Repensar la política
(Acerca de lo que el sentido común y consenso progresista pueden rechazar)

x Alejandro Baroni Marcenaro

El 21 de octubre se realizó la presentación del libro de Enrique Rubio En el 50 aniversario del Frente Amplio, Repensar el progresismo, con gran concurrencia de público, en una ocasión que no brindó oportunidad a preguntas o breves intervenciones de concurrentes. No es usual encontrar un título de ensayo como éste, proveniente de un estudioso y pensador, hoy senador de la República, por lo que vale comentarlo. El texto considerado aquí es el de la publicación digital inicial en la revista vadenuevo.com.uy[1] .
Ya dicha la importancia temática, es además un texto de preocupaciones honestas e inusuales. Abre puertas para repensar el progresismo y puede ser una primera dosis de vacuna si el cuerpo reacciona. Y no es que un libro y menos un comentario pueda ser la vacuna contra la pereza de pensamiento, puesto que las interpretaciones necesitan de sus experimentaciones, retornos y debates.
En el libro se presenta ambiguedad e incertidumbre – siempre necesarias y productivas - que aquí en este comentario se entiende reclaman desarrollos. El comentario elige aspectos que considera más importantes, al momento, sin excluir otros que no introduce y aguarda dinámicas o milongas de intercambio.
Los textos entre comillas pertenecen al libro, salvo aclaración.

Según un resumen inicial que se extenderá en adelante, en el libro la geopolítica está sobrevalorada y la aspiración de una gobernanza mundial racional puede pecar de ingenua. Menciona sin determinar concretamente bloqueos y sistemas de vetos, evita la lucha ideológica entre compañeros de ruta, vacila entre la necesidad de abandonar modelos rígidos y continuarlos, entre atender a movimientos sociales extrapartidarios y un desvelo por la canalización de esas emergencias o explosiones, entre la síntesis y la experimentación, la dirección de las luchas y su articulación, el partido y la sociedad, entre la multidimensionalidad y la unidimensionalidad, entre la determinación y la contingencia, el despliegue de citas de autores generalizantes y su aterrizaje en el sur americano, entre el partido, la fuerza política y el movimiento, entre lo viejo y lo nuevo, la cita de vacas sagradas y un pensamiento genuino, entre la preocupación por comprender las nuevas subjetividades juveniles extrapartidarias y la pulsión por incluirlas, entre la estructura hegemónica y las mareas dinámicas, el temor a las redes sociales y el reconocimiento expansivo imparable de la comunicación virtual.
  
Dicho esto, debe agradecerse al autor la voluntad de exponer ideas como presupuesto de creación y renovación, evitando el exagerado y extendido seguimiento y santificación en mármol de liderazgos y personalidades históricas, así como el abrazo con tradiciones perimidas, por lo que el libro es muy bienvenido.

 

Esperamos hacerlo mejor
Gabriel Boric

Recuerde: tenemos miles de cámaras en toda nuestra red. Pero tranquilo: su intimidad está a salvo. Solo funciona la mitad.
Marco Caltieri, en un cartel del Metro de Montevideo

Wake up, Neo…
The Matrix has you…
Follow the white rabbit.
Knock, knock, Neo.
(Despertate, Neo… La Matriz te tiene… Seguí al conejo blanco. Toc, toc, Neo.)
Mensaje que despierta a Neo en la película Matrix

Es importante establecer de una vez por todas que la masa nunca se siente satisfecha. Mientras exista un hombre no incluido en ella, muestra apetito.
Elías Canetti

El socialismo no hizo raíz en Estados Unidos, porque aún los pobres se ven a sí mismos como millonarios avergonzados temporariamente.
John Steinbeck

Estoy rodeado de viejos vinagres
Luca Prodan

Dentraron a volar con el viento revistas viejas, carnés del partido…
Don Verídico

Van Juan y Pedro en un globo aerostático cuando una ráfaga de viento los desvía de su camino. Ven a un tipo en una pradera, allá abajo. Deciden soltar un poco de gas para acercarse y gritarle:
-Oiga amigo. Estamos perdidos. ¿Puede decirnos en dónde estamos?
-Si, por supuesto. Están en un globo aerostático.
-¡Mala suerte! La embocamos con un economista le dice Juan a Pedro
-¿Cómo sabes que es un economista?, pregunta Pedro
-Porque lo que nos dijo es exacto, responde Juan, pero no nos sirve para nada.
Un economista

Habrá momentos en los que tendremos que debatir con las mujeres o los indígenas, pero esta situación de polémica nueva me hace feliz.
Antonio Negri

 

La geopolítica y una nueva bipolaridad

Dice Rubio: “Las resistencias de las corporaciones hegemónicas y del nacionalismo de cortas miras parece tener una poder superior a la capacidad para desarrollar una gobernanza planetaria de racionalidad, sobrevivencia y justicia, anclada en la coexistencia (conflicto y cooperación) de la nueva bipolaridad de Estados Unidos y China”.
La bipolaridad entre dos Estados armados y poderosos o el nacionalismo ideológico no son producto directo de irracionalidad o racionalidad propia o ajena, o justicia, ni un llamado a la sobrevivencia ambiental ha mostrado ser recurso suficiente contra la polarización. Parece tratarse más bien de procesos históricos, luchas, intervenciones discursivas con más o menos subjetividad, en la que están incluídos procesos argumentativos, y genealogías (como por ejemplo el tránsito desde un estado de partido maoísta marxista hacia un estado de partido maoísta en revolución cultural, al pensamiento de Deng y ahora el pensamiento de Xi)
No será eficiente una institución con integrantes que pueden vetar por sí mismos resoluciones tomadas por mayoría, sino que otro tipo de gobernanza mundial es necesaria. Para ello urge el despliegue de la lucha ideológica y política global, horizontal y vertical, en detalle y teniendo en mente que acontecimientos que ocurran en una parte del mundo tendrán su repercusión en las otras partes. Esas luchas argumentativas y políticas podrían neutralizar y resistir una nueva guerra fría entre dos polos que desean polarizarse, así como al nacionalismo reaccionario.

Rubio provee citas de autores con los que parece coincidir o dice valorar sus juicios como “interesantes”. Entre esas citas resuenan asentimientos y convergencias con las conclusiones de la obra de Samuel Huntington El choque de civilizaciones, escrita en 1996. Así, entre las citas se habla de “incompatibilidad de civilizaciones” entre EEUU/Occidente y China, aunque de coexistencia pacífica (en términos más o menos abstractos políticos y sus extensiones). Las visiones desde la geopolítica suelen pagar precios altos. Uno, miran desde imperios constituídos con fronteras delimitadas. Dos, no registran suficientemente las contemporáneas migraciones humanas y de recursos permanentes que perforan geografías. Tres, en materia prospectiva no registran suficientemente en sus categorías esquemáticas a las evoluciones y diversidades culturales en países tan enormes, en particular, pasando por una media engañosa de sentido común, como afirma una cita del libro: “la noción de una civilización universal es una idea occidental que choca directamente con el particularismo de la mayoría de las civilizaciones asiáticas”, que es similar al actual lugar común que afirma que los chinos son más jugadores de go que de ajedrez, los occidentales más bien ajedrecistas que quieren matar al rey antes que rodearlo, quitarle territorio y obligarlo a rendirse como harían los chinos avanzando por la ruta de la seda. Hay jugadores de truco en todos lados.
Por ejemplo, decir: “Para los estadounidenses la democracia es la única forma de gobierno justa, pero en China el gobierno gana o pierde su legitimidad política de acuerdo con su performance” implica creer que en Estados Unidos no se gestarían violaciones aprobadas a las leyes de carácter grave y que bordean el totalitarismo antidemocrático y que los chinos carecerían completamente de un sentido de justicia. “Los estadounidenses se conciben como una nación misionera y los chinos más como una civilización omnicomprensiva” es un estereotipo que no se sostiene.
Finalizando el año 2021, resulta inadecuado hablar de civilizaciones “incompatibles” de relacionamiento pacífico. Más allá de las complementariedades económicas y comerciales, deudas, inversiones occidentales en el sur de China, o la cantidad de estudiantes chinos en las Universidades más importantes de Estados Unidos. No pueden borrarse diferencias culturales arraigadas, y aún las interiores, que pueda distinguirse la China del sur de la del norte, como el este y oeste norteamericano del medio oeste, aunque debería hablarse de una convergencia cultural que la construcción de un mundo globalizado posibilita. Así la familia del comunitarismo y el liberalismo social existe en Estados Unidos, con un crecimiento juvenil prosocialista, así como la explosión de empresarios enriquecidos que no permiten sindicalismo es grande en China, como la especulación inmobiliaria no es patrimonio de Occidente, ni el control informático de la población es exclusivo de China, ni la representación política adecuada es siempre distinción de Occidente. Ya resulta difícil hablar de “China” u “Occidente”. Así como el confucianismo, el taoísmo, el budismo y sus procesos cívicos e institucionales contemporáneos se estudian fuera de China, es notorio el interés chino por el pragmatismo histórico, el pensamiento pragmatista contemporáneo, y las teorías de la libertad positiva y negativa surgidas en Occidente, por mencionar algunas. Aquí no debe confundirse las estrategias estatales y los intereses armamentísticos de los Estados occidentales, del Estado chino, de los partidos políticos que deterioran democracias y el partido único que asegura representar mejor a la sociedad, con las convergencias culturales de la población asiática con la occidental, de un joven chino de clase media y uno europeo o norteamericano o uruguayo, ambos vistiendo jeans vaqueros, jugadores de video-juegos y acercándose a la lengua inglesa o al mandarín.
El cambio ambiental sustentable tampoco está decisivamente en manos de los Estados competitivos y dominantes. Una y otra vez los plazos convenidos para bajar emisiones y contaminación se extienden. Las preocupaciones ambientales son diferentes según de qué parte del mundo se esté hablando. Importará más o menos la huella del carbón según las condiciones de vida y los ímpetus de poder. Seguirán usando carbón, centrales nucleares y petróleo mientras les convenga, y estirarán su paso hasta que la opinión y una pesada acción mundial los frene.
De la misma manera, la izquierda debería pensar mucho más en un manejo financiero global alternativo a los Bancos centrales. El enfoque no debería ser local ni artesanal, sin duda, y sí por fuera de los complejos financieros, bancarios privados o centrales, empresas fintech (tecnológicas financieras) o Estados, occidentales o asiáticos, que no cesan de crear burbujas especulativas, salvatajes y concentraciones de capital, con éxitos relativos y grandes debilidades, según se verá más adelante.     

 

Los algoritmos y sus debilidades

Luego de enfoques geopolíticos colocados en las primeras páginas, hacia las dos terceras partes del texto Rubio se detiene en las evoluciones culturales que ve, con citas de pensadores diversos con las cuales asiente. Así pinta y delinea una situación de control, vigilancia y dominación mediática desde diversos poderes y de una ciudadanía local y global manipulada e inerme o victimizada, según las metáforas de la colmena o el enjambre.
El comienzo es compartible, cuando Rubio parece abandonar la noción estructuralista de hegemonía, o al menos matizarla al sostener la importancia del dominio, la coerción, el consenso y la persuasión argumentativa y emocional en lucha sin necesariamente tener un denominador común hegemónico. De otra manera, que la dominación estable y determinante (hegemónica) no sería posible para una sociedad tipo en abstracto, con un alto grado de diversidades.
Luego, según sus citas, Rubio coloca a un inadecuado determinismo del poder sobre las sociedades, tomándolas como una colmena con su reina absoluta o un enjambre con reglas animales genéticas[2] . Algo así como que la previsión y el condicionamiento de los comportamientos estuviera instalada con herramientas psicoconductistas. Internet y las redes sociales serían las canalizaciones decisivas para ese dominio, con sus algoritmos de vigilancia, control e internalización compulsiva de valores y conductas en seres humanos recipientes, supuestamente sin libre albedrio y potencias[3] . Sin perjuicio de provocar “estallidos de protesta” o rebeldías ocasionalmente, sostiene Rubio, éstos no lograrían ser “canalizados por izquierdas o derechas”. ¿Cuáles serían esos canales promitentes? ¿Acaso los partidos políticos e instituciones determinadas? No parece tan así.  La opinión pública, medida una y otra vez, ubica a los partidos en nivel bajo según una escala de prestigio o popularidad, demasiadas veces justificadamente al ver conductas tragicómicas, como el perfilismo e internismo mencionados más adelante en el libro, o un articulacionismo partidario ridículo. Como reflejo básico, conviene traer aquí que las izquierdas se dividen en dos: las que pueden reírse de sí mismas y las que no.
Según esas citas, la psicopolítica parecería ser una novedad del siglo 21 y la biopolítica pertenecería al siglo 20. Rara demarcación. Merecen distinguirse pero es inadecuado oponerlas y darlas por “superadas” livianamente.  El autor reproduce y proyecta algunas sombrías predicciones que pueden inspirarse en acontecimientos vistos en las sociedades europeas, que parece extender y generalizar al mundo, pero que no aterriza en suelo de América Latina o uruguayo. Casi como un fin de ideologías y caída de narrativas, sigue las conclusiones del coreano alemán Byung Chul-Han, ignorando las montañas de narrativas literarias, visuales y teóricas de interpretación que se producen tercamente.
Si estas descripciones deterministas, lineales, unidireccionales, deprimidas, fueran adecuadas, ¿cómo pueden interpretarse los inesperados movimientos sociales chilenos que desembocan en nueva Constitución y gobierno, o la permanencia de fuertes raíces pinochetistas, el antiguo feminismo barrial resistente en cuyos hombros se apoyan las mujeres futbolistas y los tambores femeninos, la obtención de firmas contra la principal ley del gobierno en medio de una pandemia, el movimiento cada tanto agitado y sorprendente del frentista uruguayo o el renacimiento de Lula y el PT en el Brasil? ¿Cómo se les pasó a los brokers la crisis inmobiliara de Evergrande en China con todo el big data disponible? Y al revés, ¿cómo puede entenderse la pasividad y refugio en el poder de turno, apartamentos, automóviles y ambientes privados de gran parte de la sociedad uruguaya – incluídos unos cuantos votantes del progresismo - mientras se demoraba la vacunación y Uruguay tenía una de las más altas tasas de mortandad en el mundo? La política en grande ha ganado lugar en las cotidianeidades, locales, nacionales, globales, sin respetar las formas tradicionales y tomando por sorpresa a las mejores teorías. La sociedad fabrica política, rompe huevos y ovarios modélicos incesante e inesperadamente. Como la mina en la pasarela efímera- según lo que registra el comentarista masculino- que será sustituída por otra modelo, sin tiempo para captar la película.
Nada más que para rescatar lecturas fuera del mainstream, recordemos que el original pensador Elías Canetti escribió Masa y Poder, se tomó comprensiblemente cuarenta años para hacerlo y lo publicó en 1960. Es un ejemplo de trabajo sin determinismo, desde el conocimiento antropológico, sociológico, psicológico, mitológico, etológico, historiador de religiones, etc. Desolador e instructivo. Dice Canetti: “Es importante establecer de una vez por todas que la masa nunca se siente satisfecha. Mientras exista un hombre no incluido en ella, muestra apetito. Que siguiese mostrándolo una vez incorporados en ella todos los hombres nadie puede afirmarlo con certeza, pero es incluso muy probable. Sus intentos de perdurar tienen algo de impotencia. El único camino en que tiene posibilidades de sobrevivir reside en la formación de masas dobles, donde, después, una masa mide su potencia con la otra. Cuanto más se aproximen éstas en fuerza e intensidad, tantas más posibilidades tienen de sobrevivir, confrontándose”.
Otra referencia clásica que se puede mencionar, útil para debatir con las concepciones del poder deterministas, lineales y sus proporciones, porque introduce la voluntad de las personas que permite su dominación o servidumbre al tirano, es el Discurso de la servidumbre voluntaria, o El Contra uno, de Étienne de La Boétie, publicado en 1576. No podemos avanzar más aquí con la literatura y experimentación social que rebate el determinismo del poder, pero por haber Rubio mencionado a Deleuze y su opinión sobre el nuevo control, debe recordarse que el mismo autor se ocupó, en otros escritos como el Anti-edipo, del deseo de la pasividad ante la dominación.
Nada más una adición: el reclamo social de más y más cámaras de vigilancia y su obvia concentración en el sur rico de Montevideo, algunas esquinas del norte y el Hipódromo de Maroñas, sin garantías de borrado de archivos ni privacidad no es iniciativa exclusiva de una corporación, ni el GPS abierto del celular para que se sepa si abrí mi esfínter en el bar o visité la iglesia de las monjas domínicas es iniciativa de otra empresa, ni la encantada publicación de fotos propias o de personas sin permiso de imagen, según un TDC (Trastorno Dismórfico Corporal) aplicando el Photoshop para desaparecer el grano de la cara en Instagram es corporativa.
La presentación exagerada, como inductiva, sumisa, de la vida al bigdata y la manipulación de humanos por parte de los algoritmos, la formulación de control del dios internet, muestra un pensamiento modélico similar al que formulaba al imperialismo siglo 20 como un titiritero, hoy llamado “el gran otro”. Sin que las mencione el autor, es inevitable la sospecha de herencia desde las teorías del simulacro comunicacionales, del endiosamiento de la comunicación, de la realidad hiperreal y la supuesta escenificación que predominaría y fascinaría al público inerme.
No hay determinismo, hay lucha sin resultados predeterminados, y Rubio lo reconoce en la última frase de su libro. Sin embargo, supuso antes una especie de mecanismo manipulador excluyente, según el presupuesto de que un operador maligno actuó sobre la virtuosidad del pueblo. Y resulta que el pueblo no es ángel o demonio a priori, es todo lo que hay en el medio[4] . Suponer que la operativa de Cambridge Analytica y facebook definió el triunfo de Trump es desconocer mucha cosa. Dicho esto, la presentación de Rubio no alcanza a ese tipo de visión ultradeterminista y apocalíptica – a esa sutil forma de frenar las acciones políticas.

Establecido lo anterior sin ingenuidades y desconocimiento de sus ingerencias, debería evitarse el temor de que internet y su mal denominada “democracia directa” que más bien es expresión directa, sustituya  a los partidos políticos, institucionalizados o no. Viene oportuno para mostrar el ejemplo surgente y multitudinario de fracciones y facciones en el Partido Comunista de China, o en el Partido Demócrata de los Estados Unidos, según una lucha de minipartidos condensada, virtual y presencial. Ni los libros, la radio o los partidos piensan en desparecer.

Sin embargo, hay que decirlo, Rubio luego considerará rígido el pensamiento por modelos: se plantea “(fortalecer) el horizonte de valores que nos comprometen sin incursionar en el rígido planteo de los modelos” e informa que se está superando “el modelo lineal” en conocimiento, “la rígida cadena sustancial y temporal investigación-tecnología-innovación”. Se queda corto, también está roto el “modelo lineal” de la cadena partido político–movimiento–acción política. No alcanza con describir, es necesario aceptar que esa linealidad serial ya no funciona sosteniblemente y es muy probable que no lo haga en el futuro.
Si los cambios emocionales y de pensares son bruscos, habiendo ahora mejores medios para detectarlos, si las tecnologías varían caprichosamente y se insertan en los deseos e intersticios de las acciones, si las memorias son frágiles y efímeras, si la publicidad y propaganda golpean más o menos eficientemente, si la insistencia y repetición puede generar efectos contrarios, y que el narcisismo fotográfico está sin duda, si estas situaciones son observables, como parece, entenderlas como novedades, o circunscribirlas a una denominación simplista lineal “posmoderna” (según una línea modernidad–posmodernidad) con una actitud añorante e insistente en modelos perimidos[5] no ayuda en nada a repensar la política.
Dicho de otro modo, es un documental detallista el que ofrecen las redes sociales acerca de la vida y expresión de las personas, con todas sus basuras y virtudes. Es como el registro en espera de interpretación que obtienen trabajadores recolectores de residuos o limpiadores de baños públicos o privados, en esas actividades esenciales de limpieza si se comparan con los trabajos “de mierda” (bullshit jobs) que mostró David Graeber. Son el paraíso para curiosos y curiosas, partidos, investigadores en antropología, sociología, psicología, semiótica, mitología, etc, si se lee entrelíneas y sin lógica binaria. El debate está en si la gran puja por el control, opinión y dinero que juegan Google, Microsoft, Facebook, Twitter, Apple, Twitch (Amazon) Wechat, Weibo, Youku o Tik Tok (Douyin), y más, puede ser contrastado, neutralizado y sus plataformas utilizadas más allá de sus intereses. La lucha está en trámite. Entre quienes instalan cookies o no les importan, y quienes se las ingenian para borrarlos e inutilizarlos, entre plataformas que te fichan y duckduckgo, entre fake news y el factchecking (verificación de noticias), entre manejos ilegales que venden información y manejos ilegales que los hackean, entre ocultamientos y grandes periodistas como Julian Assange, etc. La adaptación, readaptación y reinterpretación mutua también juega. Veremos. Si los avatares que está imaginando Meta-facebook para su nueva plataforma, el metaverso (de meta-universo que queda más allá del verso es una oportunidad para una mejor lucha virtual (ideológica frontal o mejor por partes si se entiende)) si avatares progresistas se ponen las pilas, con la lente virtual, la psicopolítica, biopolítica, la investigación, experimentación y más acción. De paso, para quien interese, metaverso (inmediatamente surge el metahuevo y la metainterpretación) es lenguaje prometedor.[6]
A la política ya la hemos leído con el prefijo geo de la geografía y estrategia, de cuando las fronteras importaban más, luego con el bio del cuerpo, cuando fue evidente que la racionalidad no era suficientemente explicativa, luego vino el psico, cuando se descubrió la pólvora de los viejos trucos psicológicos como el caballo de Troya. No puede omitirse el eco, cuando apareció su importancia. Aquí confesaremos la tentación de acuñar el cogni, pero solo como mención, para una cognipolítica, que ya estamos abandonando de inmediato. Por ahora, para la milonga del intercambio, introduciremos un término que desactive tanta separación de puntos de vista, el prefijo human (en inglés para una mayor comprensión). La humanpolitics (la política de lo humano)[7] es acto, desde todo lugar, cuerpo, mente, conocimiento y ambiente. Se ha perdido inteligencia con la actitud separadora y analítica de campos, es hora de unificar y transversalizar, es hora que muchos más estudiantes universitarios y preuniversitarios en su etapa básica formativa se trasladen de un campo a otro, siguiendo su curiosidad, y al mismo tiempo relacionando y ganando créditos[8] .

 

La modernidad y la posmodernidad, una distinción lineal progresista  

Rubio detecta esta ambigüedad de permanencia de lo viejo y parición de lo nuevo, sabe que en la cultura se aplican las bases newtonianas, las relativistas y las cuánticas, dicho para entendernos con una simple analogía con la física. Pero debería dejar saber a quién lea su libro que las dos últimas son las que están definiendo y abriendo futuros. No se salta al poscapitalismo o a la sociedad justa desde el determinismo newtoniano, o el determinismo racionalista-iluminista. Y hay que ver, que experimentar y diseñar vías (investigación + teoría + experimentación) para, siguiendo la analogía, qué cosa saldrá como teoría unificadora, si es que se puede, o confluyente entre sus partes al menos.
 “En verdad, las dinámicas de cambio social progresista se conjugan mal con esta cultura posmoderna”. ¿Y entonces? Al final del libro, matiza esa linealidad moderna-posmoderna: “Pero esta constatación no debe conducirnos a la conclusión de que el camino consiste en retornar a los grandes relatos de la modernidad sino, por el contrario, en apuntar a una superación de la posmodernidad con el cultivo de los valores de la inclusión y el reconocimiento (con lo que implican en materia de libertad, igualdad, solidaridad o democratización)”. La posmodernidad es cosa sospechosa, parece sostener el autor en anteriores líneas extensas, desde ya habría que superarla, en aceleración hegeliana rápida, mental, y para tal superación estarían los valores clásicos de la modernidad (inconclusa y reiterativa sin novedad en estas tierras) y la revolución francesa. Mientras tanto, demasiada juventud hija de la vida libre y multidireccional ve sospechosa la juntada de veteranías añorantes en los comités de base del Frente, en son de posverdad folklórica (es que las fake news son más viejas que el agujero del mate).
Dicho esto, “La agregación y la organización de las luchas tras metas compartidas resultan muy afectadas por lo que se ha denominado como cultura posmoderna y por sus impactos en los comportamientos individuales y colectivos. Las más que conocidas súbitas eclosiones de malestar y protesta son mucho más compatibles con esa cultura, pero su potencial transformador finalmente resulta mucho menor, aunque experiencias recientes también están mostrando que las derivas pueden ser múltiples” De acuerdo. Rubio habla de “inconsistencias estratégicas” en el Frente Amplio, sin explicitarlas muy bien, según se verá luego. Si se le dice todo que sí al movimiento feminista (en particular al identitario fundador de tribus estancas que tienden al aislamiento), a un ingenuo ambientalismo (que clama, puede que sin percatarse, por un precapitalismo y eventuales hambrunas), o al movimiento trascendentalista pro derechos humanos (un pleno de predicadores laicos), o a familiares de personas desaparecidas (que suelen confundir las fuerzas armadas dictatoriales con las actuales, o al Estado cívico militar con el actual), o a un corporativismo sindical o empresarial (un refinado egoísmo que confunde sus beneficios con los de las mayorías), según sus visiones lineales y unilaterales, colocando sistemáticamente sus demandas por encima de otras demandas y necesidades igualmente valederas ética y políticamente). Como dice Rubio, esto es difícil para un Frente ideológicamente plural. Y debe agregarse que es más fácil para un redactor de una revista que para un senador con compromisos electorales.
Dicho esto, la costura va por la elaboración teórica y el intercambio, la sustitución de la lógica lineal por una lógica viva, por la exposición de valores y sentimientos, argumentada, explicada, debatida, abierta, dialogante, poetizada. Y si no es posible desde el Frente en su conjunto, bueno, que sea desde grupos o individuos que se atrevan a abandonar los perfiles monumentales de viejos liderazgos y vayan, incluyéndolas, más allá de las obvias/necesarias pero ya insuficientes definiciones democráticas.
Aunque no lo parezca, la inmensa mayoría del frenteamplismo es democrático pluralista. Sin embargo, para llegar al noventa y cinco por ciento en certeza estadística habría que implementar tours de limpieza mental y desencantamiento por el Caribe, saliendo del circuito turístico-ideológico-amoroso y conviviendo un tiempo por allí.

 

Teorías de la dependencia y la idea de que existe un centro y una periferia revisitadas

Dice Rubio: “No estamos en la época en la cual se formularon las distintas versiones de la teoría de la dependencia, pero el auge de las commodities no solo la mantuvo, sino que además profundizó la primarización (fuerte predominio de la producción de productos con bajo valor agregado)”.
Parece decir que se mantuvo la dependencia, pero no aclara suficientemente las derivaciones más fuertes de las teorías de la dependencia aún perdurables en el sentido común progresista: que las salidas de ruptura de la dependencia iban por caminos socialistas o no iban, pues se entendía que el capitalismo finalizaba. Y aún, entonces con argumentaciones de cierto sostén, que funcionaba el titiritero y América Latina era el patio trasero de EEUU.  Posturas que, además de no haber estudiado suficientemente las experiencias socialistas en América Latina y el Caribe, sobrestimaban las capacidades del socialismo en un solo país.
“La versión primarizada del progresismo latinoamericano (Uruguay amortiguado) mantuvo los rasgos centrales del antiguo centro desarrollado y periferia, sin cuestionarlos”. Si se incluye a China en el mundo globalizado, si se considera que la unipolaridad no corre ya, no se la podría ubicar, aún en su tremenda complejidad, como centro o como periferia. Uruguay ya firmó su integración a la ruta de la seda, por su “potencialidad de hub logístico y financiero”.
Es necesario anotar además que la caracterización “globalización neoliberal” hace ya tiempo que no describe debidamente al mundo contemporáneo. Uno, porque economistas chinos ya estudiaron, descartaron las obligaciones de coherencia paradigmática y aplicaron algunas recetas de Maynard Keynes, aún por fuera de su marco teórico. Dos, las teorías acerca del derrame y arrastre que hace la promitente y supuestamente autónoma vanguardia capitalista, traída por los pelos desde  los albores del capitalismo y las virtudes mágicas del déficit fiscal cero o reducción de gastos e inversiones estatales no se sostienen. La crisis del 2008 ya trajo ejemplos de salvatajes financieros con fondos públicos que habrían hecho palidecer a Stalin, o un rescate inesperado de la General Motors con fondos ídem un poco después, o una emisión e inflación de dinero astronómica sin generación de valor.

 

ECTIS (Educación, Ciencia, Tecnología, Innovación y Sociedad) sin vigor

Rubio se alinea en una familia de pensamiento de tipo institucionalista por el desarrollo. No sería adecuado denominarla “desarrollista”, aunque mencione escasamente a la importancia decisiva del cambio cultural de un pasivo dependiente a uno activo emprendedor público-privado. Para el autor, hitos decisivos han sido la creación de la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación), el Instituto Pasteur y el Centro de Imagenología (CUDIM) y apoyándose en la sigla ECTIS, en un orden que no es arbitrario: Educación, Ciencia, Tecnología, Innovación y Sociedad. En términos clásicos, sigue aquello de que el desarrollo de las fuerzas productivas empujarán (determinarán) las relaciones de producción, según proceso dialéctico de tipo hegeliano, aunque con un polo determinante. Sigue la idea, aunque en partes de su texto coloque a la cultura y sociedad, y la indeterminación de los caminos, o la insuficiencia explicativa de la lucha de clases según el siglo diecinueve.
“Esta línea de trabajo siempre encontró dos escollos: uno proveniente de la
escasa innovación realizada por el sector privado, quizá las primeras novedades significativas se pueden encontrar en el registro que hace la Memoria de la ANII
de 2019) y en segundo lugar, los bloqueos existentes en algunos sectores del sistema educativo”
Las referencias a la escasa inversión en I&D (Investigación & Desarrollo) por parte del sector privado son ya conocidas y comprobadas desde antes del 2019, y está mostrado que la mayor parte de esa actividad se desarrolla en la Universidad Pública. A la vez, existen fuertes indicios de desconexión entre la actividad privada y la I&D de la Universidad, sin perjuicio de excepciones e interrelación entre diversos institutos universitarios y empresas, por vías del asesoramiento y otras. En estos días se publicó un informativo resumen titulado El sello uruguayo, una radiografía de la burguesía local [9] .
Rubio no especifica qué bloqueos en la educación, parece referirse a la secundaria y luego habla de un “sistema de vetos” y “resistencia al cambio en algunos sectores gravitantes del sistema educativo”. En su contexto no especifica ni determina quién veta o resiste a qué, por lo cual la voluntad legítima de repensar el progresismo en ese campo no tiene de dónde aferrarse. Sí añade que “es necesaria una visión y conducción estratégica vigorosa” otra vez sin más explicación. Y está hablando de la primera letra de la sigla ECTIS luego de haberlas definido como “única variable independiente y resiliente”. Si bien no apunta a referencias precisas a las resistencias o “sistema de vetos”, el autor puntualiza luego algunas de sus propuestas programáticas para la enseñanza media[10] . También enuncia la necesidad de un “balance autocrítico exigente de la calidad de nuestra educación terciaria pública aparece… como una condición necesaria para cualquier proceso de desarrollo” otra vez sin entrar en detalle alguno.
Sobre la relación entre la Universidad de la República (investigadora científica principal en el país) y las empresas públicas y privadas han habido acciones desde la CSIC (Comisión Sectorial de Investigación Científica) con matices de enfoque y procedimientos respecto a las propias de la ANII. La CSIC enfatizó la relación de la UDELAR con sectores productivos y la ANII focalizando a la vez con las empresas. Debe decirse que no hay oposición entre trabajar por sectores productivos y trabajar con empresas que soliciten ayuda y financiamiento para sus proyectos. Aunque es sabido que en el mundo empresarial es de difícil digestión para un sector la admisión de un asesoramiento exterior que pueda beneficiar simultáneamente a competidores. Conviene registrar además que a la Universidad no se le adjudica superintendencia cognitiva ni institucional sobre sectores económicos. A la vez, desde la Universidad se veía casi como condición necesaria para la existencia de círculos virtuosos de I&D, a que los profesionales de la empresa contaran con alguna formación universitaria que posibilitara un “lenguaje común” con los universitarios, según una mirada desde la Universidad[11] . La conocida frase de Carlos Quijano “la Universidad es el país”, pronunciada en el contexto del año 1968 cuando la institución era atacada política e ideológicamente, los estudiantes reprimidos y su presupuesto recortado por el gobierno de la época, tiene el riesgo de ser tomada de manera absoluta y atemporal, conduciendo a una confusión entre relevancia y centralidad. Por su parte, en la ANII se vivió tiempos largos de predominio de financiaciones destinadas a medios académicos universitarios, en desmedro de apoyos a proyectos de I&D privados y productivos, tendencia que se revirtió algo, luego.  
En este libro, Rubio no ingresa en un tipo de observaciones necesarias para comprender los bloqueos y encarar una autocrítica severa de la formación terciaria.
Es comprobable una evidente grieta entre la formación tecnológica y científica y la lograda en ciencias humanas y letras, que impiden derivar a una comprensión mejor de las tecnologías. Son escasos los ejemplos de científicos que se permiten – cuando no lo consideran un demérito - hablar de ramas del pensamiento sin que ellas sean estrictamente de su especialidad, introduciendo una mirada desde otros lugares del conocimiento o al menos una guiñada prospectiva acerca de su trabajo. Desde el otro lado, la persistente elección de carreras de letras “porque no tienen matemáticas” es letal para un diálogo fructífero entre distintas disciplinas, según la clasificación pretérita entre ciencias “duras” y “blandas”, “ciencias” y “humanidades”, estampada en las puertas de las facultades. Dicho esto, no deja de haber ejemplos auspiciosos como las interrelaciones de ingenierías con biomedicinas, o de economía y sociales con filosofía, aunque sean relaciones entre familiares de primer grado.
Es además muy visible que, si se recorren las empresas del país, no se encuentran casi departamentos de I&D, aunque sí fantásticos departamentos (laboratorios de planillas y apps) contables, impositivos y financieros. Salvo excepciones valiosas, la agregación de valor en conocimiento es mínima, incluídas las agropecuarias y agroindustriales. Los profesionales universitarios se dedican a planificar en el mejor de los casos, en su mayoría dispuestos a comprar paquetes tecnológicos en el exterior, y luego especializándose en su operativa y mantenimiento. Cada tanto es noticia y novedad (sic) que alguien inventó algo. La tecnología agromecánica, eléctrica, electrónica, biomecánica, energética, en el pasado no necesariamente estuvo en hombros de profesionales con formación universitaria. La industria frigorífica, la lechera, la industria del zapato, la textil, por ejemplo, contaron con proyectistas y diseñadores con formación tecnológica en UTU o bien autodidacta, quienes junto con profesionales universitarios, o no, posibilitaron desarrollos según tecnologías adecuadas. Vale insistir otra vez en las conclusiones insuficientes acerca de la etapa de sustitución de importaciones, que permitieron la progresiva destrucción de capacidades allí generadas, que ahora se buscan en Shangai vía la inversión extranjera oriental.
Si la argumentación anterior es adecuada, permite concluir que si bien existieron y existen instituciones de fomento en la I&D con resultados valiosos, ellas estuvieron sujetas a solicitudes desde sindicatos, cooperativas o empresas según sus necesidades, y si bien abundaron estudios acerca de sectores productivos, cadenas de valor y servicios estratégicos, no hubo una estrategia vigorosa propositiva y dialogante con poder decisorio y ejecutivo, con argumentos financieros y elección de prioridades. El pensamiento institucionalista y sus variantes, enamorados de la neutralidad técnica, el que considera suficiente, o casi, al diseño de institutos, agencias, sistemas impositivos neutrales, reguladores, o más o menos transparentes, para que se produzcan cambios societales, ambientales y económicos fue el predominante. Después de que el Frente deja el gobierno, aparecen ideas de gravar dinero depositado por residentes en el exterior[12] , que no cesan de aumentar, que podrían destinarse a financiar desarrollos en biología y salud. También se informa que la UDELAR prepara para 2025 un Instituto Nacional de vacunas, con un fondo enano inicial de 15 millones de dólares. La propuesta llega con cinco años de atraso respecto a la explosión pandémica y con un fondo de dinero minúsculo[13] .
Indagando, se descubre que la principal barrera local para producir vacunas destinadas a humanos es la falta de normativa para probarlas en Uruguay con personas voluntarias. ¿Podrá intervenir UNIT (Instituto Uruguayo de Normas Técnicas) en ello? ¿Por qué no lo ha hecho? Se sabe que en la ANII hubo fondos para patentar en otros países a través de terceros, camino que dejaba el centro de investigación uruguayo que desarrollase la vacuna a la intemperie, con dificultades para obtener fondos y reconocimiento internacional de la patente.
En resumen, en términos grupales, un empresariado dedicadamente rentista, autorreferente, no apto para la libertad (aunque se incluya a la industria de videojuegos y a las plataformas unicornias facilitadoras de pagos), constructor de Estados y seguridades policiales, laborales e impositivas, persistente, hereditario, y especulador, que aportó – aunque bien publicitados - vueltos pequeños de su dinero a los fondos de salud. Unos riquitos que en el 2021 se compraron unos cien automóviles cero km por día, siguieron fugando dinero y depositando en el sistema y fuera de sistema financiero, con sus excepciones valiosas. Por otro lado, agencias y academia pro I&D sin poder decisorio y enfoques en aprendizajes. Finalmente, una conducción progresista de política económica sin proactividad suficiente, una falta de propuesta productiva autónoma de escala, cooperativa o similar, suman para generar unas ECTIS con escaso vigor.
Y como ya fue argumentado en otras ocasiones, el efecto imitación cultural, o arrastre, o de lección bien incorporada, hacia el conjunto de los asalariados y población es potente: si lo hace “el Estado” se va detrás, si lo hace la empresa extranjera, también, y si lo hacen los rentistas herederos que sueñan con contratar poca gente y eludir o borrar convenios y derechos laborales, “es lo que hay” y defensivamente se lucha por derechos constitucionales y laborales. ¡Qué problemas trae la lucha exclusivamente defensiva! ¿Y la búsqueda o suposición sistemática de un poder paternal que presuntamente domina o guía? Un megaproblema.
Pocas veces se propone que la producción pueda hacerse en libertad.

 

Poscapitalismo y una supuesta ida más allá de Piketty y Rawls

Hablar de perspectivas, topografias, superficies de acción, con las probabilidades matemáticas y culturales, es mejor que hablar de familias, tradiciones o leyes deterministas o indeterministas, sin excluirlas. Por ejemplo, hablar de superación del capitalismo puede ser una retórica vana si se mira la perspectiva cultural, los deseos y capacidades de las personas, toda la gran topografía humana. No solamente si bajan salarios o tendencialmente tasas medias de ganancia o sube la circulación del dinero, y las crisis son relativamente cíclicas, el contraciclo, etcc. ¿Está en condiciones una masa crítica, grande, suficiente, humana, de tomar riendas económicas y poderes políticos y hacer equidad productiva y distributiva? ¿Pueden? ¿Lo quieren? ¿Lo desean? ¿Quieren construir innovación social? ¿Le piden al Estado intervención permanente o desean producir en libertad? ¿Quieren paz y tranquilidad familiar? ¿O no saben bien lo que quieren? ¿O les da lo mismo, a esa masa crítica, siempre y cuando la sobrevivencia sea relativamente feliz? ¿O en el inconsciente colectivo le es preferible una suerte de progreso tendencial con los daños colaterales que sea? ¿Con servidumbre voluntaria disimulada? ¿Mientras que no lleguen desastres ambientales? ¿Mientras no les toque?[14] . Según como se responda a este tipo de preguntas se podrá hablar de cambios sustentables.

Escribe Rubio: “Más allá del planteo de Piketty o de las consideraciones teóricas de Rawls, debemos preguntarnos si es posible proponerse un horizonte más audaz ¿poscapitalista? O cuestionarnos, y en lugar de ello plantearnos que el
problema principal se encuentra en otro lugar, como se ha hecho antes, en el programa que se levanta para un proyecto histórico de mediano plazo”.
Si es que se entiende adecuadamente, para el autor lo central es el programa político histórico que se formule, sin entrar en consideraciones adicionales, o por lo menos, sin mencionarlas. “Más allá” sería adelante, un progreso, en línea, en teoría.
Rubio cita desde el libro de John Rawls Justicia como equidad, de 1986. Ahora bien, Rawls siguió escribiendo y asumiendo críticas recibidas con gran honestidad intelectual, en particular sobre su metafísica kantiana, navegando desde el constructivismo moral al constructivismo político. Una de las conferencias que componen su libro Liberalismo político de 1993[15] es Political, not Methaphysical y luego incluye la conferencia El dominio de lo político. El movimiento hacia el constructivismo político, latente tal vez, pero no expuesto en su Teoría de Justicia lo explica el propio Rawls: “Ciertamente, podría parecer que el objetivo y el contenido de estas conferencias representan un cambio importante en cuanto a los de mi Teoría de la justicia. Y, en verdad, como ya lo he indicado, sí hay importantes diferencias. Pero para entender la índole y el alcance de éstas, debemos considerar que surgen del intento de resolver un serio problema inherente a la justicia como imparcialidad; a saber, el que surge del hecho de que la explicación de la estabilidad en la Tercera Parte de la Teoría de la justicia no es congruente con el panorama global”. El propio Rawls ha desarrollado (dejemos por un momento el lenguaje hegeliano de superación) incorporado matices, nuevos subrayados, con estos textos a las citas suyas que provee Rubio.
En sus conclusiones del libro Capital e Ideología de 2019, dice Thomas Piketty: “Partiendo de las experiencias analizadas en este libro, estoy convencido de que es posible superar el capitalismo y la propiedad privada y construir una sociedad justa basada en el socialismo participativo y en el federalismo social”.
Este libro de Thomas Piketty es difícil de quitar del anaquel de libros compañeros para quienes buscan argumentaciones, sumando evidencias fundamentadas y contextuadas, incluyendo referencias bibliográficas públicas comprobables y relato histórico de las luchas ideológicas.
El libro de John Rawls Liberalismo político es otra referencia insoslayable para quienes buscan sostén para el buen liberalismo contemporáneo, tan diferente del neoliberalismo y de sumisos derechistas e inseguros centristas temerosos, y para quienes desde la izquierda miran con descontento experiencias autoritarias socialistas. Forman parte imborrable de un panorama de conocimiento propositivo sobre algo que no se sabe a dónde va.
Rubio introduce una falsa oposición, que luego corrige: “parecería haberse abierto una bifurcación de caminos en un punto: o se lucha por una sociedad justa o por una sociedad poscapitalista” admitiendo que prefiere la segunda,…”observamos que la lucha por una sociedad justa y la lucha por una sociedad poscapitalista de inspiración socialista (con el alcance limitado que tiene incluso en las reflexiones de Mason) es probable que converjan durante un dilatado tránsito histórico en un mismo programa, un programa al que en nuestras tierras hemos denominado progresista. Admitimos que esta denominación es muy local y puede resultar tremendamente equívoca en otros contextos. Quizá sea conveniente sustituirla por el de sociedades de inclusión, en la medida en que la expresión resulta más comprensible acerca de lo que se quiere; versátil, en cuanto a los medios que pueden expresarla, y evolutiva”. No es posible extenderse aquí debidamente sobre estas últimas expresiones, aunque se harán referencias.
Es cierto que como dice Rubio, “los economistas debaten acerca del agotamiento del capitalismo”, argumentando la caída tendencial de la tasa media de ganancia, naufragando en el mar de muchos promedios y voluntad de exactitudes, o que el costo marginal tiende a cero, realizando una extrapolación de algunos productos al conjunto. Este tipo de debate, realizado con alto grado de abstracción y al mismo tiempo con pretensiones prospectivas debería aterrizarse en el Uruguay y América Latina, y compatibilizar la concentración del ingreso con esas tendencias medibles y estableciendo las incertidumbres. Proponerse demostrar la ineficiencia capitalista de la progresiva concentración en los sectores más ricos, más allá del crecimiento de las clases medias consumidoras puede ser un programa de investigación interesante. Decir con exactitud que la pobreza es un diez por ciento, si se pasa por alto que demasiados jóvenes y sus familias ven en el contratista deportivo, en el dealer del barrio, o al compañero de celda a sus liderazgos, no sirve para nada. 
Lo que sí puede afirmarse es que en América Latina el capitalismo y sus variantes no está agotado, no se vive en estado de crisis permanente aunque sí de oscilaciones dolorosas. Y no está a la vista el sepulturero, esto es, quienes promuevan viablemente una sociedad cooperativa o de “inspiración socialista”, sin que las instituciones estatales y burocracias públicas o privadas sean decisivas, porque el Estado no es neutro, ni policial ni económicamente. Como muestra de ello, aquí en el Uruguay la institución herencia está atornillada en la cultura, la rapiña es el delito mayor y el hurto mínimo está cada vez más penalizado, con aplausos. Y cada vez más se encarcela a la gente por un mínimo tráfico de droga.
Dicho esto sin dejar de reconocer los espacios de la producción autónoma, de conocimiento y agregación de valor, netamente separados de la visión clásica del valor iniciada por Adam Smith y retomada por Marx (aquella de que el valor medio de una mercancía es equivalente a la cantidad de tiempo de trabajo de un trabajador medio en la producción de la misma) El modelo que utiliza el tiempo de producción (fabril) como variable básica de medición de valor ya no funciona, en gran parte gracias a las tecnologías de la información y comunicación (TICS). Sin embargo, la insistencia publicitaria de esa industria parece arrastrar la idea de que por allí está el camino para las nuevas generaciones y los futuros laborales. Sin dejar de ver su importancia, incentivada en el Uruguay por el gran plan Ceibal, debe anotarse la simplicidad infantil de algoritmos y pensamiento en dispositivos computacionales actuales, si se los compara con procesos cerebrales en estudio. En consecuencia, no se puede perder de vista lo decisivo del trabajo esencial, aún manual, en producción y servicios. Las capacidades en electrónica, mecánica, mantenimiento, transporte, recolección de residuos, enfermería, curación, limpieza, descontaminación, captura de energía, cuidado de humanos, ambiente, animales y agricultura, las guías educativas humanas y tantas otras son decisivas. El oficio de bombero es esencial. La informatización, automatización y la incipiente robotización (que está muy lejos de la operación de simples cerebros animales) conviven inseparable y entrelazadamente con las capacidades creativas y aprendizajes de la máquina psicobiocognisocial humana.
Resulta obvia la complejización de las luchas sociales, lo que visualiza Rubio, que no admiten ya la caracterización de lucha de clases según el sentido del siglo 19, y que no necesariamente son anticapitalistas, aunque puedan ser muy violentas. Las cegueras que causó la represión reciente en Chile son ejemplo. El rechazo de las derechas a la expresión “lucha de clases” incluye su justificación de la violencia cuando se trata de reprimir las luchas sociales contemporáneas. Las derechas no resignan sus luchas, solo no admiten las de sus adversarios y suelen evitar las calles.

Siendo un autor muy referido en el libro, citamos a Paul Mason: “Para nosotros, la medida del avance del poscapitalismo[16] “es la caída en el número de horas trabajadas en el sistema salarial, el aumento en la cantidad de tiempo dedicado al ocio sin valorización del capital a través de la extracción de datos y el incremento de la actividad realizada en el marco de instituciones no mercantiles”…“un proyecto para regular el capitalismo de tal forma que, en lugar de sofocarlos, ayude a los modelos de negocio emergentes colaborativos, sin fines de lucro y no financiarizados[17] . Habría que hacerle una corrección, referido al momento actual, al pensamiento de Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel. Dice el militante comunista que no merecía la confianza de la Tercera Internacional ni del stalinismo: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no acaba de nacer”. Lo que podría decirse es que lo viejo no muere y lo nuevo no acaba de nacer, en sus conjuntos, en sus masas críticas, que si muere algo, otro vive y no están paridas todas las novedades necesarias. Lenin pensaba en las condiciones prerrevolucionarias y las definía como “los de arriba no pueden y los de abajo no quieren”. Otro ajuste necesario para el momento: “los de arriba no pueden tanto y los de abajo no quieren y quieren”.
En este juego de truco contemporáneo, no siempre Wall Street o el Banco de China tienen el dos de la muestra. Ellos mienten y no están tan seguros como parece. Les complica que la humanidad no actúe como enjambre. Habría que aprender a mentir mejor que ellos y buscar la vuelta para cantar flor y sumar.
Mientras no haya convencimiento de que el combate, o la lucha por la baja de dolor en la explotación de humanos sobre humanos será fruto de una lucha política y no la consecuencia determinista de factores operantes en la economía política, de tendencias promediales que disimulan las variaciones, o síntesis político partidarias luminosas, los programas serán expresión de deseo, y sostenes de tradiciones, más o menos legítimas. El mercantilismo, o el transformar bienes comunes como el agua, aire, servicios de salud y vida indispensables, en mercancías, ya se sabe a dónde conduce.
Navegar por la poesía de Calle 13 es necesario:
Tú no puedes comprar al viento,
Tú no puedes comprar al sol,
Tú no puedes comprar la lluvia,
Tú no puedes comprar el calor.
Dicho esto, al día de hoy, en Uruguay y América Latina, salvo en enclaves minúsculos o vecindarios reducidos, o excepcionalmente organizados autónomamente, la producción no mercantil no mueve la economía, ni ayuda en contribución sensible al ambiente global, ni la producción sin fines de excedente (y acumulación particular o lucro en determinadas condiciones) genera el valor suficiente ni el conocimiento que sustente la vida y el ambiente. La promoción de la producción no mercantil, (equivocadamente significada como poscapitalista), hoy, como vía de salida principal solo puede llevar a hambruna o una economía pobre de subsistencia, y puede sumar sustento para reacciones y descontentos que aprovechen las derechas.
Si esto es más o menos así, una pregunta aquí que se adelanta al capítulo de autocrítica: ¿acaso puede explicarse las derrotas electorales progresistas por inercia comunicacional, que no se supo “explicar” suponiendo al electorado como subnormal, o por el abandono del “territorio”?
Terminando este capítulo, no puede pensarse en ningún poscapitalismo sin plantearse el asunto de la moneda, el control de los medios de intercambio, decisivos como lo acaba de mostrar una vez más, la crisis especulativa del 2008. De la cual salieron ilesos y aún más enriquecidos unos cuantos especuladores. Desde el progresismo se suele invocar propuestas defensivas, con tintes nacionalistas, o capitalistas siglo 19, o aún precapitalistas, o preparando el barco institucional financiero para que flote en tormenta aguda. Sin poder entrar aquí en una evaluación debida acerca del uso de criptomonedas como el bitcoin, vale instalar la consideración sobre esas alternativas monetarias a las dominantes bancarias, financieras y estatales, que concentran en reducidas manos la gran riqueza e inducen al resto a seguir sus pasos. Dice el parlamentario griego y economista Yanis Varoufakis: “Hay que poner fin al monopolio que ejercen los bancos sobre el sistema de pagos y sobre la creación de dinero, pero sin trasladar su poder exorbitante a los burócratas de los bancos centrales. La creación de monedas digitales oficiales basadas en tecnologías transparentes como las del bitcoin es un modo prometedor de alcanzar tres objetivos: liberar de rentistas al sistema de pagos, garantizar un nivel inédito de transparencia respecto de cuánto dinero se saca del árbol y democratizar el acceso a sus frutos”[18] . Que el Banco de Pagos Internacionales (El Banco Central mundial) esté adoptando las criptomonedas levanta la sospecha de que, si no lo hace, el Banco de China o las grandes plataformas lo harán por él.

No pueden escaparse de ser mencionadas aquí aquellas temáticas ya estudiadas y que deberían serlo más, acerca de las condiciones psicológicas que implica la actuación político-partidaria. Como si una permanente tendencia a generar autoengaño y reprimirlo a la vez, a abstraer alto sin detalles que compliquen, a asumir una utopía y creérsela, a sentirse el centro y perder de vista la limitación, a imponer y al mismo tiempo escuchar y argumentar. Parecería por momentos que el giro copernicano, esto es el descubrimiento que tiene quinientos años, ese de que el sol es nada más que una estrella entre millones (solo en la Vía Láctea habría miles de millones) no se ha incorporado a la política partidaria. 

 

La autocrítica del Frente

“Ahora bien, ¿estas consideraciones no nos llevan a profundizar un poco más en las transformaciones de los movimientos sociales y en su vínculo con las estructuras partidarias? Porque ahí ha estado uno de los principales nudos de los progresismos. Y también, ¿no deberíamos dar más cuenta de las transformaciones que se están produciendo en la subjetividad, fundamentalmente en las nuevas generaciones, y de los profundos impactos que en esa subjetividad se están produciendo como producto de la pandemia del coronavirus?”
Esta es una pregunta importante que se formula en el libro.
Para Rubio, quien ante todo habla desde un lugar institucionalizado partidario progresista, el progresismo ha sido “inconsistente estratégicamente”, ha dejado hacer a los movimientos sociales cuyo “vínculo de estas transformaciones sociales y culturales con las transformaciones políticas en América Latina ha sido virtuoso, pero hay que reconocer que en algunos casos también ha alimentado contradicciones y bloqueos” sin especificación alguna que permita debatir, siguiendo con que (el progresismo) “no mantuvo una línea de continuidad adecuada. Implementó en sus políticas públicas estrategias de agregación. Con marchas y contramarchas. Empujes sectoriales y manejo de los tiempos con independencia del consenso y el ciclo”.
El autor no parece comprender adecuadamente el ambiguo carácter de movimiento del Frente Amplio. Dejando colar el lenguaje bastante consensuado de “fuerza política”, que circunscribe a la acción política como ejercicio de fuerza, de poder, de imposición, no se menciona a la sensibilidad, argumentación, empatía, cuidados, e ideología en su sentido positivo, no el alienante ni el dado por muerto. La consideración de la sensibilidad en la política como una táctica adicional, una suma a la lista de categorías, una adición de justicia, es protocolo seguro de aislamiento. Faltan mujeres decididas en la dirección del Frente, con comprensiones del siglo 21, que no consideren su referencia de género como un oráculo, más hombres con empatías, más jóvenes irreverentes. La añoranza de Rubio por la fuerza política partidaria consistente es evidente. Pierde de vista a la vez sus propias consideraciones acerca del abandono de la noción de hegemonía estructural con “debe implementar políticas coherentes en todos los frentes, continuas a lo largo del tiempo, que conquisten el aval del consenso ciudadano predominante en todo el territorio y que sean sostenibles en distintas fases del ciclo económico y en diferentes contextos internacionales”. No termina de asimilar que el estado que puede denominarse simplificadamente posmoderno es un estado social, irreversible, de nueva convivencia y sensibilidades, situación que se distrae apenas por la voluntad de un partido de cuadros o de una fuerza política militante. Y que la teoría del “empoderamiento” de la sociedad civil no sería simplemente una concesión graciosa de partidos o instituciones, sino un proceso de ida y vuelta.  O que el Palacio de Invierno de San Petersburgo está sumamente diseminado entre la cultura de la sociedad, y que ésta no actúa como enjambre en un país subdesarrollado que sufre una guerra, como la Rusia zarista, aunque esto no sea definitorio en el pensamiento de Rubio.
No extraña entonces su conclusión de que se “gobernó más en favor que con el pueblo” acción que se desprende de su concepción de partido y su exigencia de síntesis fotográfica de una tremenda película social en movimiento. Raro es que dadas las condiciones diferentes que Rubio capta en el trabajo, el ocio, el empleo, la desocupación, no le conduzcan a romper con la extensión discriminatoria de un Estado de Bienestar, esa que somete a los pobres, a algunos pobres, a recibir beneficios condicionados a una conducta ciudadana y moral que, aún resistida por quienes concentran el ingreso, puede ser un gol en contra si resulta insuficiente y dispersa en momentos de crisis. Es momento de dar el paso hacia un ingreso básico ciudadano, incondicional, cuyo monto, recepción y recuperación están ya estudiados.
Sigue Rubio: “Los partidos políticos de izquierda, a su vez, no propiciaron ni tuvieron la lucidez para producir la síntesis política de estos procesos en los ciudadanos y ciudadanas. Esta última fue realizada mucho más por los operadores e influencers de los medios de comunicación colectivos o por las nuevas o emergentes corrientes religiosas que por los partidos políticos de cualquier signo”. Es inevitable tal frustración política si las redes sociales se conciben como instrumento de manipulación de influencers y se confunde religiosidades populares con instituciones religiosas, necesidades de amparo contra la delincuencia con un estado represivo, o la expresión de diversidades complejas con un estado desordenado y caótico. ¿Cómo es posible pensar que los movimientos migratorios deberían ser cosa ordenada? La derrota electoral tampoco es consecuencia directa de una deficiente gestión comunicativa dentro de una supuesta sociedad del espectáculo que crea escenarios y avatares irreales, otra teoría que menosprecia las prácticas humanas y sus devenires articulantes, desarticulantes, sometidos y sin determinar. 
Rubio se pregunta innecesariamente: “¿por qué abandonamos el territorio?” Y se responde: Porque la izquierda se estatizó. Cientos de ‘cuadros’ fueron a parar al Estado (abandonaron sus trabajos y profesiones durante diez o quince años y quedaron prisioneros de las lógicas y estructuras públicas) y no tuvieron relevo alguno en la fuerza política y en el territorio…Como consecuencia, el internismo y el perfilismo pasaron a constituir las dos caras de la misma moneda. De la disputa por un lugar en el Estado”. Este proceso de captación del Estado redondea las concepciones estatalistas e institucionalistas antes que societalistas, debiendo añadirse la migración constante de militantes sociales, barriales y sindicales a las estructuras partidarias y parlamentarias. Y el perfilismo y el internismo han sido de gran utilidad para expulsar gente de la militancia partidaria. Y el articulacionismo partidario muy eficiente para lo mismo.
Debe mencionarse con claridad – y con este ejemplo limitante decisivo termina este comentario - que demasiados cooptados por la actividad estatal o partidaria se resisten a renunciar a sus remuneraciones oficiales elevadas, entendiéndolas como retribución justa a un mérito personal. ║

 

Agradecimientos: a Graciela Gómez Palacios por su lectura atenta y ocurrente y a Leo Harari por sus comentarios del libro y la cita de su amigo economista.

www.librevista.com número 46

[2] Las citas provienen de Gilles Deleuze, Byung Chul-Han, Shoshana Zuboff, Niall Ferguson. etc.

[3] Rubio se apoya en las teorías de Shoshana Zuboff y su libro erudito y debatible de setecientas páginas La era del capitalismo de la vigilancia. Una referencia que critica es la postura de Alex Pentland, quien trabaja en big data y al mismo tiempo reivindica el derecho de una persona de borrar sus datos personales y propone un new deal of data, algo así como una regulación de la información de las personas. Ver Pentland, Alex. Society's Nervous System: Building Effective Government, Energy, and Public Health Systems (El Sistema nervioso de la sociedad: construyendo un gobierno efectivo, y sistemas de Energía y Salud Pública) Se puede leer en una publicación abierta del MIT. https://dspace.mit.edu/bitstream/handle/1721.1/66256/Pentland_Society%27s%20Nervous.pdf?sequence=1&isAllowed=y diciembre 2021

[5] La geometría proyectiva no euclidiana dice que las líneas paralelas se cortan en un punto (infinito). Según esta metáfora, los caminos de investigación paralelos avanzan hacia puntos comunes.

[7] Nada que ver con el humanismo.

[8] Una disgresión al pasar, acerca de la formación y lenguaje natural, racional, real e imaginario. En la educación preuniversitaria se estudian los números reales. Y se presentan diversas formas de construírlos desde sucesiones y pares convergentes de números racionales (fracciones de enteros y/o naturales). A esos reales, que presentarán ilimitada cantidad de decimales, se les llama también irracionales, como el número π (pi= 3,14159265358…) A partir de los reales se construyen los números complejos, como pares de reales, con una parte real y otra parte imaginaria. Sin poder decir nada más aquí, el lenguaje utilizado en las matemáticas es de enorme potencia para introducir pensamiento acerca de una construcción desde lo natural hasta lo imaginario. Y con lo real e imaginario, debe dejarse caer que por allí navega la física cuántica.

[10] “No obstante gran parte de lo anterior no parece posible sin un cambio estructural. Nos parece muy
acertado el foco puesto en distintas propuestas para implementar un Marco curricular común de 3 a 14/17
años, incluida la variedad de formatos locales y de compromisos de las comunidades educativas. Un
sistema integrado de educación básica que posibilite el desarrollo de principios pedagógicos comunes para los
distintos ciclos y que permita y contemple su diversificación territorial. Para que sea posible este cambio estructural se requiere de recursos mayores, estabilidad y concentración docente por centros (profesor cargo), incentivos al buen trabajo y a la formación en servicio y capacidad para el empleo de las nuevas tecnologías” pp 84-5 “el cambio estructural implica un fuerte vínculo con la investigación y con el mundo del trabajo, así como también nuevos criterios, especializaciones e idoneidades para la carrera docente. También supone comunidades educativas fortalecidas y descentralizadas.

[11] Judith Sutz, directora de la CSIC durante treinta años comenta en un reportaje de la revista Lento:
“Universidad-empresas no. Nosotros vamos a hacer universidad-sectores productivos”. Eso implicaba que estaban las empresas públicas y privadas, los sindicatos y las cooperativas. Así hicimos ese programa que, aunque fuera minoritaria, tuvo demanda de sindicatos y de cooperativas.
“Porque la verdad de la milanesa sobre la relación universidad-empresas es que lo que hay es una relación entre investigadores de la universidad y profesionales de la empresa; no son las instituciones las que dialogan, son personas. Y dialogan porque tienen un lenguaje común; si vos tenés una empresa donde no hay un solo profesional, la posibilidad de que esa empresa dialogue, use la plata que le da la ANII [Agencia Nacional de Investigación e Innovación], es muy poca. La ANII les da la plata y encima les dice “si no sabés llenar el formulario te pago un formulador”. Está bien, pero hay una cosa que está antes: reconocer que hay conocimiento que sirve. Cuando nosotros hicimos el primer estudio, por el cual yo volví al país a estudiar el sector industrial, 80% de las pequeñas y medianas empresas no tenían un solo profesional, y eso que la definición de “profesional” era tener más de tres años de universidad” https://ladiaria.com.uy/lento/articulo/2021/10/judith-sutz-unir-dos-mundos/ noviembre 2021

[14] Rafael Bayce, en el libro 5 tareas de Hércules, Trilce, 2005, desde un enfoque transdisciplinario en conocimientos sobre humanos, hace agudas observaciones críticas sobre la cultura de uruguayos y recomienda tareas para la permanencia del progresismo en el gobierno. El autor, autodefinido hiperiluminista, se resiste a que no se acepte el fin del iluminismo en la cultura. Ver entrevista en https://www.librevista.com/conversacion-con-rafael-bayce.html, diciembre 2021. Bayce es de los pocos que han elogiado el libro de Rubio Repensar el progresismo, argumentando que su actitud práctica teórica está faltando en la autocrítica del Frente. El enfoque teórico de Bayce parece mantenerse aún en la tradición cientificista-iluminista. Ver su comentario en https://www.carasycaretas.com.uy/enrique-rubio-politico-con-preocupacion-teorica/, noviembre 2021.

 

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