VIGENCIA DE RODÓ

x Alejandro Michelena *

Los 150 años del nacimiento del autor de “Motivos de Proteo”, recordados no solamente en nuestro medio sino –quizá incluso con mayor énfasis- en muchas partes a lo largo y a lo ancho de América Latina, son una buena oportunidad para rever, releer, dialogar con su pensamiento, interpelarlo en suma desde el hoy y sus desafíos. Su legado, que muchas veces se ha presentado de manera deliberada e interesada como intemporal, como alejado de las problemáticas urgentes, en realidad está en disputa en el momento actual. Concretamente, y en nuestro medio: los sectores más conservadores en lo político y social, en la urgente necesidad de referentes intelectuales –de los que carecen- en el pasado cultural, vienen procurando apropiarse del pensamiento de Rodó, y crear a partir de él un relato que se contraponga al hegemónico hasta el momento, marcado por la postura crítica, cuestionante en lo político social, renovadora en lo cultural, que ha sido sin duda una constante desde mitad del Siglo XX en el país, y que ni siquiera la Dictadura pudo erradicar.
Tal estrategia de apropiación ideológica es urgente contraponer otras lecturas de la peripecia rodoniana. Es lo que procuramos hacer con este rescate de su figura y obra.

Rodó, mucho más que un nombre de parques y de calles

Para muchos uruguayos José Enrique Rodó es apenas el nombre de uno de los parques más concurridos de la capital uruguaya, y también el de una calle del céntrico barrio montevideano del Cordón. Para un sector en franca minoría pero todavía extenso, es un escritor aburrido y adornado que se vieron obligados a leer en Secundaria; lo poco que saben del personaje es que era un buen señor distraído y miope, siempre vestido de negro, que le tenía miedo a los viajes en tranvía.
Si observamos su proyección en América, su figura se diluye más. Es para la mayoría de los sectores cultos del presente, en el mejor de los casos, un mal recordado pensador que predicó la preeminencia de una cultura latina contrapuesta a la sajona del norte. Son pocos los que valoran en profundidad a Rodó —ubicándolo, junto al cubano José Martí, el argentino José Ingenieros y el mexicano José Vasconcelos— entre quienes sentaron las bases del pensar continental.
Para comenzar a releerlo con cierto provecho habrá que despojarlo  primero de la carga de oficialismo y adoración que durante décadas rodeó su obra. Y en segundo lugar, de las descalificaciones que en los últimos cincuenta años sobre todo fueron casi “de buen tono” en ciertos medios culturales. Y ahora nomás: rescatarlo del intento de apropiárselo ideológicamente por parte de los sectores de la derecha más rancia.

¿Hubo un Rodó transgresor?

A más de un lector podrá chocar este subtítulo, si no estuviera entre signos de interrogación. Porque hay una verdad que salta a la vista examinando la trayectoria “real” de este escritor y pensador, más allá y más acá de su mito. Su estilo, que a legiones de estudiantes de las últimas generaciones pareció rebuscado y hasta anacrónico, fue sin embargo  renovador en cuanto a la retórica del romanticismo tardío todavía en vigencia a fines del siglo XIX.
Rodó encontró una manera de escribir, un soporte especialmente apto para la reflexión y transmisión del pensamiento que lo iba a transformar en maestro del Ensayo, género literario que era y es —en sus exponentes más puros— muy poco frecuentado. Su lección de buena escritura resultó válida para varias promociones de periodistas que, al menos hasta casi la década de 1960 vieron en libros como “Motivos de Proteo” un alto modelo de estilo, casi un metro patrón en lo que a prensa escrita se refiere.
En su ruptura con el modo de escribir que le antecediera, es fiel representante de la brillante Generación uruguaya del 900, renovadora múltiple a través del único genuino poeta de vanguardia que hemos tenido que es Julio Herrera y Reissig, mediante la audacia erótica manifiesta en la lírica de alta calidad de Delmira Agustini, gracias a la piedra fundacional del teatro rioplatense que colocó Florencio Sánchez, y de la mano de uno de los fundadores del cuento contemporáneo como es Horacio Quiroga. Pero además, por sus vinculaciones con España y el resto del continente, se transformó en uno de los intelectuales más influyentes entre las elites —culturales pero también políticas— que entonces hacían sus primeras armas en todas las capitales de América Latina.

El pensador por detrás del escritor

El autor de “El que vendrá”no se queda en el estilo. Éste, si bien esencial en su obra, es sobre todo un vehículo eficaz para el discurrir de su pensamiento. Y es precisamente en esa condición de generador de ideas donde podemos encontrar al Rodó más transgresor a su tiempo.
En momentos todavía signados por el mirar obsesivo hacia Europa, bregó por lo que prefirió llamar Iberoamericanismo, advirtiendo a su vez acerca del peligro constituido por la poderosa influencia norteamericana. Fue precursor en esto, junto a Rubén Darío. Encontró una elocuente metáfora para ilustrar su reflexión: la contraposición entre el idealismo de Ariel (que a su entender era la condición de América Latina) y el realismo práctico y materialista de Calibán (los Estados Unidos).
Como imagen literaria, y de las buenas, la comparación trasciende interpretaciones simples. Va mucho más allá: tal vez apuntando al dualismo que es propio de la condición humana. Pero en las décadas iniciales del pasado siglo, el “Ariel” se constituyó en catalizador intelectual del anti-imperialismo Latinoamericano. No fue por casualidad que el joven uruguayo Carlos Quijano bautizó como Centro Ariel a aquella agrupación de estudiantes —provenientes de esta parte del mundo y ubicados en el París de los primeros años veinte— en la que militaban Víctor Raúl Haya de la Torre, quien llenaría toda una época de la política peruana y continental, y Miguel Ángel Asturias, el gran escritor guatemalteco.

Rodó y la política

Uno de los malentendidos más extendidos en cuanto a la trayectoria del escritor fue su actividad política. A muchos le sorprendería constatar la intensidad que tuvo en un lapso de pocos años. El sector Riverista del Partido Colorado intentó capitalizar su figura, generando el relato de su oposición al Batllismo entonces dominante. Sin embargo, la verdad es que Rodó acompañó a Batlle y Ordóñez en muchas de las leyes propiciadas por el caudillo colorado y que modernizaron el país. La discrepancia mayor fue en torno al Colegiado, nave emblema de los batllistas. Y se opuso al jacobinismo de algunos sectores. En realidad, hilando fino, nuestro escritor en cuanto político quebró lanzas por la pluralidad, por el disenso, por el intercambio de ideas, por el respeto a las minorías, conceptos que hoy son innegablemente progresistas.

Releer a Rodó en clave contemporánea

De eso se trata. Esa relectura traería muchas sorpresas. El algo que nunca se ha encarado en totalidad y profundidad. Lo había insinuado Roberto Ibañez a fines de los años cuarenta, cuando conformó el Archivo Rodó. Lo planteó más claramente Carlos Real de Azúa en los sesenta, en brillantes abordajes al autor de Ariel de aprovechable lectura. También Wilfredo Penco, ya en los ochenta, volvió a insistir en la necesidad de revisar y revitalizar al gran ensayista del 900.
Los referentes intelectuales nombrados profundizaron en diverso grado en esa tarea de recuperar el legado intelectual del autor de “La despedida de Gorgias”. A finales de los años sesenta, el semanario Marcha publicó dos Cuadernos dedicados a revisar y revitalizar, actualizar ese pensar y ponerlo en sintonía con las urgencias de ese presente. En aquellos momentos –claramente- José Enrique Rodó dejaba de ser aquella figura lejana, apenas viva en círculos anacrónicos, para manifestarse en la autenticidad de la máxima con la que se inicia “Motivos de Proteo”: Renovarse es Vivir.
Al presente, en el marco de este asedio a Rodó desde los ámbitos más conservadores, y ante la ausencia de contrapesos contundentes desde una perspectiva progresista, es necesario plantear otras miradas ante una obra y un pensar desde siempre mediatizada, y hasta tergiversada.
Modestamente, es lo que nos propusimos en este trabajo. ║

La fotografía de José Enrique Rodó en su estudio es tomada de: https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Enrique_Rod%C3%B3#/media/Archivo:Jos%C3%A9_Enrique_Rod%C3%B3_2.jpg

* Escritor, ensayista, periodista uruguayo

 

 

 

 

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