acción social autónoma. Un fuerte y magnífico paisano de Cerro Pelado lo decía gráficamente: "Antes de Chico Tazo estábamos dormidos". Al mundo rural sujeto al destino, le abrió la puerta de las decisiones. Todo esto es verdad, y la reiteraré, porque la severidad de hoy no me mueve a la injusticia el ayer.
Sería difícil comunicar con su exacto vigor todo lo visto y vivido en el movimiento ruralista. Una experiencia eminentemente saludable y robusta.
Durante la última década, el ruralismo dinamizó a innumerables familias del campo. Antes, la política era cosa de hombres, y las mujeres quedaban en las casas. Con el ruralismo, la mujer adquirió en el campo una función cívica prominente (por estar en la casa, era la más informada y al tanto por la radio). La familia entera se movilizó y entró en tensión. La disociación y dispersión rurales, se trascendió en agremiaciones, con su comité de damas lateral y sus pichones ruralistas. Mantener centros sociales, islotes de empresa común, en los dilatados espacios de la campaña, sólo el fervor y la voluntad de gente de trabajo podía hacerlo. Y lo hizo.
También las distancias y la soledad de la parcela se hicieron muchedumbre en los cabildos abiertos. Los paisanos dejaron su viejo oír suspicaz y defensivo, que se transfiguró en torrente oratorio. Quien haya concurrido alguna vez lo sabe. Los actos duraban siete, nueve, once horas. El estrado y la palabra eran accesibles a todos. Hubo hasta una satisfecha embriaguez por las palabras, como una revancha por lo no dicho y silenciado tanto tiempo. Las familias, con los más variados medios de transporte y de su propio peculio, se trasladaban leguas. Pues al cabildo abierto se iba a pasar el día. De ahí sus originales características de acto político, asamblea de trabajo, feria, lugar de encuentro y sociabilidad. De fiesta y foro, de cordialidad vecinal y banquillo fiscal, de pedidos de cuentas a políticos que estaban presentes.
Diputados y concejales eran invitados - cualquiera fuere su filiación- a la tribuna. Asistían rivales, que se evidenciaban ante su posible electorado, ya vigilante y consciente de su fuerza. Muchos pueden recordar un áspero mal rato. Así, en todos los rincones de la campaña, los rurales jaquearon a los políticos. Como es lógico, esto se tradujo en un profundo malestar dentro de los bandos tradicionales, y desde "El Día" un baqueano como Lepro avisoró el peligro y pegó el grito.
En cierto sentido, los rurales se sintieron emerger sobre los políticos. Ya no eran manso coro electoral, sino jueces. Los manidos fetiches partidarios perdían su seducción y Chico Tazo repiqueteaba: "Las divisas se llevan en el corazón o en la frente, no como venda en los ojos". El ruralismo nació y creció al margen de todos los partidos existentes. Ocupó el vacío que aquellos dejaban en la campaña. El ruralismo fue el primer síntoma social congruente y vasto de la crisis sustancial de las estructuras uruguayas. La primera expresión tangible, comunitaria y viviente, a pesar de sus insuficiencias, del progresivo cisma entre el "país real" y el "país legal".
Y es que el ruralismo es -y debe ser- lo más real del país, dada nuestra primordial configuración agropecuaria. Allí está nuestra riqueza, allí se deben crear las bases de nuestros excedentes.
Será mérito perpetuo del Sr. Nardone ser el propulsor inicial no sólo de una conciencia rural, sino de haber contribuido a que el Uruguay pusiera sobre el tapete —más allá de las declamaciones habituales— su verdad esencial, que es agropecuaria y principalmente ganadera. Por ese entonces la ciudad se deslizaba en apacibles traqueteos burocráticos, o mitológicas aventuras de un pseudo-industrialismo. Esto no excusa al Sr. Nardone de sus errores de hoy, incluso de los que estaban en ciernes, pero ha servido para aventar muchas ilusiones de lo que llamamos alguna vez “mentalidad terciaria”.
El ruralismo expresó su vocación nacional en el movimiento de reforma constitucional. Se tenía la voluntad de romper las ataduras asfixiantes y tramposas de la Ley de Lemas, que deforma e intoxica la auténtica vida colectiva uruguaya. No se pudo, y se entró al país legal por la puerta de atrás. No voy a detenerme ahora con el análisis del proceso de estos últimos dos años, pues espero hacerlo en próximas notas. Nos basta partir de la situación actual resultante, y que es el compromiso de Nardone con los enemigos estructurales del ruralismo, con la alianza “latifundio-mercantil” que rige al país, que oprime a las clases medias rurales y tiene congelado el progreso nacional. Por eso se ha querido la utopía de "estabilización" sin "desarrollo", y no se quiere salir de la moneda y las carreteras. Si a Nardone corresponde atribuir de modo principal la decisión certera que condujo a la quiebra del batllismo paralítico, a Nardone corresponde en exclusividad la cadena de desaciertos que hoy embreta al ruralismo.
Así como la "Presidencia sin Lema" fue el signo de la vocación política nacional del ruralismo, de su querer abrir las compuertas al "país real" y cuyo embate tuviera el efecto saludable del 30 de noviembre de 1958; así hoy los cuchicheos de reforma  constitucional que dan vuelta en la calecita colegiada o en cortinas de humo que escamotean el laberinto antidemocrático de los lemas y la hoja única de votación, son el signo de la capitulación. Denota con nueva evidencia el enclaustramiento del Sr. Nardone en el "país legal”.
El cambio se traduce hasta en los procedimientos. Hoy el Sr. Nardone tiene que buscar su arreglo "entre galeras, gallos y medianoche" y, como él hubiera dicho, en Punta del Este. Ya no le es transitable una ruta plebiscitaria, de consulta directa a la calle, al pueblo. Es que pasó el tiempo del aire libre, de los cabildos abiertos de los "troperos de firmas", y de los "botudos" en general. Ahora sólo dejará permanecer sus parodias. Claro que esto implica que Nardone ha decapitado la esperanza del ruralismo, y que sólo le queda el compromiso de quienes están cerca y la fidelidad perpleja y cansada de los que están lejos. Casi se ha convertido en la sátira de aquella esperanza.
Porque es, paradojal el itinerario del Sr. Nardone. Si ayer hizo despuntar la conciencia del ruralismo, quebrando con el tráfico de las emociones tradicionalistas y le llevó hacia los problemas económicos y políticos actuales; hoy, por el contrario. le vemos en la actividad de hacer retroceder al ruralismo aI nivel de clientela electoral. Su encierro y supervivencia en el régimen le obliga a borrar y volver con un salto atrás. Por sus actos, Nardone tiene que destruir y quitar sentido a su propia obra.
¿Que Nardone está a tiempo de reaccionar, de cambiar rumbos? Aunque deseable, más que improbable. Sus propios renuncios le han maniatado. Podrá levante algún corcovo, pero no serán más que remedos incrédulos de crítica, independencia u oposición. En última instancia, quizás el llano le fuera más rápidamente mortífero, pues volvería no chamuscado, sino quemado hasta el hueso. Largo sería el viaje de regreso, remontando el descrédito. Hoy parece que solo le es viable su condición de peón de brega de una lista, de un sub-lema, de un lema. Tal el destino que ha elegido, y tal el destino a que quiere reducir al ruralismo y la Liga Federal.
Para mayor abundancia, me voy a permitir una cita, como un testimonio de tierra adentro. Pido disculpas al amigo y agradezco. Se trata de un fragmento de una carta recibida de un antiguo dirigente ruralista departamental de la zona este: “Parece que el final del proceso no puede ser otro que la formación de un partido personal del Sr. Nardone. Yo pienso que el movimiento para mantener su fuerza debió seguir el cauce de nuestros resentimientos sociales y económicos y no el de los resentimientos de los fracasados políticos, que infestaron nuestras agremiaciones y me parece han echado todo a perder. Lo primero es obra fecunda; lo segundo son perrerías.
Me parece oír al Dr. Bordaberry[2] cuando, por teléfono, le decía a un amigo que Nardone era un perro de presa. Y así ha resultado; lo que muchos nos preguntamos es qué va a poner en lugar de sus presas.
Hoy tengo la sensación de que todo aquello no fue otra cosa que un risueño y luminoso despertar; algo así como un levantamiento de la Banda Oriental en 1811, sin Artigas y sin batalla de las Piedras y, lo que es más doloroso, sin Instrucciones de 1813, sin Reglamento Provisorio de Tierras".
Sólo el tiempo podrá decir cómo y cuándo el ruralismo podrá librarse de lo accesorio, que es un hombre, y salvar lo permanente, que es institución. Si se deja reducir a clientela electoral, o mantiene su vigor de pueblada. Los hechos irán obligando al ruralismo a revisar con hondura su corazón y su cabeza, y más allá de sus dolores, de sus decepciones, de sus vacilaciones. La savia potente de la vida arrojará de sí todo obstáculo. Cuando el adiós es justo, no duele.
Corta será esta etapa. El Poder, o su mero reflejo, tiene crueldades para quien no es capaz de elevarse a su estatura, Y pareciera que el Sr, Nardone no tiene ensanches, ya que "vencer a lo ruin no es gloría, sino rendimiento". De todo esto, y desde la perspectiva mínima, se extrae una lamentable, vulgar y forzosa primera moraleja: las luces del centro lo perdieron, y dio el mal paso. A tal cosa, tal nombre.  
Y también vale insistir sobre dos peligros, que se estimulan mutuamente. Por un lado, el que la ciudad reduzca la esencial importancia del ruralismo, a la persona de Nardone, y se oculte así los verdaderos problemas, que dilapide su malestar en desahogos anecdóticos y prosiga inepta para generar una auténtica voluntad política. Por otro, que el ruralismo se resigne a la misma reducción. Lo que dure el equívoco, será en desmedro del país entero.║

[2] El Dr. Domingo Bordaberry es el padre de Juan María Bordaberry, y fue Senador por el Riverismo, Partido Colorado. Integró la dirigencia de Asociación Rural del Uruguay y de la Federación Rural del Uruguay, siendo uno de los fundadores de esta última. Fundador de la Liga Federal de Acción Ruralista, que presidió hasta su fallecimiento.
Domingo Bordaberry incursionó en el ámbito periodístico. Fue propietario de los periódicos El Pueblo y Diario Rural; en sus páginas escribió Benito Nardone"Chico-Tazo", que llegaría así a un amplio público en el interior. Bordaberry fue además copropietario de CX 4 Radio Rural, desde cuyos micrófonos "Chico-Tazo" forjó y proyectó su personalidad gremial y política. https://es.wikipedia.org/wiki/Domingo_Bordaberry (Nota del editor librevista)

 

 

 

 

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